sábado, 1 de noviembre de 2014

Tan solo creer



Tener confianza, seguridad, fe de que el señor va a hacer cosas grandes y maravillosas en cada uno de nosotros.

¿Puedes creer que tenemos un Dios que hace milagros, que sana enfermos, que restaura vidas y que hace nuevas todas las cosas?

Piensa un momento cuántas promesas te ha dado el Espíritu Santo en este lugar y a cuántas has creído. Por eso Dios dice: “Tan solo creer”.

Proverbios 1: 22

“¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia?”

Nos volvemos simples para las cosas de Dios. Los burladores los que no creen en la palabra y se burlan, insensatos esos necios que aborrecen el conocimiento que Dios nos da en todo momento.

Dios se pregunta hasta cuando serán simples si Dios dice que somos la sal de la tierra. 

Lucas 8: 11-15

Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.  Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.  Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.  La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.  Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”.

La semilla es la palabra que Dios pone en nuestro corazón, ¿como cuál de estos nos comportamos?

Debemos ser como la buena tierra y debemos creer a lo que Dios nos ha dicho.

Isaías 59: 1

He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír”.
Cuántas veces creemos que la mano de Dios no está para nosotros o que él no nos oye.

Números 14: 2-3

Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!  ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto”?

¿Cuántas veces decimos palabras necias deseando cuando estábamos en el mundo. Cuantas veces decimos desear la muerte porque estamos en un desierto, porque estamos muy mal, cuando Dios es nuestro amparo, nuestra fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones?

Nada nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús.

¿Nos podría ir bien en el mundo? El mundo nada nos ofrece. Dios nos sacó de ese mundo.

Salmos 2: 8

“Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra”.

Él entrega en tus manos es herencia de Dios. Es solamente pedirle y clamarle a él. Lo que sucede es que decaemos y desmayamos.

Deuteronomio 20: 1-4

“Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto.  Y cuando os acerquéis para combatir, se pondrá en pie el sacerdote y hablará al pueblo,  y les dirá: Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos;  porque Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaros”.

No podemos tener miedo ante un gigante, si vemos una dificultad muy grande no tengamos temor de ella. Nosotros somos esos sacerdotes hoy, para ministrar delante de Dios. Nosotros tenemos una salvación muy grande y Cristo nos purificó por medio de su sangre. 

Sé valiente y esforzado.

Muchas veces venimos por venir, no hemos visto simples y conformistas. Pidámosle a Dios que cambien nuestra actitud cuando vengamos a este lugar.

El Espíritu de Dios nos vivifica, quiere que nos metamos más con la palabra. 

Isaías 51: 12-13

Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?  Y ya te has olvidado de Jehová tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continuamente del furor del que aflige, cuando se disponía para destruir. ¿Pero en dónde está el furor del que aflige?”

Quienes somos nosotros para tener miedo del hombre, nos pregunta Dios, no podemos tener miedo de  un enemigo vencido. ¿Cuántas veces tenemos miedo del enemigo que está ahí rugiendo cuando Cristo ya lo venció en la cruz del Calvario? El enemigo puede rugir mucho, pero no nos puede tocar.

Isaías 456: 1 – 3

“Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán:  Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos;  y te daré los tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre”.

Cada uno ponga su nombre donde dice Ciro. Dios nos promete que va delante de nosotros y hará cosas grandes y maravillosas. Dios puede abrir cualquier puerta.

Dios dice que no miremos al gigante sino que lo veamos a él que es más grande que el gigante. 

Deuteronomio 33: 27

El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos; Él echó de delante de ti al enemigo, y dijo: Destruye”.

Hoy vamos a destruir al enemigo. De este lugar saldrá la gloria de Dios, somos esa “manada pequeña” de la que Dios habla en su palabra y estamos acompañados por él

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