Oseas 2: 8
“Y ella no reconoció que yo le daba el trigo, el vino y el aceite, y que
le multipliqué la plata y el oro que ofrecían a Baal”.
Baal es el dios de los cananeos. Quien
se entregaba a él no alababa al verdadero Dios.
Voy a hablar por mí (dice la
mujer que está predicando en este momento) A mí me gustaba hacerme leer las
cartas y el dinero para eso aparecía. Dios me daba el dinero y yo lo destinaba
a lo que no glorificaba a Dios. Dios nos daba el dinero para las cosas que no
eran de Dios.
Por ese dinero yo le daba la
gloria al dios que tenía en ese momento, no al Dios Todopoderoso que hoy reina
en mi vida.
Aunque no reconocíamos que él nos
daba todo, aun así Dios procuraba que el Espíritu Santo estuviera con cada uno
de nosotros y nosotros no lo reconocíamos, no le dábamos la gloria al Dios Todopoderoso,
sino al dios de ese momento, al dios de las circunstancias, al dios que nos
movía.
Oseas 58: 15
“Andaré y volveré a mi lugar, hasta que reconozcan su pecado y busquen
mi rostro. En su angustia me buscarán”.
Cuál de nosotros no llegó al
Señor en una angustia, en un problema, cuál de nosotros no levantó los ojos al
cielo y empezamos a decir: “¿Dónde está?” Yo fui de esas, yo levanté mis ojos y
le dije: “¿dónde estás, no que eres Dios?
Estaba sirviendo a otros dioses,
pero si le clamaba al Dios Todopoderoso que se mostrara en la necesidad. Y lo
hacemos, y lo seguimos haciendo, seguimos cayendo en lo mismo. Seguimos diciéndole:
“¿dónde estás?, y él dice: “hasta que reconozcan su pecado”. Tenemos que
reconocer el pecado para que Dios se muestre en nuestras vidas. Cuando reconocemos
nuestros pecados él se muestra por su infinita misericordia.
Oseas 6: 2
“Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y
viviremos delante de él”.
Hemos pasado tribulaciones,
desiertos, el hambre, el frío y aquí viene el Señor al tercer día a
levantarnos.
Primero nos ha dado la provisión,
luego nos ha puesto a reconocer el pecado y al tercer día es cuando nos
levanta, nos dice: “aquí estoy yo soy tu Dios, el que todo lo puede hacer, el
Todopoderoso.
Lucas 24: 46
“y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo
padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día”;
La resurrección para cada uno de
nosotros, de nuestros problemas, de nuestras dificultades, de nuestras
situaciones se llama Jesucristo y es resucitado al tercer día. Todos somos conocedores
de la palabra y sabemos que para Dios no hay tiempo. El tiempo de Dios es diferente
al de cada uno de nosotros. Si contamos a partir de hoy la respuesta a lo que
estamos pidiendo sería el martes. El tiempo de Dios es diferente la respuesta
puede llegar hoy o mañana o el miércoles. Lo seguro es que llega.
Él dice que él maneja los tiempos
diferentes, nuestros pensamientos son limitados. Dios es perfecto en su tiempo,
no llega ni antes ni después. Será el tercer día para el Todopoderoso.
Isaías 58: 11- 12
“Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará
vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas,
cuyas aguas nunca faltan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los
cimientos de generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de
portillos, restaurador de calzadas para habitar”.
¿Cuándo nos ha faltado la
palabra?, a pesar de haber pasado por cosas tremendas. El tercer día de Dios,
no nos ha faltado la palabra, no nos ha faltado el agua. No me refiero al agua líquida,
me refiero al agua que estamos bebiendo hoy, a esta agua pura que estamos atesorando
en nuestros corazones.
Esta palabra está hablando de
nuestro Señor Jesucristo. La palabra de Dios habla de nuestro Señor Jesucristo
desde el principio hasta el fin.
Dice que los tuyos edificarán las
ruinas porque nosotros somos los enviados a nuestras familias, a nuestros
amigos, a nuestros vecinos, a los allegados y aun a los desconocidos.
Dice tuyos porque a través de
nosotros llegaron, pero las almas que llegan son de nuestro Señor Jesucristo, a
él le pertenecen.
Isaías 60: 2 – 3
“Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las
naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y
andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento”.
La luz llega a nosotros cuando
recibimos a Jesucristo y eso lo verá todo pueblo, toda nación si realmente
estamos caminando con Dios, si realmente estamos permitiendo que el Espíritu Santo
haga la obra en nosotros.
I Corintios 6: 14
“Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su
poder”.
Nosotros cuando oramos y cantamos
alabanzas decimos cuan poderoso es el Señor, pero realmente ¿lo tenemos en
nuestro corazón?
Sabemos que el corazón bíblico es
nuestra mente.
Cuando le hacemos una petición a
Dios en silencio sin mover los labios, Satanás no puede saber lo que le estamos
pidiendo a Dios.
Yo lo proclamo con mi boca Satanás
se entera. El también como nos conoce cuando estamos dispuestos o no, por
nuestros gestos, por la postura de nuestro cuerpo.
La palaba de Dios dice que Dios levantó
al Señor y también nos levanta a nosotros a pesar de los tropezones o las caídas.
¿Qué tanta disposición tengo yo
para aceptar que al tercer día el Señor hará la obra? Al tercer día renacerá el
Señor Jesucristo en mí.
A veces sentimos que la cobertura
de Dios está en nosotros, que su mano poderosa está sobre nosotros y cuando
estamos pasando la prueba dejamos de ver la mano poderosa de Dios sobre
nosotros, lo digo por mí, no veo la mano de Dios.
La mano de Dios siempre está con
nosotros su mano da la vuelta y nos levanta, pero cuando nos deja pasar la
prueba nos desesperamos.
Cristo Jesús hace ese tercer día
real. Cuando nos desesperamos es porque se nos olvidó reconocer nuestro pecado,
se nos olvidó que él, al tercer día, hace la obra.
La palabra de Dios es santa como
él es santo.
Si le pidiéramos a Dios y le dejáramos
que se moviera en cada uno de nosotros volaríamos en milagros, en fe, en
sanidad, en cada situación.
Estamos permitiendo que las emociones
nos manejen, que la incredulidad nos golpee, poner la mirada en el hombre,
estamos permitiendo que nuestra mirada se ponga en cosas que Dios no quiere.
Tenemos que tener la mirada puesta en Cristo Jesús.
Efesios 5: 14
“Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los
muertos, y te alumbrará Cristo”.
A nosotros nos toca despertarnos,
dejar de dormir.
Dios nos está diciendo que
seguimos dormidos, sin arrebatar, que seguimos pidiendo, pero pidiendo si
creer.
Dios nos viene diciendo que
pidamos una unción mayor, que dejemos la mediocridad y Dios sigue diciéndonos
que no nos quedemos en la mediocridad, ni en el conformismo.
Efesios 4: 30
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados para el día de la redención”.
Estamos sellados por el Espíritu
Santo.
Tan estamos sellado que antes de
que Dios me tomara, conocí una chica que era cristiana y como a mí me gustaba
que me leyeran las cartas me fui con ella a donde una señora que eso hacía. La
muchacha entró y salió, la señora le dijo que no se las podía leer porque había
algo en ella que no permitía leer la suerte. Esa muchacha estaba sellada por el
Espíritu de Dios.
Cuándo salí le pregunte a la
amiga: “¿Por qué a mí sí y a usted no?” Ella me contesto: “Es que yo soy
cristiana”.
Somos sellados con el Espíritu
Santo.
Les quiero compartir cuando el
Señor Jesucristo llegó a mi vida en la última oportunidad.
Él llegó en el momento que no me
imaginé. Mi mejor amiga de parranda, de fiestas se tomó un frasco de veneno. Yo
conocía a una señora llamada María que me dijo que ella conocía a unas personas
que me podían ayudar.
Yo había sido muy altanera con mi
amiga y le dije que lo que ella quería era llamar la atención, que no quería
morirse. Ella empezó a llorar y yo le tiré el teléfono y también me puse a
llorar porque era una amiga que quería mucho.
La señora María me dio el
teléfono de don Carlos. Yo llamaba y me contestaba doña Diana, la esposa de don
Carlos, diciendo: “la paz de Dios”.
Yo inmediatamente pensé, esto es
una parroquia. Sin embargo repetí la llamada y doña Diana me dijo: “déjele su
número telefónico que él la llama mañana a las ocho”.
A las ocho sonó el teléfono, era
don Carlos. Qué sorpresa cuando él me dijo: “la paz de Cristo esté en tu
corazón”. Me quedé muda, no sabía qué decir porque sentí por el teléfono la
unción del Espíritu Santo a través de don Carlos. Esto demuestra que el
Espíritu Santo si sella.
Le expliqué lo que pasaba,
hicimos una cita para el sábado a las dos y media de la tarde. Quedé muy
impactada.
Ellos llegaron puntuales a las
dos y media, pero mi amiga llegó a las tres y media.
En esa hora el Espíritu Santo
trata conmigo a través de don Carlos, mientras doña Diana la esposa oraba en
voz muy baja.
Llegó mi amiga con una gaseosa y
unos pastelitos como si viniera para un paseo. Yo la regañe y le dije muchas
cosas, creo que ellos oyeron porque yo hablo muy duro. Le decía: “yo con esas
personas allá hace una hora hablándome, y eso es para usted no para mí. Vinieron
por usted”.
Subimos y me volví a poner la
careta de la amabilidad para presentarles a mi amiga.
Nos dice don Carlos: ¿ustedes
recibieron a Cristo? Yo si lo había recibido, ya había estado en una iglesia
cristiana. Don Carlos empezó a dirigir la oración de fe para que mi amiga
recibiera a Cristo y yo me quebranté, lloré. ¿El Espíritu Santo iba por ella?
No. Iba por mí. MI Señor Jesucristo vino a recogerme a mí, ese fue mi tercer
día, me recogió a mí.
Yo era en llanto y mi amiga se
reía, seguía en su soberbia porque no era por ella que venía el Espíritu Santo
sino por mí, era por mi vida, era mi tercer día, era mi encuentro con
Jesucristo.
Cuando ya se iban, de pronto se
devolvió don Carlos y me dijo: “así te dice el Señor Jesucristo”, el rostro le
cambió, yo no entendía, pero vi cuando
le cambió el rostro y no era don Carlos el que hablaba, era el Espíritu Santo
que estaba hablando a mi vida y dijo: “Esta es tu última oportunidad, este es
el último vagón o te coges de él o te mueres, esta es la última oportunidad”.
Ellos se fueron. El trato para
cada uno no es igual, pero para mí si fue ese tercer día.
Cuando ellos se fueron, por no
creer que estamos sellados con el Espíritu Santo, nos echamos las cartas,
tomamos tinto y fumamos.
Al tercer día de este suceso yo
me acosté y viví la experiencia que me tiene aquí parada, al amanecer desperté y
vi a mi lado un cuasimodo, un hombre pequeño y maletón con la cara llena de verrugas,
y me tenía abrazada, había también un hombre fuerte, era alto con un vestido
largo como de monje con las manos resguardas, cada una en la maga contraria. Al
pié del hombre fuerte había otro cuasimodo, el que mandaba era el grande, el
hombre fuerte al que yo le había entregado antes mi vida y que había borrado en
el momento que recibí Cristo.
Tenía que vivir esta experiencia
para para saber que el Espíritu Santo realmente sella, que la oración es fuerte
y que Dios está en nuestras vidas.
El primer cuasimodo daba un paso,
y el grande también lo daba. Ninguno daba el frente siempre estaban de lado.
Venían reclamar lo que yo había rechazado el día que recibí a Cristo, venía
reclamar que yo era de él, venía por mi alma, porque aunque el Señor me había
limpiado a través de sus siervos. Yo pisoteé lo que ellos habían hecho. Pero
Dios por su misericordia me daba otra oportunidad. Esto demuestra que el Señor
si sella con su Espíritu Santo.
Cuando vi que esos seres se
estaban acercando yo cerré los ojos y todo lo que oí a través de don Carlos y
doña Diana llegó a mi mente, la oración y todo. Vienen por mi alma porque me
hice leer las cartas.
Empecé a orar y a orar y a
clamarle misericordia al Señor. De pronto grité: “Dios yo te necesito”. Cuando
grité esto los seres explotaron.
Me senté y le pedí perdón a Dios
y le dije: “Señor ten misericordia de mí”.
Me quedé dormida, había perdido
el sello del Espíritu Santo pero Dios me volvió a respaldar con su sello.
Este es el tiempo perfecto de
Dios. Estamos sellados por el Espíritu Santo de Dios.
Dios si está con nosotros.
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