domingo, 27 de septiembre de 2015

El poder de la Palabra



Dios tiene una palabra de poder en este día para nosotros.

Jesucristo le declaraba la palabra al enemigo  y el enemigo reconocía quien era Dios.

Nosotros también reconocemos quien es Dios, nosotros reconocemos que no hay Dios como nuestro Dios, el Dios Todopoderoso, el Dios de los imposibles.

Jesucristo sabía quién era Dios. 

Proverbios 18: 20 – 21

Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus labios. La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos”.

Con la lengua bendecimos a Dios Padre y maldecimos a los hombres que están hechos a la imagen y semejanza de Dios. De una misma boca sale bendición y maldición; dice la palabra que eso no puede ser así, de una misma fuente no puede salir agua dulce y agua amarga.

Ahora cantábamos: “tengo gozo en mi alma” y teníamos gozo porque escuchamos su palabra y su palabra dentro de nosotros cobra vida. En medio de la dificultad, en medio del quebranto , llega su palabra, que tiene poder, a nuestras vidas. La palabra tiene poder porque Dios la mandó y si Dios la mandó se cumplirá. Dios es fiel y verdadero y el cumple sus promesas. “Confía en él y él hará”. Confianza en Dios porque en medio de la prueba hay fortaleza. 

Confianza en Dios es saber que Dios nos comisionó para llevar su palabra y saber que cuando nos paramos a predicar su palabra, abrimos nuestra boca y él la llena, de su alabanza, de su poder y de su unción. Eso es confiar en Dios.

Lo que dice en este versículo es que lo que declaren nuestros labios será bendición o maldición.

En un salmo dice guarda señor mis labios. Muchas veces llevado por la ira, por la angustia, por la situación que estamos viviendo, nuestra lengua se llena, porque dice que de la abundancia del corazón habla la boca. 

Si nuestro corazón está afligido y desanimado, en vez de elevar una alabanza sale de nuestra boca palabra de desanim.

Proverbios 14: 23

En toda labor hay fruto; mas las vanas palabras de los labios empobrecen”.

Muchas veces decimos:” Por qué estoy en miseria, por qué no pasa nada en nuestra vida”. Hasta le echamos la culpa a Dios y son nuestros labios los que han traído la ruina.

Hay gente que vive muy bien porque llegó la palabra a su corazón y siguen militando en ella. Dicen: “yo me declaro en victoria en el nombre de Jesús”.

Ahora cantábamos, hay victoria en la sangre de Jesús, hay victoria en la palabra. 

Dios no quiere  que solamente declaremos esos cánticos tan hermosos cuando estamos en este lugar, sino cuando veas la situación en tu casa: “Señor yo sé que mi redentor vive”. “Mi casa y yo serviremos a Jehová”. La palabra de hoy tiene que cambiar la actitud, la mente, la mentalidad, la manera de hablar que tenemos, la manera de expresarnos de las personas.

Cuántas veces las palabras que salen de nuestros labios traen nuestra propia ruina, nos atamos y atamos a otras personas. 

Decimos: mi situación no cambia, cómo va a cambiar si ya estamos declarando que no cambia. La palabra tiene que cambiar nuestras vidas. 

Jesucristo dijo: “no solo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Proverbios 15: 1 – 2

La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. La lengua de los sabios adornará la sabiduría; mas la boca de los necios hablará sandeces”.

Cuando vamos por la calle y vamos pagando mal por mal, hablamos mal. De Jesucristo se admiraban de su doctrina. Decía que su doctrina no era de él sino de Dios. 

Él estaba diciendo: Las palabras que yo hablo no son mías son de Dios Todopoderoso. Así debemos ser nosotros, que de nuestros labios no salgan nuestras palabras, sino las de Dios. Nuestra carne quiere expresar muchas cosas, pero Dios no mira la situación, Dios quiere poner sus palabras en nuestros labios.

Hay que pedirle sabiduría a Dios para que ponga sus palabras en nuestras bocas y para callarnos cuando sea necesario.

Dice la palabra que los hombres se admiraban de Jesús y decían: nunca ha hablado hombre así.
Jesús se admiraba de la fe de algunos porque el vino a los suyos y los suyos amaron más las tinieblas que la luz.

Dice que Jesús se asombraba de la fe de las personas como también se llegó a asombra de la incredulidad de su pueblo. Dice que en su propia tierra hizo pocos milagros por la incredulidad y la dureza de sus corazones y dice la palabra que él se asombró de ello.

Que Jesús se quede asombrad de nuestra fe. La fe es creer y luego ver. Cuando Jesús multiplicó los panes dice la escritura que dio gracias y los bendijo y luego vio el milagro.

Cuan levantó a Lázaro de la tumba dijo: Señor, te doy gracias porque sé que siempre me oyes.

Dios siempre nos oye lo que pasa es que no siempre la respuesta es inmediata. Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos porque más altos que nuestros pensamientos son los pensamientos de Dios.

Muchas veces pensamos que Dios no nos oye porque no hace como nosotros queremos.

Cuando aquellos cuatro hombres trajeron al paralítico y lo metieron por el techo, dicen que Jesucristo se admiró de la fe de ellos y le dijo a ese hombre: tus pecados te son perdonados. Y todos cavilaban en sus corazones: “¿quién es este que puede perdonar los pecados?”. Jesús dijo: “para que vean que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra” y dirigiéndose al paralítico le dijo: “a ti te digo, levántate y anda”.

Primero se cree y luego se ve. 

Esta palabra tiene poder, ha transformado miles de personas. Los que se sintieron solos en el mundo y vino Jesús a nuestras vidas y su amor nos transformó.

Santiago 1: 19 -21

Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;  porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.  Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.

Somos tardos para oír. A veces no prestamos atención a lo que Dios está hablando.  Cuantas veces por las palabas, nos enojamos tan fácilmente y dejamos salir ese viejo hombre de nuestras vidas. Dios no quiere que sea así.

Debemos permitir que esta vasija sea moldead, que Dios transforme nuestro corazón. Dice la palabra: ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca.

Que nuestras palabras siempre edifiquen, tenemos al Espíritu Santo y él nos ha dado espíritu de poder, de amor, de dominio propio.

Con una palabra mal dicha se puede marcar el corazón de una esposa, de un hijo, de una madre.

La ira del hombre no obra la justicia de Dios.  Recibamos con mansedumbre que la palabra puede salvar nuestras almas.

Cuantas veces se ha querido renunciar, pero la palabra transforma.

El enemigo pone palabra de cizaña y de mentira, pero Dios pone palabras de verdad.

Salmo 71: 8

“Sea llena mi boca de tu alabanza, de tu gloria todo el día”.

Es todo el día no a momentos.

En la abundancia, en la escasez, en la alegría, en la dificultad. Tú puedes transformar mi vida si mi mentalidad cambia. 

Todo en nuestras vidas es sostenido si hemos edificado sobre la roca. 

Cuántos han dejado la bendición por no creerle a las promesas de Dios.

Si Dios dijo que nuca iba a faltar la provisión en tu casa o que te iba dar una casa, créelo y milita en eso.
Dice en Elías que la palabra de Dios es una orden. 

A Elías le puso a decir que iba a haber una sequía y le dijo: ve a una cueva que unos cuervos te llevarán el alimento y así fue, Dios pone su creación a que le obedezca. Después dijo: Elías yo he dado orden a una viuda que te sustente.  Dios se vale de cualquier cosa.  Lo mismo con el viaje de Carlos a evangelizar, si Dios dijo que iba a viajar, Dios le proveerá.  

El pueblo debe ofrendar para la obra de Dios, pero si no lo queremos hacer Dios utilizará cualquier canal. 

Cuando Cristo necesitó el burro para entrar a Jerusalén les dijo a sus discípulos, vayan y díganle al dueño que el Señor necesita el pollino. 

Balaán cuan el Rey le dijo que maldijera al pueblo de Israel, Balaán le dijo: “He recibido orden de Dios de bendecir al pueblo”.

Por lo tanto todo hombre, inclusos b hechiceros debe recibir las ordenes de Dios.

Dios está con ellos, con el pueblo de Israel, no hay maldición ni brujería valida contra Israel.

Israel tiene las fuerzas del búfalo porque su Dios está con ellos. Somos como la niña de los ojos de Dios y Dios lo dice en su palabra. 

Dios da la orden y así se ejecuta. Dios dijo que de este lugar saldría un avivamiento y así es para todo aquel que cree. 

Josué 1: 7 – 9

Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.

Dios no dijo que iba a ser fácil. 

El reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. No es para gente mediocre. A veces nos conformamos con venir, oramos de a ratos, no tenemos una vida de oración. Tenemos que tener  una vida de guerrero, una vida de soldado en Cristo.

Dice esfuérzate y sé muy valiente, no es para cobardes. Somos valientes por el poder del Espíritu Santo y por eso le podemos decir al enemigo que está derrotado.

Somos coherederos de las promesas de Dios, de la salvación, de la vida eterna. Dios quiere que nosotros disfrutemos esa herencia, que nos gocemos de la mesa de Dios, de su bendición. 

Las montañas se moverán por tu poder, Señor. 

La escritura dice que la palabra de Dios es viva y eficaz y que es más cortante que espada de dos filos.

No nos apartemos de la palabra de Dios para que seamos prosperados en todas las cosas. 

Nunca se apartará de tu boca ni de tu corazón este libro de la palabra de Dios.

A la mujer sirofenicia Cristo le dijo: “el pan es para los hijos”. La mujer le dijo: “Señor, pero los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de los amos”.  Jesucristo le dijo: “por esa palabra, por lo que has declarado, porque tuviste fe, tu hija es sana, el demonio ha salido de tu hija”.

Su palabra tiene poder.

Vamos a ver lo que pasó con el centurión romano. 

Mateo 8: 5 – 13

Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora”.

Se decía que los centuriones tenían en un corazón endurecido, pero éste había oído hablar de Jesús. 

Este hombre cuando dijo nos soy digno estaba reconociendo la santidad de Dios y la autoridad que había en Jesucristo.

Los que veían a ver los milagros de Jesús, era gente pecado que reconocían que sólo Dios es bueno. 

El criado fue sano en esa misma hora por la palabra que salió de la boca de Dios, porque el centurión creyó. 

La fe comienza cuando reconocemos quien es Dios en nuestras vidas. El Dios de los imposibles.

Cuando Dios ve nuestra fe, obra. 

En Mateo 8 14 – 17

Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía. Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”.

Cristo sabía que esa mujer necesitaba ser sana para servir. Jesús conoce nuestra necesidad, nuestra enfermedad.

Con la palabra echó fuera demonios y sanó  a todos los enfermos.

Isaías 55: 10 – 11

Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”.

Dios prospera su palabra en este día en nuestras vidas y su palabra halló cabida en nuestros corazones. 


Su palabra tiene poder y no vuelve vacía.



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