Esos somos nosotros, ¿lo podemos
creer de todo corazón? No estamos en este lugar de casualidad, Dios nos llamó
para mostrar su grandeza y su poder. Pudo haber escogidos a otros, pero nos
llamó a nosotros.
Hechos 7: 49 – 51
"El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué
casa me edificaréis? dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de mi
reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas? ¡Duros de cerviz,
e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu
Santo; como vuestros padres, así también vosotros".
Dios está diciendo que el cielo
es el trono y la tierra es el estrado de sus pies, está hablando de su grandeza
y de sus maravillas. ¿Cómo está ese templo que le estás edificando a Dios? En
el antiguo le edificaban lo mejor a Dios. El Espíritu Santo moraba en tiendas,
en tabernáculos, hoy el Espíritu Santo mora en nuestro corazón, nosotros somos
ese templo y Dios nos pregunta que cómo está.
No permitimos que el Espíritu
Santo more en nosotros como debe ser: en una morada sin mancha. Somos
incircuncisos porque cuántas veces nos dice el Espíritu Santo que cambiemos.
Por eso dice que somos incircuncisos y dice que resistimos al Espíritu Santo.
Malaquías 1: 6-8
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo
padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová
de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y
decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? En que ofrecéis sobre mi
altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que
la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para
el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es
malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás
acepto? dice Jehová de los ejércitos”.
Si nosotros somos esos hijos de
Dios y él es nuestro Padre dónde está la honra para el Señor. Nosotros somos
esos sacerdotes para ministrar esas cosas del Señor.
Cuando no nos gusta el vaso que
el Señor está usando para traernos la palabra estamos despreciando la mesa del
Señor.
Dios quiere algo puro, algo
limpio, un corazón limpio delante del Señor.
Dios dijo que en este lugar haría
cosas grandes y maravillosas, pero ¿dónde están los que claman?
Lucas 7: 36-40
“Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo
entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la
ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del
fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él
a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con
sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el
fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería
quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces
respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo:
Di, Maestro”.
Saltemos al 44:
“Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta
mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado
mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste
beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No
ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho;
mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus
pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la
mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona
pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz”.
Nosotros estamos hoy sentados
ante la mesa como el Señor y ¿Qué perfume hemos traído para él?
No tenemos palabras para el
Señor. No tenemos palabras para agradecerle.
No sé cansó esta mujer.
Queremos venir a la mesa y no
darle nada al Señor, solo esperamos que él nos sacie.
“Qué le has traído al Señor?:
¿has orado toda la semana?
Hay que orar más, hay que ayunar
más, nadie nos lo tiene que decir.
Cuando vamos más allá de lo que
nos toca hacer recibimos la recompensa.
Esa mujer fue diligente y recibió
su recompensa, recibió la salvación, fue perdonada por sus pecados.
Lucas 13: 6-9
“Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su
viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He
aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo;
córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? El entonces,
respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave
alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la
cortarás después”.
Dónde está el fruto, dónde está
lo que Dios le ha dado. ¿Cuántos se acuerda cuando Dios les dio su ministerio?
Los escogidos son los que
perseveran.
Cuántos como Jeremías que no
quieren que Dios los utilice porque tienen miedo de algo.
Jeremías 1: 4 – 7
“Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te
formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por
profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé
hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque
a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande”.
Antes de que naciéramos Dios nos
conocía, y nos bendijo en el vientre de nuestra madre. No hay excusa, Dios te
llamó para servirle y no hay excusas para no hacerlo.
Si Dios nos dio ministerio y si
nos manda a hacer algo es porque sabe que somos capaces de obedecer.
No estás acá por casualidad,
estás para cosas grandes, pero dudas en tu corazón y por eso es que no suceden
las cosas.
Dios nos trajo acá con un
propósito, pero está en nosotros dejar que Dios nos utilice.
Haremos todo lo que Dios nos
mande. Por amor al Señor debemos hacer lo que él nos manda, para que afuera
conozcan que al Dios que servimos es un
Dios real , es un Dios vivo, un Dios que todo lo hace, un Dios que hace
maravillas, no le servimos a un Dios muerto.
¿Dónde está la unción que nos ha
dado? Dios dijo que acá iba a haber un avivamiento, Dios no se tarda, somos
nosotros los que tardamos las promesas del Señor. Él ya lo dijo, pero somos
nosotros los que no nos disponemos. Serán pocos porque el día de la visitación
pasará y algunos no se darán cuenta.
Hay que ser como las vírgenes
sensatas y estar siempre preparados.
Cuántos han creído al llamado de
Dios, cuántos son como Samuel que ante el llamamiento de Dios respondieron:
heme aquí.
En el tiempo de Samuel la
profecía escaseaba como en estos últimos tiempos, hay que meternos en oración
para que haya profecía.
Cuántos han clamado por el
ministerio. Algunos solo quieren que Dios los bendiga. Dios dice que
irrevocable es el llamamiento.
Somos preciosos tesoros en las
manos del Señor. Nuestras angustias no pueden apagar lo que Dios nos ha dado.
Faraón dijo pongámosle carga a
este pueblo para que no pueda crecer, pero el pueblo crecía y se fortalecía en
número, así debemos ser nosotros no desmayar ante las angustias que nos trae el
mundo sino que nos fortalezcamos.
En las angustias Dios es nuestra
fortaleza, nuestro amparo, nuestro pronto auxilio.
Humillémonos ante el Señor y ante
los hombres con nuestra frente erguida porque Dios todo lo puede hacer.
Digámosle al enemigo: tengo un Dios poderoso.
A ti te dice el Señor levántate y
resplandece. Levántate en el nombre de Jesús porque ha venido tu luz, la
salvación de Jehová ha venido hoy sobre nosotros.
Es hora de resplandecer y
predicar a las naciones y creer que Dios hará grandes cosas y maravillosas.
Que sea el Espíritu Santo de Dios
levantado a tu pueblo Señor. Levanta los ministerios que hay en este lugar como
tú lo has dicho Señor.
Isaías 60: 1-2
“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová
ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y
oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su
gloria”.
Isaías 61: 1-3
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová;
me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos
apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová,
y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a
ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo
de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y
serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya”.
Aprópiate de esta palabra el
Espíritu de Jehová te ha ungido para hacer maravillas en ti.
Deuteronomio 30: 11 – 20
“Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil
para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién
subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo
cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará
por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo
cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón,
para que la cumplas. Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la
muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que
andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos,
para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a
la cual entras para tomar posesión de ella. Mas si tu corazón se apartare
y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les
sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis
vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en
posesión de ella. A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy
contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y
la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;
amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es
vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra
que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar”.
No hay excusa para no hacer lo
que el Señor ordene.
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