En un derrumbe todo se ve mal todo se retrasa.
Mateo 27: 46
“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí,
¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
El mismo Jesucristo se sintió en el derrumbe. La palabra Elí
en el hebreo significa Yahvé sea exaltado.
En medio de la dificultad, de la situación adversa Jesucristo
le decía al Padre que fuera exaltado.
Cuando Jesucristo estaba ahí el Padre se separó de él, no
podían tener comunión porque Cristo había cargado con el pecado de la
humanidad.
Cuando estamos en el derrumbe nos sentimos solos. Nosotros
entramos en el derrumbe por culpa de la desobediencia que no separa de la
misericordia de Dios, nos separa de que la respuesta de Dios se dé en nuestras
vidas.
Cuando estamos en el derrumbe sentimos que no hay esperanza,
sentimos que no hay solución. Sentimos que todo se acabó y desistimos.
Jesucristo primero dijo Dios sea exaltado en esta situación.
En cambio, nosotros lo primero que hacemos es que desistimos de la oración o
nos ponemos a llorar, no queremos seguir y tiramos la toalla.
Cristo dijo por qué me has desamparado, pero primero exaltó
el nombre de Yahvé.
Cuando estemos en medio de la dificultad exaltemos a Dios
porque él no nos dejará, no nos desamparará.
Jesucristo clamó a gran voz. Que los mismos infiernos se den
cuenta, no de nuestro desanimo sino de nuestro clamor.
Jesucristo exaltó al Padre y el Padre exaltó a Jesucristo
dándole resurrección al tercer día.
Viene el derrumbe, pero también viene la exaltación de Dios
si no dejamos de creer.
I Reyes 19: 1 – 9
“Acab dio a Jezabel la
nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos
los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me
hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu
persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue
para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su
criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo
de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida,
pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó
dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una
torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió
a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo:
Levántate y come, porque largo camino te resta.
Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida
caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Y allí se
metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual
le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?”.
Elías, un siervo de Dios, y estaba acostumbrado a ver la
gloria de Dios, pues había mando Dios cuervos para alimentarlo. Dios se vale de
lo que sea para suplir nuestras necesidades.
Dios le dio de todo a Elías, lo utilizó en prodigios.
Elías había matado a los profetas de Baal. Dios lo había
utilizado para sacar el anatema de pueblo de Israel. Y para que Israel
reconociera que el único Dios era jehová Dios de los ejércitos.
Cuando usted está guerreando, usted le está tumbando la
cabeza a un montón de demonios, a un mentón de situaciones.
Dios utilizan do a Elías de esa manera y sin embargo Elías
sintió miedo por una mujer.
Dios nos ha utilizado en muchas situaciones y hemos visto la
gloria de Dios y viene una situación cualquiera y nos tumba y derrumba nuestra
fe y derrumba nuestras fuerzas, nuestra esperanza, la alegría, la paz y la
comunión que veníamos teniendo con el Espíritu de Dios.
Porque el diablo manda al títere para manejarnos a nosotros
también.
Cuando mató a los profetas, Elías no sintió miedo porque tenía
poder de lo alto, tenía autoridad de lo alto.
Dios quiere que no sintamos miedo ante ninguna dificultad,
ante ninguna situación, si tenemos al Dios Todopoderoso y estamos caminando derecho
con él. Por qué sentir miedo. El que tiene que sentir miedo es el diablo, tiene
que soltarnos rapidito.
Tenemos que ser un pueblo que no le dé miedo por ninguna
situación. Pero nosotros nos desalentamos por cualquier bobada.
Elías le creyó al demonio a través de la mujer cuando ella
dijo así me hagan los dioses, sabiendo que eso dioses no tenían poder. Así
somos nosotros sabiendo que tenemos al Dios Todopoderoso, al Rey de reyes,
Señor de señores y viene el diablo y le creemos y nos tumba.
Si ya Dios lo dijo, por qué no caminar en esa palabra, por
qué no batallar por eso.
Se fue rápido y nosotros rápido hacemos una cantidad de cosas
que Dios no nos ha mandado.
Elías tenía el respaldo de Dios y sintió la soledad.
Nosotros muchas veces, en el derrumbe, nos dormimos espiritualmente,
cuando lo que debemos hacer es intensificar nuestra oración.
Es tanta la misericordia de Dios que envió a un ángel, es
tanta la misericordia de Dios que nosotros bien dormidos en la tristeza en la
indiferencia, porque le creímos a la mentira del diablo, Dios en su
misericordia manda sus ángeles para fortalecernos.
Dios le dijo levántate y come, es decir toma posición. Levántate
y come, ¡come qué?, palabra de Dios. Uno come para fortalecerse, ¿dónde nos
fortalecemos nosotros? Ahí en la palabra. Alimentemos de las promesas del
Señor.
Volvió a dormirse, nosotros leemos y decimos que muy lindo,
pero volvemos a dormirnos. Cuando Dios dice cielo y tierra pasarán, pero mis palabras
no pasaran.
Volvió y lo despertó y le dijo que faltaba caminos por
recorrer. A nosotros también nos dice que la promesa esta hecha, la victoria
está servida, pero falta mucho por recorrer, por resolver en nuestras vidas,
pero tenemos que levantarnos, no quedarnos ahí dormidos o llorando.
Caminó hacia la presencia de Dios. Fortalézcase en las
rodillas.
Elías caminó 40 días para esconderse en una cueva. Nosotros
comemos esta palabra, pero no la llevamos a la realidad.
Dios al que cree no lo deja en vergüenza.
En que cueva se metió que ve todo oscuro, no porque Dios no
le muestra la luz sino porque usted no la quiere ver.
No podemos estar a escondidos, porque el estado de nosotros es
de hombres y mujeres atrevidos, de decisión.
Yo tengo una meta y no me puedo dejar desanimar por nadie,
nada, yo voy por esa meta.
Jonás 1 habla de lo siguiente.
Dios le dio la orden a Jonás que se fuera a predicar a Ninive
y a Jonás le dio miedo. Se montó en un barco y empezó una gran tormenta que iba
a hundir el barco.
En el derrumbe, cuando nosotros desobedecemos las ordenes de
Dios, los que están a nuestro alrededor también salen perjudicados.
Por un hijo de Dios que se pare firme en obediencia son
guardados los que están con él.
Dios no solo prosperó a José sino a su padre, a sus hermanos
y s u familia y al pueblo de Egipto, porque José estaba firme con Dios.
Somos libres en Jesucristo.
Daniel, ante el castigo de meterlo a la jaula de los leones,
dijo el Dios, a quien yo sirvo, me librará.
Dígale lo mismo al enemigo, dígale:
no dejaré de creer en mi Señor, no dejaré de buscarlo.
Si estuviéramos enamorados de Dios, no estaríamos viviendo
como estamos viviendo.
Nuestra condición no es buena, si fuera buena Dios no nos la
reprocharía tanto y vendríamos a la oración con alegría. Vivimos situaciones
difíciles y no podemos salir porque no damos la medida con el Señor, porque la
palabra de Dios dice que los redimidos van de gloria en gloria y de victoria en
victoria.
Jonas 1: 15
“Y tomaron a Jonás, y lo echaron al mar; y el mar se aquietó
de su furor”.
Ni siquiera expresó arrepentimiento, sino que dijo tírenme al
mar.
Así soltamos a veces la bendición. Aparece el conformismo.
No dejemos que otros se lleven nuestras bendiciones, viviendo
dormidos en la indiferencia.
En Jonás 2:
“Entonces oró Jonás a
Jehová su Dios desde el vientre del pez, y dijo: Invoqué en mi angustia a
Jehová, y él me oyó; Desde el seno del
Seol clamé, Y mi voz oíste. Me echaste a
lo profundo, en medio de los mares, Y me
rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. Entonces dije: Desechado soy de delante de tus
ojos; mas aún veré tu santo templo. Las aguas me rodearon hasta el alma, rodeóme
el abismo; el alga se enredó a mi cabeza. Descendí a los cimientos de los montes; la
tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; mas tú sacaste mi vida de la
sepultura, oh Jehová Dios mío. Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de
Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. Los que siguen
vanidades ilusorias, su misericordia abandonan. Mas yo con voz de alabanza te
ofreceré sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová. Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en
tierra”.
Oró desde dentro del pez, cuando ya no había esperanza para
él.
Dios le oyó porque clamó.
Jonás reconoció su situación, pero declaró, que vería a Dios.
Eso quiere Dios que reconozcamos y que clamemos por sus promesas.
Estando en la situación de Jonás, aparentemente no se puede
hacer nada, pero tenemos un Dios poderoso.
Esta palabra es de poder para que usted clame por esa palabra
y todo se tiene que abrir, todas las coyundas tienen que caer.
“Cuando mi alma desfallecía, me acordé de jehová, mi oración
llegó hasta a ti en tu Santo templo”.
El hombre nos falla, pero Dios no nos falla.
Dios manda a los impíos a que nos sirvan. No nos peguemos del
hombre, peguémonos de Dios y lo demás es añadido.
Tenemos que clamar para que esa oración sea oída.
La palabra dice: “claman los justos, y Jehová oye, y los
libra de todas las angustias”.
Los que siguen vanidades ilusorias su misericordia abandonan,
los que siguen al hombre, lo que el hombre te prometió y te dijo, la
misericordia de Dios abandonan.
Cuando reconocemos el Dios que tenemos y reconocemos nuestras
faltas, las puertas se abren.
Reconozcamos la dependencia de Dios, todo depende de Dios las
finanzas, la salud, la familia.
La desobediencia atrasa la bendición, la obediencia trae la
bendición.
Si Dios te sacó del atolladero, ¿cómo te volvés a meter ahí?
So tuviste que clamar tanto para que te sacara de ahí,
volviste y te metiste. Vas a tener que clamar más fuerte que antes.
Lucas 9: 28 – 32
“Aconteció como ocho
días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al
monte a orar. Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra,
y su vestido blanco y resplandeciente. Y
he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús
a cumplir en Jerusalén. Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de
sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos
varones que estaban con él”.
A medida que iba orando, el rostro de Jesús se iba transformando.
A medida que nosotros oramos nos vamos renovando, hay una renovación.
El aceite quemado de ayer se renueva por un aceite fresco. Jesús
nos dio la estrategia, orar para transformarnos.
Cuando oramos hay respuesta de Dios. Cuando nosotros tenemos
un buen nivel de oración viene la idea del Espíritu Santo, las estrategias de
Dios a lo que tenemos que hacer, vienen soluciones.
Cuando oramos esa gloria tiene que expresarse en nosotros.
Pedro y los demás estaban rendidos, pero permaneciendo despiertos
vieron la gloria de Dios.
Permanecer despiertos, atentos a lo que Dios nos está
diciendo.
Salmos 11: 1
“En Jehová he confiado;
¿Cómo decís a mi alma, que escape al monte cual ave?”
¿Cómo se va esconder del problema? Si ha confiado en el
Señor.
Confiad, yo he vencido al mundo dijo Jesucristo.
El salmo 27 dice jehová es mi luz y mi salvación de quien
temeré.
No veamos más el problema, veamos la solución, veamos la
gloria de Dios.
Si Jesucristo nos dio las estrategias por qué no lo vamos a hacer.
Yahvé Dios sea exaltado.