domingo, 16 de agosto de 2015

Al tercer día



Oseas 2: 8

Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal”.

Baal es el dios de los cananeos. Quien se entregaba a él no alababa al verdadero Dios.

Voy a hablar por mí (dice la mujer que está predicando en este momento) A mí me gustaba hacerme leer las cartas y el dinero para eso aparecía. Dios me daba el dinero y yo lo destinaba a lo que no glorificaba a Dios. Dios nos daba el dinero para las cosas que no eran de Dios. 

Por ese dinero yo le daba la gloria al dios que tenía en ese momento, no al Dios Todopoderoso que hoy reina en mi vida.

Aunque no reconocíamos que él nos daba todo, aun así Dios procuraba que el Espíritu Santo estuviera con cada uno de nosotros y nosotros no lo reconocíamos, no le dábamos la gloria al Dios Todopoderoso, sino al dios de ese momento, al dios de las circunstancias, al dios que nos movía.

Oseas 58: 15

Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen mi rostro. En su angustia me buscarán”.

Cuál de nosotros no llegó al Señor en una angustia, en un problema, cuál de nosotros no levantó los ojos al cielo y empezamos a decir: “¿Dónde está?” Yo fui de esas, yo levanté mis ojos y le dije: “¿dónde estás, no que eres Dios?

Estaba sirviendo a otros dioses, pero si le clamaba al Dios Todopoderoso que se mostrara en la necesidad. Y lo hacemos, y lo seguimos haciendo, seguimos cayendo en lo mismo. Seguimos diciéndole: “¿dónde estás?, y él dice: “hasta que reconozcan su pecado”. Tenemos que reconocer el pecado para que Dios se muestre en nuestras vidas. Cuando reconocemos nuestros pecados él se muestra por su infinita misericordia.

Oseas 6: 2

Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él”.

Hemos pasado tribulaciones, desiertos, el hambre, el frío y aquí viene el Señor al tercer día a levantarnos. 

Primero nos ha dado la provisión, luego nos ha puesto a reconocer el pecado y al tercer día es cuando nos levanta, nos dice: “aquí estoy yo soy tu Dios, el que todo lo puede hacer, el Todopoderoso.

Lucas 24: 46

y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día”;

La resurrección para cada uno de nosotros, de nuestros problemas, de nuestras dificultades, de nuestras situaciones se llama Jesucristo y es resucitado al tercer día. Todos somos conocedores de la palabra y sabemos que para Dios no hay tiempo. El tiempo de Dios es diferente al de cada uno de nosotros. Si contamos a partir de hoy la respuesta a lo que estamos pidiendo sería el martes. El tiempo de Dios es diferente la respuesta puede llegar hoy o mañana o el miércoles. Lo seguro es que llega.

Él dice que él maneja los tiempos diferentes, nuestros pensamientos son limitados. Dios es perfecto en su tiempo, no llega ni antes ni después. Será el tercer día para el Todopoderoso.

Isaías 58: 11- 12

Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar”.

¿Cuándo nos ha faltado la palabra?, a pesar de haber pasado por cosas tremendas. El tercer día de Dios, no nos ha faltado la palabra, no nos ha faltado el agua. No me refiero al agua líquida, me refiero al agua que estamos bebiendo hoy, a esta agua pura que estamos atesorando en nuestros corazones. 

Esta palabra está hablando de nuestro Señor Jesucristo. La palabra de Dios habla de nuestro Señor Jesucristo desde el principio hasta el fin. 

Dice que los tuyos edificarán las ruinas porque nosotros somos los enviados a nuestras familias, a nuestros amigos, a nuestros vecinos, a los allegados y aun a los desconocidos.

Dice tuyos porque a través de nosotros llegaron, pero las almas que llegan son de nuestro Señor Jesucristo, a él le pertenecen. 

Isaías 60: 2 – 3

Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento”.

La luz llega a nosotros cuando recibimos a Jesucristo y eso lo verá todo pueblo, toda nación si realmente estamos caminando con Dios, si realmente estamos permitiendo que el Espíritu Santo haga la obra en nosotros. 

I Corintios 6: 14

Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder”.

Nosotros cuando oramos y cantamos alabanzas decimos cuan poderoso es el Señor, pero realmente ¿lo tenemos en nuestro corazón?

Sabemos que el corazón bíblico es nuestra mente. 

Cuando le hacemos una petición a Dios en silencio sin mover los labios, Satanás no puede saber lo que le estamos pidiendo a Dios.

Yo lo proclamo con mi boca Satanás se entera. El también como nos conoce cuando estamos dispuestos o no, por nuestros gestos, por la postura de nuestro cuerpo.

La palaba de Dios dice que Dios levantó al Señor y también nos levanta a nosotros  a pesar de los tropezones o las caídas. 

¿Qué tanta disposición tengo yo para aceptar que al tercer día el Señor hará la obra? Al tercer día renacerá el Señor Jesucristo en mí.

A veces sentimos que la cobertura de Dios está en nosotros, que su mano poderosa está sobre nosotros y cuando estamos pasando la prueba dejamos de ver la mano poderosa de Dios sobre nosotros, lo digo por mí, no veo la mano de Dios.

La mano de Dios siempre está con nosotros su mano da la vuelta y nos levanta, pero cuando nos deja pasar la prueba nos desesperamos.

Cristo Jesús hace ese tercer día real. Cuando nos desesperamos es porque se nos olvidó reconocer nuestro pecado, se nos olvidó que él, al tercer día, hace la obra. 

La palabra de Dios es santa como él es santo. 

Si le pidiéramos a Dios y le dejáramos que se moviera en cada uno de nosotros volaríamos en milagros, en fe, en sanidad, en cada situación.

Estamos permitiendo que las emociones nos manejen, que la incredulidad nos golpee, poner la mirada en el hombre, estamos permitiendo que nuestra mirada se ponga en cosas que Dios no quiere. Tenemos que tener la mirada puesta en Cristo Jesús.

Efesios 5: 14

“Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo”.
A nosotros nos toca despertarnos, dejar de  dormir.

Dios nos está diciendo que seguimos dormidos, sin arrebatar, que seguimos pidiendo, pero pidiendo si creer.
Dios nos viene diciendo que pidamos una unción mayor, que dejemos la mediocridad y Dios sigue diciéndonos que no nos quedemos en la mediocridad, ni en el conformismo.

Efesios 4: 30

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.

Estamos sellados por el Espíritu Santo. 

Tan estamos sellado que antes de que Dios me tomara, conocí una chica que era cristiana y como a mí me gustaba que me leyeran las cartas me fui con ella a donde una señora que eso hacía. La muchacha entró y salió, la señora le dijo que no se las podía leer porque había algo en ella que no permitía leer la suerte. Esa muchacha estaba sellada por el Espíritu de Dios. 

Cuándo salí le pregunte a la amiga: “¿Por qué a mí sí y a usted no?” Ella me contesto: “Es que yo soy cristiana”.

Somos sellados con el Espíritu Santo.

Les quiero compartir cuando el Señor Jesucristo llegó a mi vida en la última oportunidad.

Él llegó en el momento que no me imaginé. Mi mejor amiga de parranda, de fiestas se tomó un frasco de veneno. Yo conocía a una señora llamada María que me dijo que ella conocía a unas personas que me podían ayudar. 

Yo había sido muy altanera con mi amiga y le dije que lo que ella quería era llamar la atención, que no quería morirse. Ella empezó a llorar y yo le tiré el teléfono y también me puse a llorar porque era una amiga que quería mucho.

La señora María me dio el teléfono de don Carlos. Yo llamaba y me contestaba doña Diana, la esposa de don Carlos, diciendo: “la paz de Dios”.  

Yo inmediatamente pensé, esto es una parroquia. Sin embargo repetí la llamada y doña Diana me dijo: “déjele su número telefónico   que él la llama mañana a las ocho”.

A las ocho sonó el teléfono, era don Carlos. Qué sorpresa cuando él me dijo: “la paz de Cristo esté en tu corazón”. Me quedé muda, no sabía qué decir porque sentí por el teléfono la unción del Espíritu Santo a través de don Carlos. Esto demuestra que el Espíritu Santo si sella. 

Le expliqué lo que pasaba, hicimos una cita para el sábado a las dos y media de la tarde. Quedé muy impactada.

Ellos llegaron puntuales a las dos y media, pero mi amiga llegó a las tres y media.

En esa hora el Espíritu Santo trata conmigo a través de don Carlos, mientras doña Diana la esposa oraba en voz muy baja. 

Llegó mi amiga con una gaseosa y unos pastelitos como si viniera para un paseo. Yo la regañe y le dije muchas cosas, creo que ellos oyeron porque yo hablo muy duro. Le decía: “yo con esas personas allá hace una hora hablándome, y eso es para usted no para mí. Vinieron por usted”. 

Subimos y me volví a poner la careta de la amabilidad para presentarles a mi amiga.

Nos dice don Carlos: ¿ustedes recibieron a Cristo? Yo si lo había recibido, ya había estado en una iglesia cristiana. Don Carlos empezó a dirigir la oración de fe para que mi amiga recibiera a Cristo y yo me quebranté, lloré. ¿El Espíritu Santo iba por ella? No. Iba por mí. MI Señor Jesucristo vino a recogerme a mí, ese fue mi tercer día, me recogió a mí. 

Yo era en llanto y mi amiga se reía, seguía en su soberbia porque no era por ella que venía el Espíritu Santo sino por mí, era por mi vida, era mi tercer día, era mi encuentro con Jesucristo.

Cuando ya se iban, de pronto se devolvió don Carlos y me dijo: “así te dice el Señor Jesucristo”, el rostro le cambió, yo  no entendía, pero vi cuando le cambió el rostro y no era don Carlos el que hablaba, era el Espíritu Santo que estaba hablando a mi vida y dijo: “Esta es tu última oportunidad, este es el último vagón o te coges de él o te mueres, esta es la última oportunidad”.

Ellos se fueron. El trato para cada uno no es igual, pero para mí si fue ese tercer día. 

Cuando ellos se fueron, por no creer que estamos sellados con el Espíritu Santo, nos echamos las cartas, tomamos tinto y fumamos. 

Al tercer día de este suceso yo me acosté y viví la experiencia que me tiene aquí parada, al amanecer desperté y vi a mi lado un cuasimodo, un hombre pequeño y maletón con la cara llena de verrugas, y me tenía abrazada, había también un hombre fuerte, era alto con un vestido largo como de monje con las manos resguardas, cada una en la maga contraria. Al pié del hombre fuerte había otro cuasimodo, el que mandaba era el grande, el hombre fuerte al que yo le había entregado antes mi vida y que había borrado en el momento que recibí Cristo.

Tenía que vivir esta experiencia para para saber que el Espíritu Santo realmente sella, que la oración es fuerte y que Dios está en nuestras vidas. 

El primer cuasimodo daba un paso, y el grande también lo daba. Ninguno daba el frente siempre estaban de lado. Venían reclamar lo que yo había rechazado el día que recibí a Cristo, venía reclamar que yo era de él, venía por mi alma, porque aunque el Señor me había limpiado a través de sus siervos. Yo pisoteé lo que ellos habían hecho. Pero Dios por su misericordia me daba otra oportunidad. Esto demuestra que el Señor si sella con su Espíritu Santo.

Cuando vi que esos seres se estaban acercando yo cerré los ojos y todo lo que oí a través de don Carlos y doña Diana llegó a mi mente, la oración y todo. Vienen por mi alma porque me hice leer las cartas.
Empecé a orar y a orar y a clamarle misericordia al Señor. De pronto grité: “Dios yo te necesito”. Cuando grité esto los seres explotaron. 

Me senté y le pedí perdón a Dios y le dije: “Señor ten misericordia de mí”. 

Me quedé dormida, había perdido el sello del Espíritu Santo pero Dios me volvió a respaldar con su sello.
Este es el tiempo perfecto de Dios. Estamos sellados por el Espíritu Santo de Dios.

Dios si está con nosotros.

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