Dios tiene una palabra de poder
en este día para nosotros.
Jesucristo le declaraba la
palabra al enemigo y el enemigo
reconocía quien era Dios.
Nosotros también reconocemos
quien es Dios, nosotros reconocemos que no hay Dios como nuestro Dios, el Dios
Todopoderoso, el Dios de los imposibles.
Jesucristo sabía quién era Dios.
Proverbios 18: 20 – 21
“Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del
producto de sus labios. La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el
que la ama comerá de sus frutos”.
Con la lengua bendecimos a Dios
Padre y maldecimos a los hombres que están hechos a la imagen y semejanza de
Dios. De una misma boca sale bendición y maldición; dice la palabra que eso no
puede ser así, de una misma fuente no puede salir agua dulce y agua amarga.
Ahora cantábamos: “tengo gozo en
mi alma” y teníamos gozo porque escuchamos su palabra y su palabra dentro de
nosotros cobra vida. En medio de la dificultad, en medio del quebranto , llega
su palabra, que tiene poder, a nuestras vidas. La palabra tiene poder porque
Dios la mandó y si Dios la mandó se cumplirá. Dios es fiel y verdadero y el
cumple sus promesas. “Confía en él y él hará”. Confianza en Dios porque en
medio de la prueba hay fortaleza.
Confianza en Dios es saber que
Dios nos comisionó para llevar su palabra y saber que cuando nos paramos a
predicar su palabra, abrimos nuestra boca y él la llena, de su alabanza, de su
poder y de su unción. Eso es confiar en Dios.
Lo que dice en este versículo es
que lo que declaren nuestros labios será bendición o maldición.
En un salmo dice guarda señor mis
labios. Muchas veces llevado por la ira, por la angustia, por la situación que
estamos viviendo, nuestra lengua se llena, porque dice que de la abundancia del
corazón habla la boca.
Si nuestro corazón está afligido y
desanimado, en vez de elevar una alabanza sale de nuestra boca palabra de
desanim.
Proverbios 14: 23
“En toda labor hay fruto; mas las vanas palabras de los labios
empobrecen”.
Muchas veces decimos:” Por qué
estoy en miseria, por qué no pasa nada en nuestra vida”. Hasta le echamos la
culpa a Dios y son nuestros labios los que han traído la ruina.
Hay gente que vive muy bien
porque llegó la palabra a su corazón y siguen militando en ella. Dicen: “yo me
declaro en victoria en el nombre de Jesús”.
Ahora cantábamos, hay victoria en
la sangre de Jesús, hay victoria en la palabra.
Dios no quiere que solamente declaremos esos cánticos tan
hermosos cuando estamos en este lugar, sino cuando veas la situación en tu
casa: “Señor yo sé que mi redentor vive”. “Mi casa y yo serviremos a Jehová”.
La palabra de hoy tiene que cambiar la actitud, la mente, la mentalidad, la
manera de hablar que tenemos, la manera de expresarnos de las personas.
Cuántas veces las palabras que
salen de nuestros labios traen nuestra propia ruina, nos atamos y atamos a
otras personas.
Decimos: mi situación no cambia,
cómo va a cambiar si ya estamos declarando que no cambia. La palabra tiene que
cambiar nuestras vidas.
Jesucristo dijo: “no solo de pan
vivirá el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Proverbios 15: 1 – 2
“La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el
furor. La lengua de los sabios adornará la sabiduría; mas la boca de los necios
hablará sandeces”.
Cuando vamos por la calle y vamos
pagando mal por mal, hablamos mal. De Jesucristo se admiraban de su doctrina.
Decía que su doctrina no era de él sino de Dios.
Él estaba diciendo: Las palabras
que yo hablo no son mías son de Dios Todopoderoso. Así debemos ser nosotros,
que de nuestros labios no salgan nuestras palabras, sino las de Dios. Nuestra
carne quiere expresar muchas cosas, pero Dios no mira la situación, Dios quiere
poner sus palabras en nuestros labios.
Hay que pedirle sabiduría a Dios
para que ponga sus palabras en nuestras bocas y para callarnos cuando sea
necesario.
Dice la palabra que los hombres
se admiraban de Jesús y decían: nunca ha hablado hombre así.
Jesús se admiraba de la fe de
algunos porque el vino a los suyos y los suyos amaron más las tinieblas que la
luz.
Dice que Jesús se asombraba de la
fe de las personas como también se llegó a asombra de la incredulidad de su
pueblo. Dice que en su propia tierra hizo pocos milagros por la incredulidad y
la dureza de sus corazones y dice la palabra que él se asombró de ello.
Que Jesús se quede asombrad de
nuestra fe. La fe es creer y luego ver. Cuando Jesús multiplicó los panes dice
la escritura que dio gracias y los bendijo y luego vio el milagro.
Cuan levantó a Lázaro de la tumba
dijo: Señor, te doy gracias porque sé que siempre me oyes.
Dios siempre nos oye lo que pasa
es que no siempre la respuesta es inmediata. Los tiempos de Dios no son
nuestros tiempos porque más altos que nuestros pensamientos son los
pensamientos de Dios.
Muchas veces pensamos que Dios no
nos oye porque no hace como nosotros queremos.
Cuando aquellos cuatro hombres
trajeron al paralítico y lo metieron por el techo, dicen que Jesucristo se
admiró de la fe de ellos y le dijo a ese hombre: tus pecados te son perdonados.
Y todos cavilaban en sus corazones: “¿quién es este que puede perdonar los
pecados?”. Jesús dijo: “para que vean que el Hijo del hombre tiene potestad en
la tierra” y dirigiéndose al paralítico le dijo: “a ti te digo, levántate y
anda”.
Primero se cree y luego se ve.
Esta palabra tiene poder, ha
transformado miles de personas. Los que se sintieron solos en el mundo y vino
Jesús a nuestras vidas y su amor nos transformó.
Santiago 1: 19 -21
“Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo
para hablar, tardo para airarse; porque
la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y
abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual
puede salvar vuestras almas”.
Somos tardos para oír. A veces no
prestamos atención a lo que Dios está hablando.
Cuantas veces por las palabas, nos enojamos tan fácilmente y dejamos
salir ese viejo hombre de nuestras vidas. Dios no quiere que sea así.
Debemos permitir que esta vasija
sea moldead, que Dios transforme nuestro corazón. Dice la palabra: ninguna
palabra corrompida salga de vuestra boca.
Que nuestras palabras siempre
edifiquen, tenemos al Espíritu Santo y él nos ha dado espíritu de poder, de
amor, de dominio propio.
Con una palabra mal dicha se
puede marcar el corazón de una esposa, de un hijo, de una madre.
La ira del hombre no obra la
justicia de Dios. Recibamos con mansedumbre
que la palabra puede salvar nuestras almas.
Cuantas veces se ha querido
renunciar, pero la palabra transforma.
El enemigo pone palabra de cizaña
y de mentira, pero Dios pone palabras de verdad.
Salmo 71: 8
“Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día”.
Es todo el día no a momentos.
En la abundancia, en la escasez,
en la alegría, en la dificultad. Tú puedes transformar mi vida si mi mentalidad
cambia.
Todo en nuestras vidas es
sostenido si hemos edificado sobre la roca.
Cuántos han dejado la bendición
por no creerle a las promesas de Dios.
Si Dios dijo que nuca iba a
faltar la provisión en tu casa o que te iba dar una casa, créelo y milita en
eso.
Dice en Elías que la palabra de
Dios es una orden.
A Elías le puso a decir que iba a
haber una sequía y le dijo: ve a una cueva que unos cuervos te llevarán el
alimento y así fue, Dios pone su creación a que le obedezca. Después dijo:
Elías yo he dado orden a una viuda que te sustente. Dios se vale de cualquier cosa. Lo mismo con el viaje de Carlos a
evangelizar, si Dios dijo que iba a viajar, Dios le proveerá.
El pueblo debe ofrendar para la
obra de Dios, pero si no lo queremos hacer Dios utilizará cualquier canal.
Cuando Cristo necesitó el burro
para entrar a Jerusalén les dijo a sus discípulos, vayan y díganle al dueño que
el Señor necesita el pollino.
Balaán cuan el Rey le dijo que
maldijera al pueblo de Israel, Balaán le dijo: “He recibido orden de Dios de
bendecir al pueblo”.
Por lo tanto todo hombre,
inclusos b hechiceros debe recibir las ordenes de Dios.
Dios está con ellos, con el
pueblo de Israel, no hay maldición ni brujería valida contra Israel.
Israel tiene las fuerzas del búfalo
porque su Dios está con ellos. Somos como la niña de los ojos de Dios y Dios lo
dice en su palabra.
Dios da la orden y así se
ejecuta. Dios dijo que de este lugar saldría un avivamiento y así es para todo
aquel que cree.
Josué 1: 7 – 9
“Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a
toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra
ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche
meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está
escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira
que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque
Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.
Dios no dijo que iba a ser fácil.
El reino de los cielos sufre
violencia y los violentos lo arrebatan. No es para gente mediocre. A veces nos
conformamos con venir, oramos de a ratos, no tenemos una vida de oración.
Tenemos que tener una vida de guerrero,
una vida de soldado en Cristo.
Dice esfuérzate y sé muy
valiente, no es para cobardes. Somos valientes por el poder del Espíritu Santo
y por eso le podemos decir al enemigo que está derrotado.
Somos coherederos de las promesas
de Dios, de la salvación, de la vida eterna. Dios quiere que nosotros disfrutemos
esa herencia, que nos gocemos de la mesa de Dios, de su bendición.
Las montañas se moverán por tu
poder, Señor.
La escritura dice que la palabra
de Dios es viva y eficaz y que es más cortante que espada de dos filos.
No nos apartemos de la palabra de
Dios para que seamos prosperados en todas las cosas.
Nunca se apartará de tu boca ni
de tu corazón este libro de la palabra de Dios.
A la mujer sirofenicia Cristo le
dijo: “el pan es para los hijos”. La mujer le dijo: “Señor, pero los perrillos
comen de las migajas que caen de la mesa de los amos”. Jesucristo le dijo: “por esa palabra, por lo
que has declarado, porque tuviste fe, tu hija es sana, el demonio ha salido de
tu hija”.
Su palabra tiene poder.
Vamos a ver lo que pasó con el
centurión romano.
Mateo 8: 5 – 13
“Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y
diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.
Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no
soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado
sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes
soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz
esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De
cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán
muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob
en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las
tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces Jesús
dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en
aquella misma hora”.
Se decía que los centuriones tenían
en un corazón endurecido, pero éste había oído hablar de Jesús.
Este hombre cuando dijo nos soy
digno estaba reconociendo la santidad de Dios y la autoridad que había en
Jesucristo.
Los que veían a ver los milagros
de Jesús, era gente pecado que reconocían que sólo Dios es bueno.
El criado fue sano en esa misma
hora por la palabra que salió de la boca de Dios, porque el centurión creyó.
La fe comienza cuando reconocemos
quien es Dios en nuestras vidas. El Dios de los imposibles.
Cuando Dios ve nuestra fe, obra.
En Mateo 8 14 – 17
“Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama,
con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les
servía. Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la
palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se
cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras
enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.
Cristo sabía que esa mujer necesitaba
ser sana para servir. Jesús conoce nuestra necesidad, nuestra enfermedad.
Con la palabra echó fuera
demonios y sanó a todos los enfermos.
Isaías 55: 10 – 11
“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve
allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que
siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá
a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para
que la envié”.
Dios prospera su palabra en este
día en nuestras vidas y su palabra halló cabida en nuestros corazones.
Su palabra tiene poder y no
vuelve vacía.