Cuando en mi vida espiritual, yo estoy bien,
mi vida está ordenada, todo se refleja en mi cuerpo.
Lucas 11: 24 – 26
“Cuando
el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y
no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla
barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y
entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que
el primero”.
Cuando Jesucristo viene a la vida del hombre
viene a hacer una transformación, vienen a hacer un cambio en nuestras vidas.
Cuando se hace una liberación su casita
espiritual queda limpia, queda bellísima para que se llene con la palabra de
Dios.
Dios quiere que nos mantengamos limpios. Que
por el Espíritu Santo llenemos nuestra alma de oración, de palabra, de
alabanza.
Es una guerra y no nos podemos quedar
quietos, es una guerra porque el enemigo no quiere que su casa, la casa del
Señor, se llene de su palabra, porque esa casa antes era de él, del enemigo, y él
quiere reclamar lo que antes le pertenecía.
Nos toca nosotros pararnos en la raya,
tenemos que decidirnos totalmente de que esta casa se llena de la gloria de
Dios.
Si Dios hace una limpieza, pero nos descuidamos
y caemos en pecados y no nos arrepentimos el enemigo viene a tomar posesión,
viene a reclamar su casa porque le abrimos las puestas a él.
Satanás no pide permiso usted se lo dio
abriendo las puertas al pecado.
Génesis 1: 1 – 6
“En el
principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y
vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios
se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”.
No creamos que porque venimos a un grupo de
oración, o porque leemos mucho la palabra estamos bien, el estar bien es hacer
la palabra de Dios y dar el fruto del Espíritu Santo.
La palabra de Dios tiene que estar viva
Dios siempre ha pensado en nuestro bienestar
nuestro. Dios pensó en darle un orden en el cielo. Vino a nuestras vidas para
que estuviéramos bien, para hacer un cambio en nuestras vidas.
Dios creó la tierra para que el hombre
gobernara en ella. Para que el hombre se enseñoreara de ella, no el enemigo.
Antes de conocer a Cristo estábamos vacíos,
pero Dios empezó a llenarla.
Después de conocer a Cristo no tenemos por
qué sentirnos tristes, solos y vacíos.
El único que llena ese vacío es Jesucristo.
Antes de tener a Cristo no había sino
tinieblas, ahora se ven personas rejuvenecidas.
La presencia de Dios se movía en todo y si se
mueve en la creación como no se va a mover en nosotros que no solo somos
creación sino hijos.
Dijo Dios “Sea la luz y fue la luz”. Y dijo
Dios seas tú libre y fuiste libre.
Juan 8: 12
“Otra
vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Jesucristo es la luz del mundo, ¿por qué en nosotros no se está reflejando la luz?
Si él dice que el que le sigue no andará en
tinieblas, ¿por qué muchas veces andamos de tumbo en tumbo y no nos sale nada?
Si andamos con él tendremos el respaldo de
Dios.
Juan 12: 46
“Yo, la
luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en
tinieblas”.
¿Por qué todavía permanecemos en pecados?
Si andamos con Cristo él nos muestra el error
para que lo saquemos de nuestras vidas.
Si la palabra no transformara la vida del
hombre, Cristo no había venido a dar la vida por nosotros.
Tiene tanto poder la palabra que miremos como
es de rechazada, el diablo se opone a que recibamos palabra.
Todo el que cree en Cristo el Señor, no
permanece en tinieblas, donde debe haber pequeñas.
Si esto no tuviera poder en vano hubiera ido
Cristo a la cruz.
Si él lo hizo es porque tenía gran poder,
tiene tanto poder que veamos como es de atacada su palabra, tiene tanto pode
que miremos como el diablo se levanta cuando hacemos guerra espiritual. Como se
levantan los brujos y como se levantan los mismo infiernos cuando nosotros nos
levantamos en oración, en poder, en santidad.
Todo aquel que cree, nosotros hemos creído
entonces por qué las zorrillas siguen enseñoreándose de nosotros. Un solo
pecado pequeño deja en tinieblas nuestras vidas y eso hay que sacarlo.
Isaías 38: 1-2
“En aquellos días
Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le
dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás. Entonces
volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a Jehová,”
Vino una orden del Señor. Dios habla para
nuestra vida espiritual.
Que cuando él disponga de nuestras vidas
estemos preparados. En cualquier momento viene el arrebatamiento o Dios nos
llama a su presencia, que no nos sorprenda esto.
Que sentiría este rey cuando le dieron esa
noticia, si sigue leyendo ve que él se puso muy triste y empezó a llorar.
Cuando Dios nos dice: “salga de ese pecado”,
posiblemente no nos alegramos porque estábamos muy cómodos en la carne. A la
carne le duele esos llamados de atención de Dios.
Cuando el Rey recibió esa noticia se volvió a
la intimidad con Dios. Se volvió al arrepentimiento. Y más adelante dice que
Dios escuchó su oración. La oración si es válida.
A veces oramos y clamamos y parece que la
respuesta no llegara, pero seguro que llegará, así como le llegó a este rey.
Siempre hay respuesta.
Vemos en la lectura que no había salido
Isaías de palacio cuando Dios le dice: “vuelve a Ezequías y dile que le concedo
15 años más de vida”.
Cómo sería la comunión que el profeta tenía
con Dios, a esa comunión es a la que Dios nos está llamando para que seamos
sensibles a su voz. Para que esto suceda hay que ordenar la casa. Dios no puede
glorificarse en una casa sucia, en una casa donde no hay sino pecado.
Clama, Él oye. “Clama a mí y yo te responderé
y te enseñare cosas grandes y ocultas que tú no conoces”, dice el Señor. Cuando
no hay una verdadera comunión con el Señor, él no puede revelarnos lo oculto.
Marcos 12: 29-30
“Jesús
le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro
Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal
mandamiento”.
El Señor uno es.
Para ordenar la casa necesitamos poner a Dios
en el primer lugar. Si Dios no está en el primer lugar, la vida, la casa no
está en orden.
En nuestros corazones a veces ponemos al cónyuge,
al hijo o a otras personas o cosas en el primer lugar.
El principal mandamiento es ponerlo a él
primero y no hay excusa para no amarlo a él con todo nuestro ser. Porque él nos
amó primero.
El primer lugar es de Dios.
Tenemos que reparar el altar de Dios, el
tabernáculo de Dios que somos nosotros.
Yo me paro hoy en esta palabra y muéstrame el
desorden que hay en mi casa, en mi vida y partir de hoy empezaré a ordenar mi
casa, mi vida.
Nos toca a nosotros ordenar lo que está
desordenado. No sabemos en qué momento vamos a partir.