Juan 7: 37 – 39
“En el
último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo:
Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la
Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu
que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el
Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”.
Todos tenemos necesidades, pero si tenemos a
Cristo él nos fortalece.
Hay que volver al primer amor, al amor que
sentíamos cuando empezamos el camino del Señor.
Venga Jesucristo y beba.
Como dice la Escritura, no es como yo pienso,
sino como dice la Palabra de Dios.
De nuestro interior correrán ríos de agua
viva. Sin embargo a veces esos ríos no se ven en nuestra vida.
Es fácil predicar la palabra desde un
púlpito, pero es afuera en la calles, en el trabajo, con nuestro ejemplo que
debemos predicar la palabra.
Cuando la palabra de Dios baja de los cielos
nuestra vida no puede ser la misma.
No había venido aun el Espíritu Santo y
nosotros en nuestro corazón tenemos al Espíritu Santo entonces deben correr
dentro de nosotros esos ríos de agua viva.
Muchas veces nos decimos estar firmes, pero
estamos firmes cuando velamos y oramos en todo momento.
Cuando Jesucristo fue a Getsemaní, los discípulos
se durmieron por la tristeza. La tristeza no nos deja avanzar, la amargura no nos
deja avanzar, los recuerdos del pasado no nos dejan avanzar. Jesucristo les
dijo: velad y orad para que no entréis en tentación: no podemos dejar de orar,
dice la palabra que Cornelio oraba a Dios siempre. En medio de la dificultad
oraba a Dios tres veces.
El hijo de Dios debe vivir orando en todo
momento, para que Satanás no gane ventaja sobre nosotros porque no desconocemos
sus maquinaciones.
Hoy hicimos la guerra espiritual. Estamos en
guerra en cada momento en cada segundo porque el enemigo no se queda quieto.
Cada día tenemos que pedir ser vigilantes en
nuestra alma.
Ezequiel 47: 1- 5
“Me
hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo
del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al
oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al
sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la
vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al
oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho. Y salió el varón hacia el
oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por
las aguas hasta los tobillos. Midió
otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros
mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya
un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el
río no se podía pasar sino a nado”.
El río no se podía pasar sino a nado, o sea
sumergido en el Río de Dios.
Ezequiel 47: 6 – 8
“Y me
dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la
ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos
árboles a uno y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del
oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar,
recibirán sanidad las aguas”.
Cuando nos sumergimos en el río de Dios, en
su Espíritu Santo nuestras vidas entran en sanidad.
Si buscamos a Dios y le pedimos a su Espíritu
Santo que entre en nuestras vidas él trae sanidad a nuestras vidas, trae
bendición a nuestras vidas.
Ezequiel 47: 9
“Y toda
alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y
habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad;
y vivirá todo lo que entrare en este río”.
No dice que la que pasare con el agua hasta
los tobillos, dice que nadare por dondequiera que entrare en estos dos ríos
vivirá.
Ezequiel 47: 10- 12
“Y
junto a él estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim será su
tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan numerosos como los
peces del Mar Grande. Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para
salinas. Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de
árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo
madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y
su hoja para medicina”.
Dice que no faltarás su fruto y dice el Señor
que pos sus frutos los conoceréis.
Damos fruto en abundancia cuando estamos en
comunión con el Espíritu Santo.
No es en el tiempo nuestro, es a su tiempo.
Cuando no veo la situación favorable debo seguir creyendo en la promesa que
Dios me dio.
Si Dios lo hizo con Abraham, si lo hizo con
Isaac, si lo hizo con su pueblo, lo hará con nosotros. Dios no los dejó
avergonzados. Dice la Palabra que los que confiamos en Yahvé no seremos
avergonzados.
Si declaras: Soy libre en Jesucristo, lo
veremos para la gloria del Señor.
Declaro sobre mi vida, que soy libre, que mi
vida es libre, que mi ministerio es libre, para la gloria de Dios, yo declaro
todas las promesas de Dios. No son mis pensamientos, no fue que alguien me lo
dijo, fue que Dios a mí me lo dijo. El Dios que hizo los milagros ayer los hace
hoy.
Hoy es el día de salvación, si oyereis hoy su
voz no endurezcáis vuestros corazones. Delante de su presencia estamos, él
conoce nuestros más íntimos pensamientos.
A su tiempo veré las respuestas, las aguas
salen de la presencia de Dios.
Los árboles tienen fruto que nos sacia.
Jesucristo es el que da agua de vida y sacia nuestra sed. Nunca tendremos sed
porque sacia para siempre.
Nada podrá separarnos del amor de Dios, ni
tribulaciones, ni lo que esté pasando con mi familia, ni los vituperios de los
que no creen, ni las finanzas nos apartarán del amor de Dios, porque él es mi
proveedor. Dice la palabra que muchos se desviaron por amor al dinero, por amor
a las finanzas.
Es ahí donde Dios prueba nuestras vidas, que
las cosas no nos separen del amor de Dios que es en Cristo Jesús.
Mateo 10: 19-20
“Mas
cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en
aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los
que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”.
Si estamos llenos del Espíritu Santo él
hablará por nosotros: de la abundancia del corazón habla la boca. Si nos
llenamos de su palabra, sin nos llenamos de su presencia, va a salir de nuestra
boca palabras de unción, de poder, palabra de Dios.
Lo que Dios me dio el mundo no me lo puede
quitar. Me paro sobre el ministerio que Dios me dio pues nadie me lo puede
quitar.
Marcos 16: 15 -18
“Y les
dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que
creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En
mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos
serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos
pondrán sus manos, y sanarán. Y el Señor, después que les habló, fue recibido
arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo,
predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con
las señales que la seguían. Amén”.
Gracias por tan hermosa palabra de Vida que ministra nuestra alma y espíritu, Dios los prospere más día a día, un abrazo, bendiciones
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