El ejercito
de Dios
¿Quién es el que le da el poder al ejército de Dios?
Jesucristo el Señor.
El ejército son muchos soldados unidos en un cuerpo sujetos a
las órdenes de un general.
El ejercito marcha y canta a la voz del comandante.
¿Nosotros si vamos guiados voz la voz de nuestro general que
es Jesucristo o somos guiados por nuestros anhelos o sueños?
En Lucas 7 del 6:9 habla de un centurión. El centurión le
dice: “di la palabra y mi siervo sanará porque yo también soy hombre sujeto a
autoridad y tengo poder sobre otros y le
digo a este ve y va”.
Si los soldados se sujetan a la voz de un general y es algo
terrenal como no lo hacemos nosotros con Cristo que es el rey de reyes y Señor
de señores.
Nosotros con tal general, que es Jesucristo no podemos andar
como derrotados, desanimados como si no tuviéramos un Dios, si nos sentimos
débiles, él es nuestra fortaleza.
Dios quiere que su pueblo se levante que tome las armas que
él nos ha dado.
Vemos que en Mateo dice que el reino de los cielos lo
arrebatan los violentos. Un soldado que no esté por destruir a su enemigo, está
derrotado.
En I Samuel 17 estaba
David frente al gigante y el ejército de Israel, era dirigido por Saúl que
estaba amedrentado. El gigante los atemorizaba con el poder de la palabra. Ese
gigante no utilizó armas.
Saúl no se fortalecía en Dios y por eso cada día su vida iba para
atrás.
Cristo Utilizó como arma, el espíritu de su boca, utilizó la
palabra.
I Samuel 17: 48-53
Y aconteció que cuando
el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se
dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo
David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e
hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó
sobre su rostro en tierra.
Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron. Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón. Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos, y saquearon su campamento. Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda.
Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron. Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón. Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos, y saquearon su campamento. Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda.
David se dio prisa no se quedó ahí parado, se dio prisa
frente a la situación. David sabía que sus fuerzas provenían de Dios. Decía:
Dios es el que me viste de poder.
¿Cuánto tiempo lleva el Señor dándonos palabra tras palabra
mandato tras mandato? Es tiempo de ver su gloria, es tiempo de que su pueblo
ande como soldados de su ejército, como verdadero hombres y mujeres que conocen
al Dios de Israel.
A veces nos sentimos que el enemigo es más fuerte que
nosotros, no nos sentimos dignos, pero Dios nos hace dignos a través de la
sangre del Cordero, Dios nos hace dignos a través de lo que Jesucristo hizo en
la cruz del Calvario.
Veamos lo que dice en los versículos 41 y 42
Y el filisteo venía
andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el
filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y
de hermoso parecer.
Cuantos nos tienen en poco, el enemigo nos hace sentir que no
somos nada.
En el 43 dice
Y dijo el filisteo a
David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus
dioses.
El salmo 68: 1
Levántese Dios, sean
esparcidos sus enemigos, Y huyan de su presencia los que le
aborrecen.
Ese
filisteo provocó al Dios de Israe.
El
enemigo no viene a decir ven y caes en pecado, el viene enmascarado, viene como
oveja y por dentro es lobo rapaz, el lo que quiere es quitarle la bendición a
su pueblo.
El
44 dice:
Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo
y a las bestias del campo.
Cuando el enemigo te ve en angustia, él no te va a dar la
mano para levantarte.
El 45 dice: Entonces
dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo
vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones
de Israel, a quien tú has provocado.
Saúl quería ponerle una
armadura a David, una armadura de guerra, pero David dijo a Saúl que no le
pusiera eso, David tenía fe y esa era su armadura. La armadura de Dios es la
fe.
Nosotros estamos puestos
para llevar el nombre de Yavéh de los ejércitos, las sanidades que se hacen son
en nombre de Yavéh.
En Hechos de los apóstoles
cuando Dios los utilizaba ellos siempre
decía en el nombre de Jesucristo, en ese nombre se hacen esas sanidades y
nosotros somos instrumentos en las manos de Dios.
¿Qué nombre estamos
llevando nosotros, a que ejercito pertenecemos? ¿Si le creemos a este nombre o
creemos que el enemigo tiene más fuerza o es más grande que el Señor? El Señor
es más grande que cualquier gigante, es más grande que la dificultad.
Lo que Dios hizo ayer lo
hace ahora y siempre. Dios cuando se cierra el camino, el nos abre camino en
medio del desierto.
En el salmo 68 3 dice:
Mas
los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, Y
saltarán de alegría.
Si
tenemos a Dios en nuestro corazón cómo nos vamos a entristecer, cómo nos vamos
a desanimar, Dios quiere que nosotros nos levantemos. En Efesios dice
despiértate tú que duermes. Un soldado no puede estar dormido.
Tenemos que esperar en
Dios no en lo que el hombre pueda hacer por nosotros.
En el pasaje de Goliat a
Dios le bastó con uno que le creyese y ese fue David que corrió a la línea de
batalla y no se quedó pensando en los problemas y en las dificultades, sino que
corrió a la línea de batalla y enfrentó a ese gigante.
Y dice el 46: Jehová te
entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy
los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra;
y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel.
Dice Jehová te entregará
hoy, ¿Si podemos creer que Dios puede darnos la victoria? Si creemos Dios nos
da la victoria y esa victoria es hoy.
El 47: Y sabrá toda
esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová
es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.
La batalla que estamos
peleando en este momento está en las manos de Dios.
Dice la escritura que a
David se unió un ejército de gente triste. Dios escogió a lo menospreciado.
II Samuel 21: 15 – 17
Volvieron los filisteos a
hacer la guerra a Israel, y descendió David y sus siervos con él, y pelearon
con los filisteos; y David se cansó. E Isbi-benob, uno de los
descendientes de los gigantes, cuya lanza pesaba trescientos siclos de bronce,
y quien estaba ceñido con una espada nueva, trató de matar a David; mas
Abisai hijo de Sarvia llegó en su ayuda, e hirió al filisteo y lo mató.
Entonces los hombres de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí en
adelante saldrás con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de
Israel.
David
se cansó, pero somos seres humanos que nos cansamos. La cabeza nuestra es
Jesucristo. Todos somos necesitados y nos necesitamos los unos a los otros.
David se cansó, pero Dios nos ha enseñado a tomar esas armas. Abisai se levantó
e hizo lo que David le había enseñado, Dios quiere que nosotros nos
fortalezcamos los unos a los otros. Los soldados se fortalecen entre sí.
En
Pentecostés dice que había 120 y todos estaban unánimes, juntos, En unidad.
Todos estaban esperando el Espíritu Santo.
Acá
estamos pensando que Cristo está en medio de nosotros, pero todos debemos estar
pensando lo mismo, debemos estar seguros, debemos estar en unidad.
Dios
ha enviado su Palabra y su Palabra tiene poder para vencer.
II
Samuel 23: 11-12
Después de éste fue Sama
hijo de Age, ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un
pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo había huido delante de los
filisteos. El entonces se paró en medio de aquel terreno y lo defendió, y
mató a los filisteos; y Jehová dio una gran victoria.
El
pueblo se olvidó de lo que Dios hizo y huyó. Por un hombre que le creyó a Dios
y dio una gran victoria.
En
medio de la alabanza Dios nos está tocando, cuando extendemos nuestras manos
Dios nos está sanando, cuando le cantamos, en medio de nuestro quebranto Dios
está tocando nuestras familias, está tocando a aquellas personas que se
levantan contra nosotros, está peleando nuestras batallas.
Cristo
dice: orando en todo tiempo, Dios nos ha dado muchas armas: la oración, el
ayuno, la alabanza, la guerra espiritual.
Dios
dice que la oración del justo puede es eficaz, la oración de justo puede mucho.
Tiene que ser una oración genuina y sincera, no necesitamos muchas palabras,
pero solo con que sea sincera.
II
Samuel 22: 7
En mi angustia invoqué a Jehová, Y
clamé a mi Dios; El oyó mi voz desde su templo,
Y mi clamor llegó a sus oídos.
Y mi clamor llegó a sus oídos.
Nosotros
creemos que Dios escucha esa oración, y que Dios está al control de todas
nuestras cosas y que si nos dio la victoria ayer, también nos la dará hoy.
Vemos
lo que dice en los versículos 28 a 33: Porque
tú salvas al pueblo afligido, mas tus ojos están sobre los altivos para abatirlos. Tú eres mi lámpara, oh
Jehová; Mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desbarataré
ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros. En cuanto a Dios, perfecto
es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová.
Escudo es a todos los que en él esperan. Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de fuerza,
Y quien despeja mi camino;
Escudo es a todos los que en él esperan. Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de fuerza,
Y quien despeja mi camino;
Dos se compadece de su
pueblo y de las necesidades que estamos pasando. Muchas veces se nos cierra el
camino y no vemos puertas abiertas, pero Dios abre puertas de bendición y toca
las personas y canales que menos imaginamos y mueve montañas y Dios da agua a beber en medio del desierto y envía
la provisión para su pueblo.
Dios nos ha bendecido espiritual y materialmente y
en esa misma forma debemos hacerlo nosotros. No hablamos acá de diezmos porque
los diezmos son del viejo pacto; hablamos de ofrendas y no por presión de otras
personas, sino porque el Espíritu Santo lo pone en nuestros corazones, porque
tenemos el sentir en libertad para ofrendar a otros.
Los versículos 34 a 37
dicen: Quien hace mis pies como de
ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas; Quien adiestra mis manos
para la batalla,
De manera que se doble el arco de bronce con mis brazos. Me diste asimismo el escudo de tu salvación, Y tu benignidad me ha engrandecido. Tú ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.
De manera que se doble el arco de bronce con mis brazos. Me diste asimismo el escudo de tu salvación, Y tu benignidad me ha engrandecido. Tú ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.
Dios me adiestra para la
batalla, cuantas veces nos sentimos desfallecer y queremos abandonar todo, pero
Dios nos da fuerza.
El 38 y 39 dicen: Perseguiré a mis enemigos, y los
destruiré, y no volveré hasta acabarlos. Los consumiré y los heriré,
de modo que no se levanten;
Caerán debajo de mis pies.
Caerán debajo de mis pies.
Un ejército siempre sale
con esa visión, además aquí se nos muestra que estamos en guerra contra el
enemigo, contra las huestes espirituales de maldad “que habitan la regiones
aéreas” como dice Efesios 6.
En ocasiones nos sentimos
debajo de los pies del enemigo, pero no debe ser así porque Dios va delante de
nosotros en la batalla, como poderoso gigante.
Del 40 al 42 dice: Pues me ceñiste de fuerzas para la
pelea; has humillado a mis enemigos debajo de mí, y has hecho que mis
enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo destruyese a los que me aborrecen. Clamaron, y no hubo quien los salvase; aun a Jehová, mas no les oyó.
Para que yo destruyese a los que me aborrecen. Clamaron, y no hubo quien los salvase; aun a Jehová, mas no les oyó.
Los enemigos claman a sus
dioses y no hay quien les escuche.
Los versículos 43 y 44
dicen: Como polvo de la tierra los
molí; como lodo de las calles los pisé y los trituré. Me has librado de
las contiendas del pueblo;
me guardaste para que fuese cabeza de naciones; Pueblo que yo no conocía me servirá.
me guardaste para que fuese cabeza de naciones; Pueblo que yo no conocía me servirá.
Dios nos ha puesto por
cabeza y además gente que no conocíamos nos servirá, nos ayudará.
Para Dios no hay nada imposible.
Para Dios no hay nada imposible.
Nadie puede maldecir a los
que Dios ha bendecido. Hoy Dios entrega la bendición en nuestras manos.
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