lunes, 7 de julio de 2014

Pacto eterno



I Reyes 2: 1-4

“Llegaron los días en que David había de morir, y ordenó a Salomón su hijo, diciendo: Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre.  Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas;  para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israe”l.

Le pide David a Salomón que siga su camino y que guarde los preceptos de Dios para que Dios lo prospere. Cuando nosotros  llegamos a Cristo lo recibimos como Señor y Salvador. Hicimos un pacto con él.

Cuando él nos da, cuando él nos da bendiciones y nos hace promesas, nosotros oramos por esas promesas, pero tenemos que recordar que nosotros hicimos un pacto con él: le dijimos que él era nuestro Dios, nuestro salvador y que nuestras vidas sería guiadas por él.

II Crónicas 7: 17 – 20

“Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, e hicieres todas las cosas que yo te he mandado, y guardares mis estatutos y mis decretos,  yo confirmaré el trono de tu reino, como pacté con David tu padre, diciendo: No te faltará varón que gobierne en Israel. Mas si vosotros os volviereis, y dejareis mis estatutos y mandamientos que he puesto delante de vosotros, y fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis,  Yo os arrancaré de mi tierra que os he dado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la arrojaré de mi presencia, y la pondré por burla y escarnio de todos los pueblos”.

Acá le habla Dios a Salomón. Si Salmón anda en obediencia Dios lo va a bendecir. En la obediencia hay gran bendición, pero en la desobediencia hay maldición. El padre que ama a su hijo lo corrige.

Ezequiel 33: 7 – 9

“A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.  Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano.  Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida”.

Le pedimos a Dios que nos use y nos puede usar acá predicado y nos pone como atalaya. Tenemos el deber de comunicar el llamado de Dios, el llamado a la consagración. Dios nos demanda las almas, cuando él nos ordena hablar y no lo hacemos.

Abramos nuestro corazón porque esta palabra es para todos. Recordemos que cuando Jonás no quiso ir a Nínive fue castigado.

Isaías 65: 13 

“Por tanto, así dijo Jehová el Señor: He aquí que mis siervos comerán, y vosotros tendréis hambre; he aquí que mis siervos beberán, y vosotros tendréis sed; he aquí que mis siervos se alegrarán, y vosotros seréis avergonzados;”

Tenemos que andar en comunión con Dios nos tenemos que consagrar, no falta con venir a la palabra y a la oración, tenemos que orar continuamente. Las bendiciones llegan con la consagración.

Isaías 24: 5 

“Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno”.

No quebrantemos el pacto que hicimos con Dios cuando lo recibimos en nuestro corazón. Cuando nosotros hacemos un pacto con una persona esperamos dar y recibir. ¿Qué le estamos entregando a Dios? ¿Estamos entregándole muy poco? 

Isaías 38: 1-5

“En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás.  Entonces volvió Ezequías su rostro a la pared, e hizo oración a Jehová,  y dijo: Oh Jehová, te ruego que te acuerdes ahora que he andado delante de ti en verdad y con íntegro corazón, y que he hecho lo que ha sido agradable delante de tus ojos. Y lloró Ezequías con gran lloro.  Entonces vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo:  Ve y di a Ezequías: Jehová Dios de David tu padre dice así: He oído tu oración, y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años”.

 ¿Nosotros le podemos decir a Dios esto que mire nuestra oración y que andamos de integro corazón? O ¿solo venimos a la oración y a la alabanza, pero vivimos como queremos?

Dios se merece toda la gloria, toda la honra, toda la adoración. Vero venimos los martes a guerrear por las bendiciones y los viernes a darle las gracias no venimos. Eso no es consagración.

Orémosle a Dios desde temprano para que quite los obstáculos que no nos permiten venir.

Recordemos que nos prometió un avivamiento y puede llegar cualquier día, no se nos va a avisar el día exacto y si el día que es no estamos nos lo perdemos.

Tenemos que tener consagración para poder tener un avivamiento, pero nuestro corazón debe estar firme las 24 horas del día. El tiempo se agota.

Proverbios 15: 8

“El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; Mas la oración de los rectos es su gozo”.

Hay que orar sin cesar. Estamos contaminado nuestra vista cuando vemos esa televisión que nada bueno nos ofrece, nos ofrece guerra, violencia. En las cosas más tiernas de la televisión, tiene mensajes subliminales, doble sentido, tenemos que poner atención a lo que dejamos ver a nuestros hijos.

Dios nos ha dado discernimiento porque llevamos mucho tiempo en la oración y sabemos que está bien y que está mal hecho, hasta nuestros niños más pequeños ya saben distinguir entre lo bien y lo mal hecho.

Salmos 44: 8

“En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, Y para siempre alabaremos tu nombre”.

Para siempre, es siempre en todo momento. A veces Dios nos llama a oración en la madrugada y no nos vamos rápido a la oración, nos da pereza. No debe ser así.

Salmos 110: 4

“Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre Según el orden de Melquisedec”.

Somos sacerdotes para siempre, el pacto es eterno.

Salmo 112: 1 – 3

“Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, Y en sus mandamientos se deleita en gran manera. Su descendencia será poderosa en la tierra; La generación de los rectos será bendita. Bienes y riquezas hay en su casa, Y su justicia permanece para siempre”.

Para siempre es su justicia, pero arrebatémosla, Dios nos llama a la consagración. Hay que orar no podemos perder la comunión con Dios.

Salmo 84: 34 – 36

“No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, Y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre, Y su trono como el sol delante de mí”.

Isaías 55: 3

“Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David”.

II Samuel 24: 10

“Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente”.

Para entra en comunión con Dios tenemos que confesar nuestros pecados a él. Un pecado inconfeso no nos deja estar en comunión con él. ¿Cómo vamos a levantar manos a Dios estando en pecado? Decimos que levantamos manos santas, pero estamos en pecado y ese pecado nos permite estar en comunión con Dios ni recibir sus bendiciones.

David oró y pidió perdón a Dios porque se dio cuenta de que había cometido un pecado y Dios escucho su oración.

Daniel 4: 24 – 25

“esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey: Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere”.

Daniel interpreto el sueño y eso fue lo que ocurrió, y le dijo que hasta que no reconociese que el Altísimo tenía el poder, Dios no le iba a quitar esa maldición.

Vamos al 34 y luego al 37 

“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades”.

“Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia”.

Si entregamos a Dios nuestro corazón, derramamos nuestro corazón delante de él y le pedimos perdón por nuestros pecados, reconocemos nuestro pecado, Dios escucha nuestra oración. Hay que pedir también perdón a las personas que ofendemos. Debemos andar en humildad, sin orgullo, de qué nos sirve el orgullo el día que partamos de esta tierra.

Colosenses 4: 2  

“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;”

Tenemos que dar gracias a Dios por sus maravillas por todas las bendiciones, salud, provisión y todo lo que nos da y sobre todo la salvación.

Jeremías 11: 1 – 5

Palabra que vino de Jehová a Jeremías, diciendo:  Oíd las palabras de este pacto, y hablad a todo varón de Judá, y a todo morador de Jerusalén.  Y les dirás tú: Así dijo Jehová Dios de Israel: Maldito el varón que no obedeciere las palabras de este pacto,  el cual mandé a vuestros padres el día que los saqué de la tierra de Egipto, del horno de hierro, diciéndoles: Oíd mi voz, y cumplid mis palabras, conforme a todo lo que os mando; y me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios;  para que confirme el juramento que hice a vuestros padres, que les daría la tierra que fluye leche y miel, como en este día. Y respondí y dije: Amén, oh Jehová.

Isaías 54: 10

 Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti”. 

Ahí mismo en el 54 vamos del 12: 15

“Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de carbunclo, y toda tu muralla de piedras preciosas. Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos.  Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti.  Si alguno conspirare contra ti, lo hará sin mí; el que contra ti conspirare, delante de ti caerá”.

Pasemos al 17

“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová”.

Veamos el amor eterno de Dios miremos todo lo que tiene para darnos, bendición sobre bendición. Solo nos pide el corazón.

Ester 8: 7-8

“Respondió el rey Asuero a la reina Ester y a Mardoqueo el judío: He aquí yo he dado a Ester la casa de Amán, y a él han colgado en la horca, por cuanto extendió su mano contra los judíos.  Escribid, pues, vosotros a los judíos como bien os pareciere, en nombre del rey, y selladlo con el anillo del rey; porque un edicto que se escribe en nombre del rey, y se sella con el anillo del rey, no puede ser revocado”.

Esto se lo dijo Asuero a la reina Ester y a Mardoqueo, porque ellos fueron a pedir por su pueblo y como Ester halló gracia ante el rey Asuero.

Si nosotros hallamos gracia ante Dios, como no nos va dar todo si somos sus consentidos, somos sus hijos, somos la niña de sus ojos.

Salmos 93: 5

“Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, Oh Jehová, por los siglos y para siempre”.

II Corintios: 7:1 

“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.

Limpiemos nuestras vestiduras.

Eclesiastés 9: 8

“En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza”.

II Crónicas 7: 14

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra”.

Señor hoy quiero entregarte mi corazón y entonarte una alabanza que perfume los cielos y tu altar, Padre amado, hoy abro a ti mi corazón, hoy agradezco este alimento que me has dado. Me rindo a tus pies, Señor permíteme besarlos y enjugarlos con mis lágrimas. Señor, tu amor me ha rescatado, tu preciosa sangre derramaste por darme salvación y vida eterna, con ella me has limpiado. Hoy te pido que se abran los cielos, que derrames tu amor, que se inunde este templo de tu gloria, Padre amado y tu gozo permanezca eternamente en mi vida, que tu luz resplandezca en mi vida, Padre; que tu poder descienda y tu justicia sea plena, Señor amado. Te lo pedimos en Cristo Jesús, amen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario