Recordemos el caso del águila, de
la transformación que el águila hace en su cuerpo. El águila vive aproximadamente
70 años, a los 40 años el águila ve unas señales en su cuerpo que piden un
cambio. Su pico se vuelve largo y encorvado hacia ella, quedándole muy difícil
alimentarse y partir su presa; las alas se envejecen y se vuelven pesadas, sus
uñas se le hace flexibles y no puede partir ni atrapar sus presas. Cuando esto
le sucede ella entiende que es hora de un cambio. Ella arranca las plumas de
sus alas, arranca sus uñas y luego, golpeándose contra la roca, arranca su
pico. Luego todo eso le crece nuevo y ella podrá vivir otros 30 años. Este
proceso dura unos 150 días.
Por qué los hijos de Dios no
reconocemos las señales que nos permiten entender que Cristo está a las puertas,
que el arrebatamiento está cerca.
El águila tiene dos opciones:
morir o renovarse. El proceso del águila es muy doloroso. Si este animalito por
temor al dolor, toma una decisión equivocada, muere.
A nosotros se nos viene diciendo,
por medio de personas y de textos bíblicos, que necesitamos cambiar,
transformarnos, necesitamos un cambio radical.
El ser humano solo tiene dos
opciones: Jesucristo o Satanás.
Alguien puede decir yo me quedo
en la mitad, pero Cristo no resiste la mediocridad.
Si me quedo con Jesucristo tengo
vida eterna. Si decido servirle a Satanás es también por toda la eternidad.
¿Cómo está nuestra boca para
glorificar a Dios? ¿Acaso por ella sigue saliendo agua dulce o agua salada,
bendición o maldición?
La palabra de Dios dice: “abre tu
boca que yo la llenaré”
¿Cómo están nuestras alas? Quizás
cortas por nuestros bajos niveles de oración. ¿Cómo están nuestras plumas? Tal vez
gruesas y pesadas por nuestra mediocridad y conformismo. ¿Cómo están nuestras
manos?, tal vez tienen uñas débiles y retorcidas porque las hemos usado en
cosas que no le agradan a Dios.
Tenemos que mirarnos a la luz de
la palabra de Dios para poder respondernos todas estas preguntas.
Vivir o morir decídete. No sigas
arrastrando la amargura intensa del pasado que nos impide remontarnos a las
alturas. Nos impide esa relación íntima con Dios. Levantémonos de ese letargo
espiritual.
1.
La
metamorfosis se ha dado desde mucho antes de la fundación del mudo
1.1. En los
tres cielos
Ezequiel 28: 11 – 19
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, levanta endechas
sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de
la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el
huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de
cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo,
esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados
para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en
el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te
paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta
que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste
lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te
arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu
corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu
esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que
miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus
contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de
ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de
todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se
maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser”.
Esta es la transformación que
sufrió Luzbel, de ángel de luz a oscuridad, de bueno a malo.
Lucas 10: 18 dice que Jesús vio
como Satanás caía a la tierra como un rayo.
1.2. Creación
y transformación de la tierra
Génesis 1: 1 – 2
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba
desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el
Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas Y dijo Dios: Sea la luz; y
fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las
tinieblas. Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la
tarde y la mañana un día. Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las
aguas, y separe las aguas de las aguas. E hizo Dios la expansión, y separó las
aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la
expansión. Y fue así. Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la
mañana el día segundo. Dijo también
Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y
descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de
las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. Después dijo Dios: Produzca la
tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según
su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. Produjo,
pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y
árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que
era bueno”.
La tierra estaba desordenada y
Dios creó la luz, para organizar algo primero tiene que haber luz.
Para empezar nuestra
transformación tiene que estar en nosotros la luz de la palabra de Dios. Dios,
lo primero que hizo fue quitar la oscuridad que es maldición.
Luego separó las aguas y así fue
organizando toda la tierra.
1.3. En la
creación del hombre
Génesis 1: 26 – 27
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a
nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos,
en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la
tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó”.
Luego pasamos a Génesis 2: 21 – 23
“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras
éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la
costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.
Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta
será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.
En la creación del hombre Dios
hizo una transformación de barro y de ahí lo creo, Transformó el barro y lo
convirtió en hombre.
Después puso sueño profundo en
ese primero hombre porque decidió darle una ayuda idónea, no una esclava ni una
sirvienta, sino una ayuda idónea, una compañera.
Sacó una costilla y la
transformó.
Ahora la multiplicación de la
raza humana hoy, es por un embrión.
Salmos 139: 13 – 18
“Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi
madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy
maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo,
bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra.
Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh
Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se
multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo”.
Luego de la fecundación empieza
esa transformación. En ese vientre Dios empezó a plasmar en ese embrión lo que
estaba escrito en su libro.
En el futuro
En el Universo
Apocalipsis 21 1 – 5
“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la
primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su
pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de
los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni
dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono
dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas
palabras son fieles y verdaderas”.
Desde mucho antes de la fundación
del universo hasta el fin de los tiempos va a ver transformación. Va ver nuevos
cielos y nueva tierra.
En nuestro cuerpo
Filipenses 36: 20 – 21
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos
al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el
poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
Nuestro cuerpo físico va a ser
transformado, para poder estar en esa nueva dimensión, este cuerpo no va a
heredar el reino de los cielos, solo cuando seamos transformados podremos vivir
con él.
2. En los hijos de Dios
Esta transformación se da física
y espiritual.
La espiritual es cuando nacemos
de nuevo.
Juan 1: 12
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les
dio potestad de ser hechos hijos de Dios;”
Juan 3: 3
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
En los hijos de Dios se da esa
transformación en la parte física y
espiritual.
I Pedro 1: 23
“siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible,
por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
Somos renacidos por la palabra de
Dios.
En I Pedro 1:22
“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro;”
Habiendo purificado por la obediencia
a la verdad, a la palabra de Dios., él va hacer ese cambio.
Mateo 13: 1 – 3
“Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó
mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la
playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador
salió a sembrar”.
Vamos al versículo 8
“Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a
sesenta, y cuál a treinta por uno”.
Vamos al versículo 23
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende
la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.
Vamos al 9
“El que tiene oídos para oír, oiga”.
Solamente la semilla que cayó en
tierra fértil dio fruto.
Este es el que oye, entiende y da
fruto.
El fruto es hacer la voluntad de
Dios. Cómo es nuestro testimonio cuando estamos solos.
Este cambio siempre se da de
adentro hacia a fuera. Recordemos que la palabra de Dios dice este pueblo de
labios me honra, pero su corazón está lejos de mí.
No es un cambio externo lo que
agrada a Dios, es un cambio interno.
Romanos 12: 2
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
No nos conformemos con las modas
que nos está presentando el mundo por medio de los medios de comunicación.
Transformaos.
La transformación que le permito
al Espíritu Santo después de recibir a Cristo en el corazón, ese es el nacer de
nuevo.
Nos da corazón nuevo
Ezequiel 11: 19
“Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y
quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de
carne,”
Quitó ese corazón de piedra que
teníamos, que no nos dejaba humillar delante de él.
Nos da espíritu nuevo
Ezequiel 36: 27
“Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”.
Nos da un Espíritu nuevo para que
andemos en sus caminos y guardemos sus mandamientos y los pongamos por obra.
Nos da vida nueva
II Corintios 5: 17
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Si hemos nacido de nuevo por qué
algunos estamos arrastrando el pasado que nos hizo daño.
Gálatas 6: 8
“Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas
el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”.
Él nos está ofreciendo vida
eterna. Apuntémosle al fruto del Espíritu Santo.
Romanos 6: 22
“Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de
Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”.
Tenemos que dar fruto de
santificación. Los hijos de Dios tenemos que ser cada día más santos, porque él
es santo.
Dios ha cambiado nuestra
condición de creaturas a hijos de Dio.
Efesios 4: 24
“y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad”.
Muchos de nosotros en muchos
momentos, todavía sale mentira y eso agrada a Dios.
Efesios 2: 1 – 5
“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al
príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo
en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por
gracia sois salvos),”
Nosotros anduvimos mucho tiempo
en delitos y pecados, pero ahora convertidos en hijos de Dios él nos está dando
la posibilidad de vivir en santidad. Nos dio vida juntamente con Cristo.
Tenemos que desprendernos de costumbres, tradiciones y recuerdos para emprender un
nuevo vuelo como el águila.
Debemos ser determinantes para
reconocer la necesidad de un cambio radical, permitiendo que la palabra de Dios
haga rema en nuestra vida.
Si no hace rema en mi vida no hay
transformación.
Vendrán nuevos desafíos más
grandes y mayores.
Isaías 6: 4 - 5
“Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que
clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto;
porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que
tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”.
Isaías 40: 31
“pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas
como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.
Isaías reconociendo su inmundicia
de labios, reconoció su pecado y Dios tuvo misericordia de él.
Isaías 6: 6
“Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón
encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca,
dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu
pecado. Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá
por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”.
Dios limpio los labios de Isaías
con fuego. Nosotros tenemos otras áreas de nuestras vidas que deben ser limpiadas.
Después de que lo limpio, Dios preguntó a quién mandar e Isaías se ofreció, ya
estaba capacitado porque había sido perdonado.
Si no tenemos una relación íntima
con Dios y estamos en pecado eso nos imposibilita para cumplir las misiones de
Dios.
Saquemos de nosotros ese hombre
viciado de pecado.
Efesio 4: 22 – 28
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que
está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de
vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada
uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero
no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo. El
que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es
bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra
boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia
a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis
sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura,
enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos
con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo”.
Todo eso lo tenemos que quita.
La unción es para vasijas llenas
de la palabra de Dios, del agua. Para vasos llenos de la presencia de Dios.
Renovémonos y alcancemos con el
poder del Espíritu Santo los niveles de espirituales que Dios quiere que
tengamos hasta llegar a la estatura de Jesucristo. La santidad se puede porque
es en el poder del Espíritu de Dios.
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