Jehová Dios es el pan de vida que
sacia nuestra alma en todo momento. Cristo es el pan de vida bajado del cielo.
A través de su palabra Dios sacia
nuestra alma.
Eclesiastés 9: 7 – 8
“Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque
tus obras ya son agradables a Dios. En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y
nunca falte ungüento sobre tu cabeza”.
Muchas veces comemos ese pan con
tristeza porque no le hemos creído a Dios, no le hemos creído a la palabra.
Uno de los frutos del Espíritu
Santo es el gozo. Ese gozo que el mundo no nos puede dar.
¿Qué nos ha dado Dios a cada uno
de nosotros? A todos nos ha dado.
Dios nos hace aceptos cuando le
creemos.
Dios nos da esa oportunidad de
presentarnos ante él en la mañana y pedirle perdón.
En todo tiempo sean blancos tus
vestidos. Nuestra mente, espíritu, alma y cuerpo consagrados a Jesucristo.
Que no falte el aceite, la
presencia del Espíritu Santo.
Hay que alabar a Dios en la
prueba, hay que decirle gracias Señor por esta dificultad que estoy pasando
porque sé que es con un propósito de Dios en nuestras vidas.
Si llega la prueba por qué no
seguimos adelante, por qué nos quedamos estancados. No hagamos eso, hay que
avanzar.
Si tenemos alimento y techo
tenemos mucho que agradecerle a Dios.
San Juan 10: 7 – 14
“Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la
puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y
salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí
entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene
sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da
por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son
propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata
las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y
no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las
mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi
vida por las ovejas”.
Volvió el Espíritu Santo a
hablarnos a nosotros, Jesús nos dijo: yo soy el buen Pastor, yo soy el que
sustento vuestras almas.
Cristo es la puerta. Antes de que
conocieras a Dios quién hacía algo por ti, nadie.
El enemigo viene para destruirte.
Para decir que no somos nada, cuando somos hijos de Dios.
Dios es un Dios de abundancia.
Dios hace maravillas.
Poco clamamos por las promesas de
Dios, nos rendimos fácilmente.
Cuando Dios nos da una orden
seamos un pueblo obediente.
Al asalariado no le importan las ovejas.
Tú le importas solo a Dios.
A veces en lugar de caminar de la
mano con Dios le dices a la dificultad: “ven y camina conmigo, ven y caminemos
juntos, yo te cargo en mi espalda”: y sentimos ese peso en lugar de caminar con
el que todo lo puede, con el que nos quita las cargas.
Lo mismo le decimos al pecado: “ven
y caminemos juntos”. Al que no le importamos y al que nos debe de importar lo
dejamos a un lado.
Tenemos que estar confiados de
que Dios, ese pan de vida nos va a hacer
cosas grandes y maravillosas.
A veces queremos estar jugando al
grupo de oración y no nos damos cuenta de que estamos en los últimos tiempos,
de que Dios está a las puertas.
El tiempo está cerca y cuantos
estamos predicando, cuántos estamos ganando almas, cuantos estamos pagando el
precio para ganar almas para Cristo.
Mateo 8: 5 – 13
“Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y
diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente
atormentado Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré. Respondió el centurión y dijo:
Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi
criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis
órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi
siervo: Haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le
seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo
que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e
Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados
a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de diente. Entonces
Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue
sanado en aquella misma hora”.
Que fe la de este centurión,
sabía quién era él, que cargo tenía, se apropió, pero también sabía quién era
Jesús.
A nosotros nos han dado poder y
autoridad sobre toda fuerza del enemigo, pero no nos hemos apropiado porque no
hemos creído.
Su situación puede ser grave, per
Jesús, si crees te la puede solucionar, él todo lo puede, puede solucionar todo
problema.
Es centurión con mucho poder en
este problema no podía hacer nada, pero buscó al que si podía y le declaró
problema. ¿Por qué no le declaras a Dios por lo que estás pasando?
Dile estoy pasando por este
problema, pero yo te creo.
No soy digno pero di la palabra.
Es declararle la palabra al enemigo. Solamente di la palabra.
Señor solamente di la palabra.
Es hombre tenía autoridad, pero
no tenía la autoridad para sanar a su criado, pero sabía que Jesús tenía esa autoridad.
El Señor nos dijo acá: “He descendido
para llevar sus cargas” y no hemos creído a esa palabra.
El criado fue sanado en aquella
misma hora. Como creyó fue sanado ahí mismo. ¡Creámosle a Dios!
Isaías 51: 12 – 13
“Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del
hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno? Y ya te has olvidado de Jehová tu Hacedor, que
extendió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continuamente del
furor del que aflige, cuando se disponía para destruir. ¿Pero en dónde está el
furor del que aflige?”
No somos nada para tener temor si
tenemos al consolador. Somos hijos de Dios y no tenemos por qué temer.
Tienes miedo que te deje alguien
sabiendo que tienes a Dios, vas a temer a un problema teniendo a Dios.
Vas a tener miedo de perder un
amor que hoy es y mañana no es, cuando tienes el amor de Dios que siempre está
ahí.
Hasta acá la palabra me dice el
Espíritu Santo.
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