Se siente la presencia de Dios cuando nos
congregamos.
Que en medio de nuestros quebrantos y
nuestras dolencias podamos alabarle, glorificarle y agradecerle.
Agradecer debe ser una necesidad como comer y
como beber para no olvidarnos de lo que Dios hace con nosotros día tras día.
Salmo 103: 1-8
“Bendice,
alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a
Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus
iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida,
el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de
modo que te rejuvenezcas como el águila. Jehová es el que hace justicia y
derecho a todos los que padecen violencia. Sus caminos notificó a Moisés, u a
los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Jehová; lento para
la ira, y grande en misericordia”.
A la carne no le gustan las cosas del
Espíritu, pero es una orden para ella que tiene que alabar a Dios.
Cuánto nos ha perdonado el Señor. Le pedimos
perdón y él vuelve y nos levanta.
Cuántas veces pensaste que no tiene salida, que
todos están en contra tuya, que estás en ese hoyo de la Deuda, de la escasez.
“El que te corona de favores y misericordias”, somos unos bendecidos de Dios,
por eso debemos estar felices, gozosos, contentos porque cada día Dios nos
corona de favores y misericordias.
Dios adereza mesa para su pueblo en medio del
desierto. Dios todo lo puede hacer porque él es el proveedor de todo en
nuestras vidas.
Tenemos un Dios grande.
Lucas 17: 121- 18
“Yendo
Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al
encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro,
ten misericordia de nosotros! Cuando él
los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras
iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado,
volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies,
dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que
fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese
gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha
salvado”.
Vinieron delante de Dios con gran voz, pero
sólo uno agradeció.
Acá hay muchas palabras avivamiento, pero
está en ti el levantarte.
El sanó 10 y sabía que 9 no le iban a dar la
gloria.
Dios quiere que seamos agradecidos y le demos
la gloria.
Éxodo 15: 22 - 27
“E hizo
Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y
anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Y llegaron a Mara, y no
pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el
nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de
beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las
aguas, y las aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí
los probó; y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres
lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares
todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te
enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador. Y llegaron a Elim, donde había doce
fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas”.
Había necesidad de agua y en medio de la
mediocridad de ellos Dios les dio agua por el clamor de Moisés. Dios los probó
en medio da la situación.
Somos probados en la escasez y en la
abundancia.
Si lo hiciste ayer lo haces hoy en nuestras
vidas.
Cuántas veces nos perdemos bendiciones tan
grandes porque no la pasamos rengando quejándonos y Dios esperando que le
alabemos y le glorifiquemos.
Donde no hay gua él es la fuente de toda provisión,
donde hay enfermedad él es Jehová Rafá, mi sanador. Jesucristo se llevó
nuestras enfermedades, nuestras dolencias, en la cruz del Calvario como lo dice
Isaías.
No tengo un hogar, pero tengo un Padre
celestial, puedes carecer de lo que sea pero tienes a Cristo que lo suple todo.
Muchas veces se busca amor en un hombre, en
una mujer, en lo que sea, pero el amor de Dios es suficiente en nuestras vidas.
El mundo te puede tratar mal, pero Dios te
levanta la autoestima y te da un valor muy grande. Para el mundo no somos nada, pero para él
somos preciosos tesoros en sus manos.
Estamos pensando en el mañana sabiendo que le
decimos: “el pan de cada día, dánoslo hoy.
Cuando obedecemos como Dios nos dice, Dios
nos bendice.
I Samuel 1: 21- 28
“Después subió el
varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio
acostumbrado y su voto. Pero Ana no
subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado,
para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para
siempre. Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate
hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la
mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó. Después que lo hubo destetado, lo
llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo
trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño. Y matando el becerro,
trajeron el niño a Elí. Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío,
yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová. Por este niño
oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová;
todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”.
Dios le dio un hijo a Ana. Y fue a cumplir su
promesa contenta y gozosa. No se olvifo de su promesa. El sacerdote tal vez no
se acordaba, pero ella sí.
Nosotros a veces prometemos al Señor y
recibido el milagro nos olvidamos de la promesa.
Señor, tú me diste esta bendición, pero yo la
dedico a ti.
I Samuel
2: 21
“Y visitó Jehová a
Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel
crecía delante de Jehová”.
Dios le concedió más bendición.
En el 26: Y el joven Samuel iba creciendo, y
era acepto delante de Dios y delante de los hombres.
Que podamos ser agradecidos con Dios y que
podamos pagar lo que le hemos prometido al Señor.
Cuántas veces le decimos al Señor: “Señor yo
te quiero servir”. Y cuando el Señor nos quiere utilizar para predicar decimos,
que pereza, que sueño y no nos preparamos.
Hay que ser agradecidos con Dios y estar dispuestos a lo que él
quiera de nosotros.
Seamos agradecidos en todo momento.