El Espíritu Santo es el que hace
la obra en nuestras vidas. Él es el que nos impulsa a orar, a alabar y a
obedecer. Las religiones no salvan, la sangre de Jesucristo es la que nos da
salvación y vida eterna. Todo lo que se hace en este lugar es por fe, el
Espíritu Santo se recibe por fe.
Génesis 1: 1 – 2
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las
tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre
la faz de las aguas”.
Había un desorden y un caos, así
estaban nuestras vidas antes de que Jesucristo llegara a cada uno de nosotros,
estábamos con personas que no debíamos
estar, en lugares que no debíamos estar, haciendo lo que no debíamos hacer.
Solo Jesucristo puede llenar los
vacíos del corazón del hombre.
El Espíritu Santo viene a ordenar
nuestras vidas, viene a organizar, a poner control, nos da un propósito y un
lugar en su presencia.
Cuando hicimos la oración de fe y
recibimos a Cristo en nuestro corazón, le dijimos que habíamos cometido muchos
errores. Cuando él llega a nuestras vidas viene a ordenar todas las cosas. Ahora el Espíritu de Dios se
mueve en mi corazón, si yo se lo permito, porque nos deja la libertad y porque
no puede entrar en un corazón que está endurecido.
Cuanto tiempo hace que recibimos
a Cristo, pero es posible que hayamos endurecido nuestro corazón, es posible
que hayamos contristado el Espíritu Santo.
El Espíritu Santol se contrista
con la incredulidad, con el pecado, con la soberbia y aún con los más pequeños
detalles: nuestros gestos, nuestras actitudes.
Si nuestro corazón está lleno del
Espíritu Santo de eso mismo vamos a poder dar.
Pero si nuestro corazón está
lleno de malos pensamientos, de adulterio, de fornicaciones, de recuerdos del
pasado, de amarguras, de soberbia, eso es lo que vamos a transmitir.
El Espíritu Santo viene a llenar
nuestras vidas, viene a llenar nuestros corazones. Viene a sanar esos recuerdos
que marcan nuestra juventud y nuestra niñez. Viene a hacer algo nuevo en
nuestras vidas.
Dice la palabra que Jesús le dijo
a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo para entrar en el reino de los
cielos, es necesario nacer del agua y del Espíritu. El aguan nos lava y nos purifica
y el agua es su palabra.
El Espíritu Santo nos transforma,
hace un cambio en nuestras vidas.
La vida era muy diferente cuando
no teníamos a Cristo, pero cuando él llega hace cambios en cada uno de
nosotros.
Job 32: 8
“Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le
hace que entienda”.
Dios nos hizo con un espíritu,
con un alma, con una mente, cuando Dios sopla sobre nosotros es cuando nosotros
podemos cobrar vida. Él sopla vida sobre los huesos secos, sobre nuestra tierra
árida, sobre nuestro corazón lleno de tantas cosas y el soplo del Omnipotente
nos levanta como las águilas.
Adán hablaba con Dios y cuando
pecó dice que se sentía desnudo, así nosotros cuando contristamos al Espíritu
Santo, cuando añadimos pecado tras pecado, nos sentimos desnudos, salimos de su
presencia avergonzados, estamos sin su gloria, sin su cobertura, si su
presencia. La bendición de Dios solamente está con aquellos que están
protegidos bajo sus alas. Con aquellos que ponen su mirada en cristo, aquellos
que son guiados por el Espíritu Santo de Dios.
Cuando llegamos a los pies de
Cristo aprendimos que los hijos de Dios son los que son guiados por el Espíritu
Santo. Son aquellas vasijas que le dicen
al alfarero: “moldéame como tú quieras”.
Dios no se va a derramar sobre
una vasija sucia, que esté manchada, sobre una vasija rota porque el agua se
derramaría.
Dice la escritura que el buen
vino se echa en odres nuevos.
A pesar de que llevamos muchos
días en el Señor, él quiere que le digamos: “no sé nada, necesito cada día más
de ti. Derrama de tu unción, derrama de tu presencia en mi vida”.
Cuántos hemos querido abandonar
el camino y solo por su Espíritu Santo seguimos en él.
Juan 147: 15
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de
verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.”
Nos sentimos solos, pero si hemos
recibido a Cristo en nuestro corazón, recibimos al Espíritu Santo, no estamos
solos.
Otro consolador es el Espíritu Santo. El espíritu Santo nos
consuela, no estamos solos tenemos al Espíritu Santo, somos su templo, somos su
morada.
Él está siempre con nosotros. Su presencia
es para siempre.
Dice la escritura: “el Espíritu
de Verdad”, y si dice eso es porque hay un espíritu de error. Y la palabra de Dios
dice que cuando no teníamos a Cristo, estábamos sujetos al príncipe de la
potestad del aire, príncipe de mentira y de error. Estábamos sujetos a la
desobediencia. Ahora por ser hijos de Dios, el Espíritu Santo nos ha mostrado
su verdad. Él nos enseña todas las cosas y cuando no equivocamos él nos muestra
los errores, que los corrijamos o no, es asunto nuestro.
El espíritu Santo nos muestra por
medio de sueños, por medio de personas, por medio de un hermano en Cristo, nos
habla en todo momento y nos muestra en qué estamos fallando.
Dice la palabra que somos
transformados de gloria en gloria a través de su Espíritu Santo.
“El Espíritu de verdad al cual el
mundo no puede recibir”; el mundo no lo puede recibir porque Dios es Santo.
Cuando alguien hace cosas que no son de Dios el Espíritu Santo no puede morar
en un templo lleno de inmundicia, lleno de mentiras, engaños, lleno de
contaminación.
La palabra de Dios dice que
nosotros somos su pueblo y que Dios anda en medio de nosotros.
Dios es un Dios celoso, él no
comparte su gloria con nadie, Él es luz y no puede estar con las tinieblas.
En nuestro corazón no puede haber
dos señores. Nosotros debemos llenarnos de la palabra de Dios, pero a veces nos
llenamos de tantas cosas del mundo.
¿Tú crees que Dios te va a llenar
si estás viendo novelas, participando de conversaciones que no le agradan,
poniendo música que no le agrada a Él?
Dice la palabra que en el
Pentecostés estaban todos unánimes y perseveraban en ruegos y oraciones, ellos
no estaban haciendo otras cosas, no se estaban contaminando con el mundo, no
estaban alabando las cosas del mundo, ellos estaban esperando la promesa de
Dios sobre sus vidas. Vino de repente como un viento recio sobre ellos.
Cornelio era un hombre que no era
del pueblo de Israel y a lo mejor no era bien visto por el pueblo de Israel,
pero Cornelio agradaba a Dios y dice la palabra que Dios se le reveló a Pedro y
le dijo “no llames inmundo lo que yo lavé”, y llegaron unos hombres de parte de
Cornelio y buscaron a Pedro y Pedro fue a casa de Cornelio.
Dice la escritura que Cornelio
tenía hambre y sed de la presencia de Dios y que reunió a toda su familia.
Pedro entendió que Dios no hace acepción de personas.
Dios no viene por religiones,
Dios viene por corazones dispuestos, por gente que dé el fruto del Espíritu
Santo.
Juan 14: 18
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.
¿Por qué nos sentimos solos?
Tú que te sientes solo en tu
hogar, en tu casa, el Espíritu de Dios está contigo. ¿Qué más amigo que el
Espíritu de Dios?
Juan 14: 19
“Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis;
porque yo vivo, vosotros también viviréis”.
Si Dios vive en nosotros, él nos
ha dado vida y por eso podemos predicar su palabra, por eso podemos decirles a
otros que hay esperanza en Jesucristo.
Juan 14: 20
“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros
en mí, y yo en vosotros”.
Porque “ya no vivo yo, mas Cristo
vive en mí.”
¿Tú conociendo de la palabra has
seguido haciendo tu voluntad?
Esta mañana dile al Espíritu
Santo: guía mi vida, ayúdame a tomar las decisiones correctas, guía mi hogar,
ayúdame a ser un mejor siervo, ayúdame a guiar en mi hogar, Señor, rompe las
cadenas en mi vida.
Juan 14: 21
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el
que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”.
El que ama a Jesús guarda sus
mandamientos y será amado por el Padre.
Juan 14: 22 - 25
“Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a
nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra
guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y
la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Os he dicho
estas cosas estando con vosotros. Mas el
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os
enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.
Dice que él hará morada en
nuestras vidas.
Cuando estamos en tribulación
dice un salmo “en tu palabra he esperado”.
Cuando llega la tribulación a
nuestras vidas el Espíritu Santo nos consuela, él es nuestro consolador.
Juan 16: 4
“Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os
acordéis de que ya os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque
yo estaba con vosotros”.
La palabra es fiel y verdadera el
Espíritu Santo recordando las cosas.
¿Cuántas veces Dios nos dice algo
y no nos acordamos sino cuando las cosas pasan?
Juan 16: 5 - 6
“Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A
dónde vas? Antes, porque os he dicho
estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a
vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al
mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí;
de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este
mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo
muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os
guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y
os lo hará saber. Todo lo que tiene el
Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”.
Jesús les dijo que siempre
estaría con ellos y que enviaría al Consolador. Era motivo de alegría pues
nunca los dejaría huérfanos, pero dice la palabra que ellos muchas veces se
entristecían.
Dice la palabra que Él convencerá
al mundo. El hombre no te puede convencer de pecado. Solo el Espíritu Santo de
Dios que trae convicción a las vidas. Solo por el Espíritu Santo podemos saber
que hay victoria en la sangre de Jesús. Ahora cantábamos que el enemigo no podrá hacernos frente
porque hay victoria en la sangres de Jesús.
Es por fe que creemos. Es por fe
que el Espíritu Santo reparte dones a su pueblo.
Muchas veces en nuestras fuerzas
queremos cambiar nuestras esposas, nuestras familias, dice la palabra que es
con su Santo Espíritu. Así como nos ha cambiado y nos ha transformado a
nosotros. El Espíritu Santo es intercesor, el intercede por nosotros ante el Padre con gemidos
indecibles.
El Espíritu Santo ora por
nosotros porque él sí sabe y sabe qué es lo que nuestras almas necesitan.
El Espíritu Santo trae convicción
de la palabra para el mundo, trae convicción de que la palabra es locura para
el mundo, pero poder de Dios para los que creen.
Por el Espíritu la palabra es
revelada a nuestras vida.
Dice la palabra que por el
Espíritu Santo nosotros podemos conocer los misterios de Dios. Dice que en los
postreros días Dios derramaría de su espíritu y que los jóvenes soñaran sueños
y que los ancianos verán visiones y ¿para quién es esto? Para los que creen
como niños.
La familia de Cornelio estaba tan
dispuesta que mientras se predicaba la palabra de Dios sus corazones fueron
llenos, cada vez más, de su presencia.
II Corintios: 3: 17 – 18
“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor,
allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como
en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la
misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
Dice en el 18 que cada uno de
nosotros somos transformados.
En el pentecostés ellos hablaron
nuevas lenguas y amen por todo esto porque eso es para los hijos de Dios.
Después de hablar en lenguas fueron llenos del conocimiento y la sabiduría de
Dios. Allí Pedro se levantó por el poder del Espíritu Santo y empezó a hablar y
a predicar la palabra de Dios.
Zacarías era sacerdote y
ministraba las cosas de Dios y Elizabeth su mujer era estéril y de edad
avanzada y no podía tener hijos. Cuando Zacarías estaba echando incienso un
ángel del Señor se le apareció y le dijo que iba a tener un hijo y que le
pusiera por nombre Juan y que este sería grande delante de los hombres y que
prepararía el camino para el Señor, que prepararía los corazones para el Señor.
Dice la palabra que Zacarías no creyó en su corazón. Entonces el ángel le dijo
que quedaría mudo hasta que se cumpliese la palabra.
Lucas 1: 13 – 20
“Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido
oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre
Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos
se regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá
vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su
madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de
ellos. E irá delante de él con el
espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a
los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al
Señor un pueblo bien dispuesto. Dijo
Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de
edad avanzada. Respondiendo el ángel, le
dijo: Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte,
y darte estas buenas nuevas. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el
día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se
cumplirán a su tiempo”.
Dios tiene un propósito con cada
uno de nosotros y Juan fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su
madre.
El Espíritu profético que había
en Elías también iba a estar en Juan.
El pueblo tenía que ser bien
dispuesto porque lo que se iba a derramar sobre ellos era grande y maravilloso,
cuántos profetas y siervos de Dios anhelaron ver ese momento y no lo vieron y
el pueblo de Israel lo pudo tener con ellos y en lugar de decirle Jesucristo es
el Señor, dijeron: Crucifícale.
Dice la palabra que él vino a los
suyos pero los suyos no lo recibieron y por eso y su misericordia nosotros estamos
aquí, hoy recibiendo de Él, recibiendo de su gracia.
Muchas veces pensamos que lo que
él hizo por nosotros es porque somos muy buenos, pero la palabra dice que es un
regalo de Dios, no nos lo merecíamos. El Espíritu Santo de Dios es un regalo
que nos da a cada uno de nosotros.
Qué bendición Dios envió un ángel
y aun así no creyó.
Las promesas que Dios nos ha dado
pos su Espíritu Santo se cumplirán a su tiempo. Es por el Espíritu Santo que
tenemos los dones que poseemos.
Dice la palabra que la iglesia
necesitaba hombres que sirvieran a la mesa y dice que tenían que ser hombres de
buen testimonio y llenos del Espíritu Santo. Pensamos que el que abre y cierra
la puerta es cualquiera, pero no, tiene que estar llenos del Espíritu Santo.
El más grande en el reino de los
cielos es el que sirve.
Lucas 1: 35
“Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti
(María), y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también
el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”.
Y nosotros por la sangre de
Jesucristo somos hijos de Dios, por su misericordia nos reconcilió con el Padre
y somos llamados hijos de Dios, porque el Espíritu Santo de Dios está en
nosotros, está en nuestro corazón y guía nuestras vidas.
Lucas 1: 39
“En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una
ciudad de Judá; y entró en casa de
Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la
salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del
Espíritu Santo”,
No solo Juan fue lleno del
Espíritu Santo sino que su madre también lo fue y después de que fue llena del
Espíritu Santo dice;
Lucas 1: 42 – 44
“y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre las mujeres, y bendito
el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi
Señor venga a mí? Porque tan pronto como
llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi
vientre”.
¿Cómo pudo reconocer, Elizabet
que el que estaba en el vientre de María era el Rey de reyes y Señor de
señores? Por la revelación del Espíritu Santo. Cuando nosotros somos llenos del
Espíritu Santo, él nos enseña todas las cosas.
Cosas grandes son las que tiene
Dios para sus hijos, para los que le buscan de corazón, para los que le temen.
Dios nos ha dado cosas grandes a nuestras vidas.
Lucas 1: 57
“Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a
luz un hijo”.
Dios cumplió su palabra.
Lucas 1: 58
“Y cuando oyeron los vecinos y los parientes que Dios había engrandecido
para con ella su misericordia, se regocijaron con ella”.
Eso fue lo que le dijo el ángel a
Zacarías que muchos se alegrarían. Y la
palabra de Dios se estaba cumpliendo porque Dios es fiel y verdadero.
Lucas 1: 59 - 60
“Aconteció que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le
llamaban con el nombre de su padre, Zacarías; pero respondiendo su madre, dijo: No; se
llamará Juan”.
Una mujer firme, una mujer
guerrera y lo llamo como había dicho
Dios en su palabra.
Lucas 1: 61
“Le dijeron: ¿Por qué? No hay nadie en tu parentela que se llame con ese
nombre”.
Las cosas de Dios para el hombre
son imposibles, pero si Dios nos manda a hacer algo, por más loco que nos
parezca, hay que hacerlo. Cuando somos llenos del Espíritu Santo no hay nada
imposible para el que cree. Dice la palabra de Dios que para el que cree todo
le es posible. “no os he dicho que si crees verás la gloria de Dios” porque las
palabras que vienen de Dios son Espíritu y son vida.
Lucas 1; 62 -63
“Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. Y
pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se
maravillaron”.
Como lo dijo el ángel.
Lucas 1: 64
“Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló bendiciendo
a Dios”.
El ángel le había dicho quedarás
mudo hasta que todo esto acontezca.
El creyó y hablo bendiciendo a
Dios. Eso es lo que debemos hacer en todo momento: bendecir a Dios.
Lucas 1: 65
“Y se llenaron de temor todos sus vecinos; y en todas las montañas de
Judea se divulgaron todas estas cosas”.
Se supo que Dios es fiel y que
cumple sus promesas.
Lucas 1: 66
“Y todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: ¿Quién,
pues, será este niño? Y la mano del Señor estaba con él”.
La mano del Señor está con cada
uno de nosotros.
Lucas 1: 67 – 69
“Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó,
diciendo: Bendito el Señor Dios de
Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo, Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa
de David su siervo,”
Lucas 1: 76 – 80
“Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de
la presencia del Señor, para preparar sus caminos; Para dar conocimiento de salvación a su pueblo
Para perdón de sus pecados, Por la
entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la
aurora, Para dar luz a los que habitan
en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de
paz. Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares
desiertos hasta el día de su manifestación a Israel”.
El niño se fortalecía en Espíritu
para lo que Dios iba a hacer con él.
Dios busca a quien pueda creerle
a él.
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