viernes, 14 de febrero de 2014

El Ejercito de Dios



El ejercito de Dios 
¿Quién es el que le da el poder al ejército de Dios? Jesucristo el Señor.
El ejército son muchos soldados unidos en un cuerpo sujetos a las órdenes  de un general.
El ejercito marcha y canta a la voz del comandante.
¿Nosotros si vamos guiados voz la voz de nuestro general que es Jesucristo o somos guiados por nuestros anhelos o sueños?
En Lucas 7 del 6:9 habla de un centurión. El centurión le dice: “di la palabra y mi siervo sanará porque yo también soy hombre sujeto a autoridad y  tengo poder sobre otros y le digo a este ve y va”.
Si los soldados se sujetan a la voz de un general y es algo terrenal como no lo hacemos nosotros con Cristo que es el rey de reyes y Señor de señores.
Nosotros con tal general, que es Jesucristo no podemos andar como derrotados, desanimados como si no tuviéramos un Dios, si nos sentimos débiles, él es nuestra fortaleza.
Dios quiere que su pueblo se levante que tome las armas que él nos ha dado.
Vemos que en Mateo dice que el reino de los cielos lo arrebatan los violentos. Un soldado que no esté por destruir a su enemigo, está derrotado.
En I Samuel 17  estaba David frente al gigante y el ejército de Israel, era dirigido por Saúl que estaba amedrentado. El gigante los atemorizaba con el poder de la palabra. Ese gigante no utilizó armas.
Saúl no se fortalecía en Dios y por eso cada día su vida iba para atrás.
Cristo Utilizó como arma, el espíritu de su boca, utilizó la palabra.
I Samuel 17: 48-53
Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. 

 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron. Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón. Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos, y saquearon su campamento. Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda. 
David se dio prisa no se quedó ahí parado, se dio prisa frente a la situación. David sabía que sus fuerzas provenían de Dios. Decía: Dios es el que me viste de poder.
¿Cuánto tiempo lleva el Señor dándonos palabra tras palabra mandato tras mandato? Es tiempo de ver su gloria, es tiempo de que su pueblo ande como soldados de su ejército, como verdadero hombres y mujeres que conocen al Dios de Israel.
A veces nos sentimos que el enemigo es más fuerte que nosotros, no nos sentimos dignos, pero Dios nos hace dignos a través de la sangre del Cordero, Dios nos hace dignos a través de lo que Jesucristo hizo en la cruz del Calvario.
Veamos lo que dice en los versículos 41 y 42
Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. 
Cuantos nos tienen en poco, el enemigo nos hace sentir que no somos nada.
En el 43 dice
Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. 
El salmo 68: 1
Levántese Dios, sean esparcidos sus enemigos, Y huyan de su presencia los que le aborrecen.
Ese filisteo provocó al Dios de Israe.
El enemigo no viene a decir ven y caes en pecado, el viene enmascarado, viene como oveja y por dentro es lobo rapaz, el lo que quiere es quitarle la bendición a su pueblo.
El 44 dice: Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo.

Cuando el enemigo te ve en angustia, él no te va a dar la mano para levantarte.
El 45 dice: Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado
Saúl quería ponerle una armadura a David, una armadura de guerra, pero David dijo a Saúl que no le pusiera eso, David tenía fe y esa era su armadura. La armadura de Dios es la fe.
Nosotros estamos puestos para llevar el nombre de Yavéh de los ejércitos, las sanidades que se hacen son en nombre de Yavéh. 
En Hechos de los apóstoles cuando Dios los utilizaba ellos  siempre decía en el nombre de Jesucristo, en ese nombre se hacen esas sanidades y nosotros somos instrumentos en las manos de Dios.
¿Qué nombre estamos llevando nosotros, a que ejercito pertenecemos? ¿Si le creemos a este nombre o creemos que el enemigo tiene más fuerza o es más grande que el Señor? El Señor es más grande que cualquier gigante, es más grande que la dificultad.
Lo que Dios hizo ayer lo hace ahora y siempre. Dios cuando se cierra el camino, el nos abre camino en medio del desierto.
En el salmo 68 3 dice:
 Mas los justos se alegrarán; se gozarán delante de Dios, Y saltarán de alegría.
Si tenemos a Dios en nuestro corazón cómo nos vamos a entristecer, cómo nos vamos a desanimar, Dios quiere que nosotros nos levantemos. En Efesios dice despiértate tú que duermes. Un soldado no puede estar dormido.
Tenemos que esperar en Dios no en lo que el hombre pueda hacer por nosotros.
En el pasaje de Goliat a Dios le bastó con uno que le creyese y ese fue David que corrió a la línea de batalla y no se quedó pensando en los problemas y en las dificultades, sino que corrió a la línea de batalla y enfrentó a ese gigante.
Y dice el 46: Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. 
Dice Jehová te entregará hoy, ¿Si podemos creer que Dios puede darnos la victoria? Si creemos Dios nos da la victoria y esa victoria es hoy. 
El 47: Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos
La batalla que estamos peleando en este momento está en las manos de Dios.
Dice la escritura que a David se unió un ejército de gente triste. Dios escogió a lo menospreciado.
II Samuel 21: 15 – 17
Volvieron los filisteos a hacer la guerra a Israel, y descendió David y sus siervos con él, y pelearon con los filisteos; y David se cansó. E Isbi-benob, uno de los descendientes de los gigantes, cuya lanza pesaba trescientos siclos de bronce, y quien estaba ceñido con una espada nueva, trató de matar a David; mas Abisai hijo de Sarvia llegó en su ayuda, e hirió al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David le juraron, diciendo: Nunca más de aquí en adelante saldrás con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel. 
David se cansó, pero somos seres humanos que nos cansamos. La cabeza nuestra es Jesucristo. Todos somos necesitados y nos necesitamos los unos a los otros. David se cansó, pero Dios nos ha enseñado a tomar esas armas. Abisai se levantó e hizo lo que David le había enseñado, Dios quiere que nosotros nos fortalezcamos los unos a los otros. Los soldados se fortalecen entre sí.
En Pentecostés dice que había 120 y todos estaban unánimes, juntos, En unidad. Todos estaban esperando el Espíritu Santo.
Acá estamos pensando que Cristo está en medio de nosotros, pero todos debemos estar pensando lo mismo, debemos estar seguros, debemos estar en unidad.
Dios ha enviado su Palabra y su Palabra tiene poder para vencer.
II Samuel 23: 11-12
Después de éste fue Sama hijo de Age, ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo había huido delante de los filisteos. El entonces se paró en medio de aquel terreno y lo defendió, y mató a los filisteos; y Jehová dio una gran victoria. 
El pueblo se olvidó de lo que Dios hizo y huyó. Por un hombre que le creyó a Dios y dio una gran victoria.
En medio de la alabanza Dios nos está tocando, cuando extendemos nuestras manos Dios nos está sanando, cuando le cantamos, en medio de nuestro quebranto Dios está tocando nuestras familias, está tocando a aquellas personas que se levantan contra nosotros, está peleando nuestras batallas.  
 
Cristo dice: orando en todo tiempo, Dios nos ha dado muchas armas: la oración, el ayuno, la alabanza, la guerra espiritual.
Dios dice que la oración del justo puede es eficaz, la oración de justo puede mucho. Tiene que ser una oración genuina y sincera, no necesitamos muchas palabras, pero solo con que sea sincera.
II Samuel 22: 7
 En mi angustia invoqué a Jehová,  Y clamé a mi Dios; El oyó mi voz desde su templo,
Y mi clamor llegó a sus oídos. 

Nosotros creemos que Dios escucha esa oración, y que Dios está al control de todas nuestras cosas y que si nos dio la victoria ayer, también nos la dará hoy. 
Vemos lo que dice en los versículos 28 a 33: Porque tú salvas al pueblo afligido, mas tus ojos están sobre los altivos para abatirlos. Tú eres mi lámpara, oh Jehová; Mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos,  Y con mi Dios asaltaré muros. En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová.
Escudo es a todos los que en él esperan. Porque ¿quién es Dios, sino sólo Jehová?  ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? Dios es el que me ciñe de fuerza,
Y quien despeja mi camino; 

Dos se compadece de su pueblo y de las necesidades que estamos pasando. Muchas veces se nos cierra el camino y no vemos puertas abiertas, pero Dios abre puertas de bendición y toca las personas y canales que menos imaginamos y mueve montañas y Dios  da agua a beber en medio del desierto y envía la provisión para su pueblo. 
Dios  nos ha bendecido espiritual y materialmente y en esa misma forma debemos hacerlo nosotros. No hablamos acá de diezmos porque los diezmos son del viejo pacto; hablamos de ofrendas y no por presión de otras personas, sino porque el Espíritu Santo lo pone en nuestros corazones, porque tenemos el sentir en libertad para ofrendar a otros.
Los versículos 34 a 37 dicen: Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas; Quien adiestra mis manos para la batalla,
De manera que se doble el arco de bronce con mis brazos. Me diste asimismo el escudo de tu salvación,  Y tu benignidad me ha engrandecido.  Tú ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.

Dios me adiestra para la batalla, cuantas veces nos sentimos desfallecer y queremos abandonar todo, pero Dios nos da fuerza.
El 38 y 39 dicen: Perseguiré a mis enemigos, y los destruiré, y no volveré hasta acabarlos. Los consumiré y los heriré, de modo que no se levanten;
Caerán debajo de mis pies
Un ejército siempre sale con esa visión, además aquí se nos muestra que estamos en guerra contra el enemigo, contra las huestes espirituales de maldad “que habitan la regiones aéreas” como dice Efesios 6. 
En ocasiones nos sentimos debajo de los pies del enemigo, pero no debe ser así porque Dios va delante de nosotros en la batalla, como poderoso gigante.
Del 40 al 42 dice: Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea; has humillado a mis enemigos debajo de mí, y has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas,
Para que yo destruyese a los que me aborrecen. Clamaron, y no hubo quien los salvase; aun a Jehová, mas no les oyó.
 

Los enemigos claman a sus dioses y no hay quien les escuche.
Los versículos 43 y 44 dicen: Como polvo de la tierra los molí; como lodo de las calles los pisé y los trituré. Me has librado de las contiendas del pueblo;
me guardaste para que fuese cabeza de naciones
; Pueblo que yo no conocía me servirá.
Dios nos ha puesto por cabeza y además gente que no conocíamos nos servirá, nos ayudará. 
Para Dios no hay nada imposible. 
Nadie puede maldecir a los que Dios ha bendecido. Hoy Dios entrega la bendición en nuestras manos.

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