Muchas promesas nos ha dado el Señor las más
importantes la salvación y la vida
eterna. ¿Cuántas promesas te ha dado Dios a través de su palabra? En todo
momento Dios nos da promesas pero también nos da demandas
1 Pedro 1: 3
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su
grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia
incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para
vosotros,”
Hemos nacido de nuevo para
alcanzar esa gracia, esa gran misericordia que Dios nos ha dado a cada uno de
nosotros. ¿Tú puedes creer que has nacido de nuevo? ¿Podemos creer que hemos
nacido de nuevo, que somos hijos de Dios? ¿Que somos herederos y coherederos de
una salvación tan grande?
Cuando un padre muere deja
su herencia en los hijos y nadie puede reclamar eso, solamente sus hijos.
Solo nosotros los hijos de
Dios podemos heredar esas cosas divinas, esas cosas que Dios nos ha dado a
nosotros, cosas grandes y maravillosas.
Si estamos en lo secreto
con Dios. Dice Dios: “si estuvieres en lo secreto conmigo, yo te revelaré cosas
grandes y maravillosas que tú no conoces”.
Éxodo 3: 7 – 9
“Dijo
luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he
oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he
descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra
a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del
cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El
clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he
visto la opresión con que los egipcios los oprimen”.
El Espíritu Santo ha dicho
en este lugar: “he descendido para tomar sus aflicciones, para tomar sus cargas”.
¿Cuánto hace que el Espíritu Santo viene diciendo esto?, pero somos nosotros
los que no hemos querido entregar esto.
Dios si oye, Dios no es un
Dios sordo. Dios es amor, misericordia, paz, gozo, benignidad.
Nos quejamos mucho y no
decimos un gloria a Dios en medio de los problemas y de la angustia. Dice la
escritura: “el que esté triste ore, el que esté alegre cante alabanzas”.
Dios no nos desampara.
Dios dijo: “he visto la
aflicción de mi pueblo”, dijo mi pueblo.
Dios si conoce nuestras
angustias.
Dios desciende para darnos
una gran bendición, para ayudarnos, para batallar por nosotros. Y salimos
felices, pero después vemos ese gigante y nos olvidamos de lo que Dios dijo y
de que él es más grande y poderoso que cualquier gigante, que cualquier
problema.
Cuál es el problema que no
te deja crecer.
Éxodo 14: 10 –
“Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos,
y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel
temieron en gran manera, y clamaron a Jehová. Y dijeron a Moisés: ¿No había
sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por
qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo
que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque
mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto. Y
Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová
hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para
siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos”.
Cuántas veces vemos ese “faraón”
que se acerca y decimos palabras necias: “no quiero seguir, estoy cansado,
cuando estaba en el mundo le encontraba la solución a los problemas”. Aparentemente.
Pues se tapaba un hueco con otro.
Cuál ese faraón tan grande
que quieres tirar la toalla, que quieres volver atrás.
¿Puedes creer que Dios te
dice: no temáis estad firmes? Estad firmes sobre la roca ahí plantados sin movernos.
Echemos raíces sobre esa roca que es Jesucristo, estemos ahí firmes, parados.
Porque los egipcios,
porque esa dificultad que hoy habéis visto, nunca más para siempre, es para
siempre que Dios la arranca. Nunca más la veréis, pero hay que creerle, hay que
aferrarnos a esa promesa.
Jehová peleará por
vosotros y vosotros estaréis tranquilos. Estaremos tranquilos ante la
dificultad. Declara la palabra.
Es tiempo de avivarse, es
tiempo de creerle a Dios. Este es un pueblo de avivamiento, para que se hagan
cosas grandes y poderosas.
Qué es lo que te dice ese goliat
que le has creído más a ese goliat que a las palabras que Dios te ha dicho.
I Samuel 17: 1 - 10
“Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron
en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También
Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se
pusieron en orden de batalla contra los filisteos. Y los filisteos estaban
sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle
entre ellos. Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual
se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo. Y traía un
casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la
cota cinco mil siclos de bronce. Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y
jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo
de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su
escudero delante de él. Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel,
diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el
filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre
que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros
seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros
seréis nuestros siervos y nos serviréis. Y añadió el filisteo: Hoy yo he
desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. Oyendo
Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran
miedo”.
Los dos ejércitos estaban
separados por un monte. Todos estaban en orden de batalla. Nosotros somos
valerosos.
Es gigante salió a
desafiar al ejercito del Dios viviente y con su palabrería desarmó al ejercito
de Dios, los desarmó con su palabra. Tuvieron miedo. El miedo nos acobarda, no
nos deja hacer nada.
Nuestra armadura es
celestial, no tenemos lucha contra sangre ni carne, sino contra potestades,
huestes espirituales de maldad.
Este hombre desarmó el ejército
de Saúl con su palabrería.
El gigante metió miedo
porque sabía que Dios le daba las victorias al pueblo de Israel y seguramente
les iba a dar esta vez, entonces empieza por desanimar, eso hace el enemigo.
Saúl tuvo miedo no se
apropió de lo que era, era un rey, un sacerdote. Eso somos nosotros reyes y
sacerdotes, no tenemos por qué tener miedo, ¿vamos a dejar que ese gigante nos
atemorice con su palabrería?
Si las personas que están
en este lugar no están confiadas, no están bien paradas, todo el pueblo se va
abajo. Un líder tiene que estar firme y creyendo porque los ojos del pueblo queramos
o no queramos está sobre nosotros.
Que no digan mira el que
hablaba, mira como se derrumbó.
Un líder tiene que darle al
pueblo aliento, seguridad, confianza.
I Samuel 17: 16
“Venía,
pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante
cuarenta días”.
Cuánto tiempo lleva ese
gigante diciéndote cosas al oído. El enemigo no se cansa, nosotros somos los
que nos cansamos. La tentación siempre va a venir debemos estar alertas.
I Samuel 17: 21
“Y se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos, ejército
frente a ejército. Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el
bagaje, y corrió al ejército; y cuando llegó, preguntó por sus hermanos, si
estaban bien. Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se
ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de
Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y
las oyó David. Y todos los
varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran
temor. Y cada uno de los de
Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? El se adelanta para
provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes
riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en
Israel. Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán
al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque
¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del
Dios viviente? Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se
hará al hombre que le venciere”.
Para venir a pelear tienes
que dejar tu carga. Nosotros tenemos que entregar la carga para poder pelear.
Debemos dejar la carga en Dios.
Llevemos la carga de Dios
que es ligera y él se encarga de lo nuestro.
David fue diligente. Fue
diligente a escuchar lo que estaba diciendo el gigante.
Si escuchas que tu hogar
tal cosa y te van venir hacer esto o aquello y te haces el sordo, no vienes a
la línea de batalla para pelear por él.
Desde cuando el enemigo
tiene que llevar la ventaja si nosotros somos los que tenemos un paso adelante.
Dios dice que nos ha
puesto por cabeza y no por cola.
Él se adelanta para
provocar a Israel.
Cuando yo vengo a la
guerra espiritual obtengo recompensa: “¿qué le darán al hombre que venciere a
este filisteo?” Obtendremos bendición, David escuchó la bendición. “Al que
venciere le darán recompensa”.
Cuando estamos firmes creyéndole
a Dios hay recompensa.
El filisteo vino con la palabra
a atemorizar y David le dijo: “¿quién es este filisteo incircunciso para que
provoque a los escuadrones del Dios viviente?”
Somos hombres de guerra,
guerreros, hombres de batalla. El pueblo de Dios es un pueblo de guerra, de
batalla.
No podemos seguirle
creyendo ni a ese faraón ni a ese goliat. Tenemos que seguir parándonos como el
ejército de Dios que somos.
Nos dice en su palabra que
el verdadero amor echa fuera el temor y dice que Él nos da las fuerzas como las
del búfalo, todo lo podemos en Cristo que nos fortalece. Tenemos que declararle
al enemigo que esta vencido, él lo sabe.
Cuando el enemigo vino a tentar a Jesucristo,
Jesucristo no se quedó callado le declaró la palabra.
Muchas veces no alcanzamos las promesas por
nuestro pecado.
Josué 7: 11 – 13
“Israel
ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han
tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado
entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus
enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han
venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema
de en medio de vosotros. Levántate, santifica al pueblo, y di:
Santificaos para mañana; porque Jehová el Dios de Israel dice así: Anatema hay
en medio de ti, Israel; no podrás hacer frente a tus enemigos, hasta que hayáis
quitado el anatema de en medio de vosotros”.
Anatema hay. No podemos
ver las bendiciones porque hay pecado hay soberbia en nuestros corazones, hay
resentimiento, los hermanos contra los hermanos. Saquemos ese pecado de nuestro
corazón. Tenemos que ser personas humildes, perdonar y pedir perdón.
Si la otra persona que nos
ofendió o que ofendimos no da el brazo a torcer, dalo tú.
Saúl fue desechado por su
soberbia, por esa obstinación, por esa dureza de corazón. Nos mata la maldita
soberbia.
Dios tiene algo grande para este lugar y no
podemos dejar que ese viejo hombre salga.
Hay bendición cuando sacamos esas pequeñas
zorrillas.
Cuando sacamos esa zorrillas dice
Josué 1: 5
“Nadie te podrá hacer frente en todos
los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni
te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo
por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente
esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que
mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra,
para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se
apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás
en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito;
porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te
mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu
Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.
Hay victoria, hay
recompensa para aquellos que andan en santidad. Y en obediencia, para aquellos
que han atesorado esta palabra.
Éxodo 34: 10
“Y él contestó: He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré
maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y
verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será
cosa tremenda la que yo haré contigo”.
¿Puedes creer esto?
Para todos es esta
promesa, apropiémonos de esa promesa.
Éxodo 14: 19
“Y
el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en
pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó
y se puso a sus espaldas,”
Dios adelante y atrás de
su pueblo, guardándolo
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