¿Si estamos tan convencidos de que
tenemos un Dios tan poderoso? ¿Cuántos hemos clamado a dios por las promesas
que Dios nos ha dado? ¿Estamos convencidos de esas promesas, de esos milagros,
de esos ministerios que Dios nos ha dado? ¿Dónde están esos ministerios?
Hay que estar convencidos de lo
que Dios nos da, en todo momento en este lugar.
¿Cuántos están convencidos de que
iremos a esas bodas del Cordero? ¿Cuántos están convencidos de que nos estamos preparándonos
nosotros mismos, pidiéndole a Dios que nos limpie, que nos purifique para ir a
esos lugares celestiales?
Esa mujer que tocó el manto de
Jesús, tenía tanta convicción que decía: si tan solo tocara el borde de su
manto seré salva. Y fue atrevida, se abrió paso entre la multitud.
El centurión dijo: di la palabra
y mi criado sanará. A nosotros Dios nos ha dado palabra y nos ha hecho muchas promesas.
Dios nos dijo hace días: “he descendido para tomar sus cargas”. ¿Cuántos
creyeron que era el mismo Espíritu Santo que estaba hablando, que no era el
hombre?
Muchos creen por un rato y luego
se olvidan. Por un momento estamos convencidos.
Salmos 2: 8
“Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los
confines de la tierra”.
Dios nos está diciendo que le
pidamos. Para poder pedir hay que estar convencidos.
II Reyes 13: 15 –19
Se está hablando de la muerte de
Eliseo y Joás vino ante el profeta.
“Y le dijo Eliseo: Toma un arco y unas saetas. Tomó él entonces un arco
y unas saetas. Luego dijo Eliseo al rey
de Israel: Pon tu mano sobre el arco. Y puso él su mano sobre el arco. Entonces
puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey, y dijo: Abre la ventana que da al oriente. Y
cuando él la abrió, dijo Eliseo: Tira. Y tirando él, dijo Eliseo: Saeta de
salvación de Jehová, y saeta de salvación contra Siria; porque herirás a los
sirios en Afec hasta consumirlos. Y le volvió a decir: Toma las saetas. Y luego
que el rey de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y él la golpeó
tres veces, y se detuvo. Entonces el
varón de Dios, enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis golpes, hubieras
derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces
derrotarás a Siria”.
Golpeó solo tres veces. A veces
somos así, no insistimos. Nos cansamos de golpear, de arrebatar las
bendiciones. Nos perdemos muchas bendiciones por no insistir.
Venimos a la oración de guerra y
no obtenemos las bendiciones, ¿por qué será? ¿Cuántos han perseverado en pedir
por el avivamiento que Dios prometió en este lugar?
Como la mujer ante el juez
injusto que por su insistencia fue atendida.
Nos cansamos del golpear, de
arrebatar las bendiciones. No perdamos esa capacidad de asombrarnos.
Salmos 34: 19
“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará
Jehová”.
Nosotros somos esos justos y Dios
nos librará de todas las aflicciones.
Lee uno o dos versículos en el
día y aprópiate de ellos.
Tu palabra dice Señor: “Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece”.
Le creemos más al enemigo, a un
derrotado que a Jesucristo que fue quien lo derrotó.
La palabra dice que nosotros
somos más que vencedores en Cristo Jesús. Dice que somos reyes y sacerdotes.
Dios dijo que venían cosas
grandes para este lugar. Estoy convencida de que Dios me trajo a este lugar
para hacer cosas grandes para otras personas y para recibir de ustedes cosas
grandes. Si esa promesa fue para mí para ustedes también. Para todo aquel que
cree.
Tantos ministerios que hay,
tantos evangelistas, profetas, pastores, maestros. Es muy lindo cuando Dios
utiliza todos estos ministerios, pero hay que estar convencido de lo que Dios
nos dio.
Jueces 6: 1 – 10
“Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová; y Jehová
los entregó en mano de Madián por siete años. Y la mano de Madián prevaleció
contra Israel. Y los hijos de Israel, por causa de los madianitas, se hicieron
cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados. Pues sucedía que
cuando Israel había sembrado, subían los madianitas y amalecitas y los hijos
del oriente contra ellos; subían y los atacaban. Y acampando contra ellos
destruían los frutos de la tierra, hasta llegar a Gaza; y no dejaban qué comer
en Israel, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos. Porque subían ellos y sus ganados, y venían
con sus tiendas en grande multitud como langostas; ellos y sus camellos eran
innumerables; así venían a la tierra para devastarla. De este modo empobrecía
Israel en gran manera por causa de Madián; y los hijos de Israel clamaron a
Jehová. Y cuando los hijos de Israel clamaron a Jehová, a causa de los
madianitas, Jehová envió a los hijos de Israel un varón profeta, el cual les
dijo: Así ha dicho Jehová Dios de Israel: Yo os hice salir de Egipto, y os saqué
de la casa de servidumbre. Os libré de
mano de los egipcios, y de mano de todos los que os afligieron, a los cuales
eché de delante de vosotros, y os di su tierra; y os dije: Yo soy Jehová vuestro Dios; no
temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis; pero no habéis
obedecido a mi voz”.
El enemigo viene como langosta y
te quita todo lo que Dios te ha dado, las bendiciones porque no clamamos a Dios y porque nos escondemos. Nos estamos dejando quitar el
fruto por no estar convencidos.
Jueces 6: 11 - 12
“Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en
Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el
trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. Y el ángel de Jehová se le apareció, y le
dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente”.
Cuántas veces Dios nos ha dicho
que él está con nosotros.
Jueces 6: 13 - 15
“Y Gedeón le respondió: Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por
qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que
nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto? Y
ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas. Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu
fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?”
Dios nos dice que vamos con
nuestra fuerza que él nos envía. Dios te envía y Dios te va a respaldar. Gedeón
se sentía poca cosa.
No dudemos que el que nos envía
es Dios.
Cuando Dios mandó a Moisés a
rescatar el pueblo de la esclavitud de los egipcios, Moisés dudo porque era
tartamudo. Dios le dijo: “¿no fui yo quien hizo la boca, no puedo yo sanarte”?
Pero Moisés no quiso, dudó.
Cuando Dios a través de una
sierva llevó esa Palabra de Moisés a San Antonio de Prado, yo dije Dios mío yo
quiero ser libre, porque yo era una mujer muy tímida y no era capaz de hablar, y
le dije a Dios: “abre mi boca” y la sierva que estaba predicando sin saber lo
que yo estaba pidiendo, pero como el Espíritu Santo si sabía a través de ella
me dijo: “Te he hecho libre”. Yo sentí y ella vio que salió como una bola de
pelos de mi boca.
Esto porque le creí, porque me
apropié de esa palabra.
Si Dios lo hizo conmigo, ¿no lo
va a hacer con ustedes si la palabra es para todos? Hay que estar convencidos
siempre no por momentos.
Jueces 6: 15
“Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He
aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo,
y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre”.
Dios les iba a dar la victoria
Jueces 7: 9 – 15
“Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al
campamento; porque yo lo he entregado en tus manos. Y si tienes temor de descender, baja tú con
Fura tu criado al campamento, y oirás lo que hablan; y entonces tus manos se esforzarán,
y descenderás al campamento. Y él descendió con Fura su criado hasta los
puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. Y los
madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle
como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que
está a la ribera del mar en multitud. Cuando llegó Gedeón, he aquí que un
hombre estaba contando a su compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un
sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó
a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó de arriba
abajo, y la tienda cayó. Y su compañero respondió y dijo: Esto no es otra cosa
sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en
sus manos a los madianitas con todo el campamento. Cuando Gedeón oyó el relato
del sueño y su interpretación, adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo:
Levantaos, porque Jehová ha entregado el campamento de Madián en vuestras manos”.
Cuántos hombres y mujeres son
valientes y se levantan. Gedeón no tiene miedo de pasar por el lado del enemigo
para ir a escuchar lo que Dios le iba a decir.
Nosotros a veces preferimos
quedarnos en casa por diferentes motivos que venir a escuchar lo que Dios nos
quiere decir en este lugar.
Gedeón fue esforzado, creyó y
obedeció.
Nosotros por medio de la palabra
le declaramos al enemigo que somos más que vencedores en Cristo Jesús, esa es
nuestra palabra, es pan de vida. Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece y
le decimos al enemigo que Dios es nuestro pastor y nada nos faltará. Gedeón
creyó en esa palabra, en esa victoria.
Jueces 7: 21
“Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del
campamento; entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo”.
El enemigo huyo porque estuvieron
firmes. Obtuvieron la victoria por la espada de Jehová y por la espada de
Gedeón. Nosotros tenemos en nuestras manos la espada del Espíritu que es la
palabra de Dios.
A David no le importó el gigante
porque él iba en nombre del Dios viviente.
Dios tiene grandes promesas para
ti, pero debes andar convencido de lo que Dios te ha dado.
Dios se duele cuando no le
creemos, cuando despreciamos la mesa del Señor.
Nosotros tenemos un Dios vivo.,
un Dios de promesas, un Dios que nos tiene para cosas grandes. No podemos vivir
como esas personas que no tienen a Cristo en su corazón, derrotados, sin
esperanzas. Nosotros tenemos una esperanza viva y grande.
No le digamos a Dios que no, cuando
nos ponga a hacer la oración, la alabanza o a predicar. Es Dios quien nos pone,
no el hombre, es Dios el que nos da el encargo.
Nahúm 1: 7
“Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que
en él confían”.
Es nuestra fortaleza y Dios
conoce nuestros corazones.
Hechos 22: 24 - 29
“mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese
examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él. Pero
cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os
es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso
al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.
Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma
adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así
que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno,
al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado”.
Esto fue cuando iban a juzgar a
Pablo.
Tu ciudadanía es celestial.
Pablo, después de que Dios lo
tumbó del caballo, no dudó en servirle al Señor.
Pablo no se dejó azotar.
Nosotros nos dejamos atar y
azotar del enemigo.
Pablo le declaró al tribuno quien
era. Nosotros le tenemos que declarar al enemigo quienes somos: unos hijos de
Dios, reyes y sacerdotes y que nuestra ciudadanía es celestial.
Nosotros adquirimos la ciudadanía
porque ya nos pagaron el precio hace más de dos mil años. Nosotros hemos nacido de nuevo en Cristo
Jesús. Hay que estar tan convencidos de esto que hay que declararlo.
Cuando le declaras al enemigo
quien eres el enemigo tiene que huir.
En el plano de espiritual yo soy
hija de Dios mi ciudadanía es celestial. Somos más que vencedores, soldados de
Jesucristo.
Mi casa, mis hijos, mi hogar me
pertenecen porque Dios me lo ha dado todo.
I Juan 5: 14 – 15
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye. Y si
sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las
peticiones que le hayamos hecho”.
Que salgamos convencidos de
quienes somos, que no vengamos como un pueblo derrotado, sino victorioso somos
más que vencedores en Cristo Jesús.
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