Génesis
3: 7 – 8
“Entonces fueron
abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces
cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová
Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se
escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas
Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu
voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. Y Dios le
dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te
mandé no comieses?”
Acá habla de dos desnudeces. Una es
desnudarse de la presencia de Dios y otra es denudarse del pecado.
Cuando ellos estaban en comunión con Dios
ellos estaban desnudos, ellos no estaban
cubiertos. No habían conocido la vergüenza, no había conocido el pecado, había
inocencia, había santidad.
Cuando ellos cayeron de la comunión con Dios,
dice el versículo 7 que fueron abiertos sus ojos. Los ojos fueron abiertos para
el mal porque ya estaban dispuestos a eso. Antes de eso ellos estaban en pura consagración
a Dios, tenían los ojos espirituales abiertos, pero cuando cayeron de esa
comunión con Dios, fueron abiertos sus ojos carnales y ahí fue donde se vieron
desnudos.
Nosotros, cuando no teníamos a Cristo andábamos
sin cobertura, andábamos desnudos porque estábamos llenos de pecado y había
solo contaminación, desnudos porque no teníamos la presencia de Dios.
Cuando Cristo vino a nuestras vidas vino a
traernos su consagración, vino a traernos su santidad y esa unción de él vino a
traernos convicción a nuestras vidas para que nos desnudáramos y nos despojáramos
del pecado, nos despojáramos de aquello que nos estaba estorbando la comunión
con el Padre.
Quién les enseñó que estaban desnudos. El
pecado fue el que les mostró su condición. Cuando estamos en pecado conocemos
esa condición, cuando no la reconocemos nos estamos engañando a nosotros mismos
y aún más teniendo al Espíritu Santo que
nos pone alerta. El Espíritu Santo nos muestra cuando caemos de la unción.
Cuando viene la palabra y nos dice una y otra
vez lo que debemos hacer y a nosotros no nos gusta entonces buscamos otros
consejos que se acomoden a lo que queremos.
Buscamos cobertura humana, como dice en
Isaías 31, buscamos consejos humanos, otras alternativas, pero no queremos la
alternativa de la consagración que Dios quiere para nuestras vidas.
Cuando el Espíritu de Dios habla al ser
humano y usted tiene abierto su corazón, es palabra tiene que traerle
convicción a usted, esa palabra te tiene que desnudar, despojar de ese pecado.
Cuando Moisés estaba frente a la zarza oyó
una voz que le dijo quita tu calzado porque la tierra que pisas es santa. Se
tuvo que descalzar. Le estaba diciendo: “Cambia tu manera de caminar porque el
lugar dónde estás santo es”.
Nosotros estamos en la presencia santa, la
presencia del Rey de reyes y Señor de señores. No nos podemos presentar de
cualquier manera ante el Señor, tenemos que tener la convicción que es ante el Rey
de reyes que usted está alabando, ante el Rey de reyes usted se sienta ahí a
escuchar palabra.
Se escondieron al oír la voz de Dios, Antes
no se escondían porque, antes, estaban
llenos de la presencia de Dios y estaban acostumbrados a oír la voz de
Dios, estaban bajo la cobertura de Dios.
Si estamos metidos con Dios por qué nos da
miedo cuando nos toma por sorpresa y nos dicen que vamos con la palabra, si siempre tenemos
que estar preparados. Si usted está en comunión con Dios, usted tiene que tener
palabra preparada.
Si estamos en comunión con Dios no nos puede
dar miedo porque un vaso nos va a desnudar.
¿Cuántas veces hemos oído la voz de Dios que
se pasea en este lugar, a través de cualquier vaso?
Usted al hombre le puede mentir, pero no a
Dios.
¿Cuántas veces nos hemos escondido de la
presencia de Dios porque no hemos querido sacar nuestro pecado? No hemos
querido que el Espíritu de Dios nos transforme.
En el versículo 9 Dios le pregunta: “¿Dónde
estás tú?”, Dios quiere que le
contestemos en esta mañana, dónde estamos.
Dios sabía dónde estaban Adán y Eva y les
preguntó. Dios sabe cuál es nuestro pecado y sin embargo nos pregunta dónde estamos, en
qué estamos ahora. Dios quiere que
seamos sinceros, que ele expresemos lo que hay, las debilidades. Expréselas:
desnudos bajo esa unción.
Si Dios a través de una unción bendita nos
está mostrando el error, cómo lo vamos a esconder nosotros si él todo lo sabe.
¿Cómo tapar el sol con un dedo? Es imposible.
Adán le responde: “y tuve miedo”. Dios dice
que el perfecto amor echa fuera el temor.
El temor a Dios es la reverencia y la
obediencia a Dios, no el miedo.
Si estamos en comunión con Dios no tenemos
por qué tener miedo. Si tenemos miedo es porque en nuestros corazones hay
reservas.
Estaba desnudo de la presencia de Dios y
estaba cubierto de pecado, porque había venido la desobediencia, la soberbia,
la codicia. Se despojaron de la presencia de Dios, de la consagración a Dios y
entró el miedo.
Si le entregamos el problema a Dios no tiene
por qué venir la angustia.
Dios pregunta porque no somos sinceros.
Por qué seguimos bajo viejos rudimentos, si a
vida nueva hemos sido llamados.
Cuando estamos en comunicación con el Señor,
en consagración con él, el Espíritu Santo nos desnuda de pecado, nos quita el
pecado y nos presenta ante el Padre sin mancha y el Padre puede decir: “este es
un verdadero hijo donde no hay engaño”.
Mateo 16: 22 -23
“Entonces
Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión
de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro:
¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira
en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.
Jesús desnudó a Santanas y le declaró la
palabra porque la voluntad de Dios no puede ser interrumpida. Nosotros, a veces,
nos dejamos poner tropiezo del enemigo y no le declaramos la palabra de Dios.
No le declaramos el designio que Dios tiene para nuestra vida.
A veces sabiendo lo que el enemigo está
trayendo a través de otras personas, no lo reprendemos.
Tenemos la mirada en el problema, en las
cosas de los hombres.
Si usted ya le entregó a Dios sus finanzas,
su familia y todo, entonces ponga la mirada ahí. Dígale a Dios: “Tú me lo
dijiste, yo te creo, no dejarás un justo desamparado ni su descendencia que mendigue
pan”.
Vienen los problemas y usted se traga todo lo
que dice el enemigo y en vez de declarar victoria declara derrota y ahí el
enemigo lo tumba.
Que con esta palabra que estamos escuchando
el Espíritu Santo nos despoje de lo que nos está haciendo tropezar.
Para lo terrenal siempre estamos dispuestos,
para las cosas de Dios sacamos disculpas. Cambiemos esa actitud, quitemos el
tropiezo.
La mirada tiene que estar puesta en el
galardón.
Los discípulos habían visto el poder de Dios
y les reveló Jesús lo que iba a suceder y el enemigo “no, no te suceda”.
Cuantas veces el enemigo te cambia el plan.
Hechos 6: 8
“Y
Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el
pueblo”.
Esteban estaba desnudando el poder de Dios,
la bendición de Dios.
Nosotros tenemos mucho que orar, nosotros no
damos a conocer lo que tenemos, el Cristo de la gloria que tenemos.
Estamos diseñados para que la gloria de Dios
se refleje dondequiera que vayamos.
Mire con la ridiculez con que salieron en el
mundo entero ayer (31 de octubre) y no les daba pena como salían, disfrazados niños,
adultos, viejos y hasta perros, no les daba pena. Y a nosotros nos da pena, a veces, que nos
vean con una biblia; nos da pena que nos vean orando, que nos vean cantando o
levantando lasa manos.
Mostremos el poder de Dios.
Hechos 6: 15
“Entonces
todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron
su rostro como el rostro de un ángel”.
Esteban fue llevado al concilio por la gloria
y el poder de Dios que se estaban replegando. ¿Qué ven en nosotros?
A veces no tenemos convicción de que el poder
de Dios está en nosotros.
Les piden oración por alguien y no la hace porque
no sienten el respaldo de Dios.
Andemos a cara con el Señor para que nos
respalde afuera.
A veces es Dios queriéndolo bendecir y ese
corazón cerrado y nosotros no hacemos algo para recibir esa bendición.
Cambiamos la bendición y ahí viene la
maldición. Nos salimos de la bendición
Miquea 5: 7 – 8
“El
remanente de Jacob será en medio de muchos pueblos como el rocío de Jehová,
como las lluvias sobre la hierba, las cuales no esperan a varón, ni aguardan a
hijos de hombres. Asimismo el remanente de Jacob será entre las naciones, en
medio de muchos pueblos, como el león entre las bestias de la selva, como el
cachorro del león entre las manadas de las ovejas, el cual si pasare, y
hollare, y arrebatare, no hay quien escape. Tu mano se alzará sobre tus
enemigos, y todos tus adversarios serán destruidos”.
Nosotros somos ese remanente de papito Dios. La
palabra de Dios nos refresca, nos levanta, nos fortalece.
El rocío remoja para refrescar y alimentar la hierba.
Cuando nosotros andamos desnudos, a cara con el
Señor no esperamos el consejo de hombre alguno, sino que tenemos la guía del
Espíritu Santo, porque dice que la unción nos enseñará todas las cosas y el
yugo se pudre a causa de la unción.
Nosotros no esperamos ayuda de hombre: ¿Quién
me va a ayudar, quién me va a prestar?, no, si usted está en comunión con el
Señor, Dios trae su ayuda, Él utiliza a quien quiera, pero es él.
Seremos reconocidos dondequiera que nos ponga
el Señor.
El pueblo de Dios tiene que ser esforzado y
valiente, agresivo en oración para arrebatar las bendiciones, no temiendo al
enemigo nada.
Es como el león ante las bestias del campo. Cómo va usted a dejar pasar
las bendiciones sin tomarlas.
Así es el remanente de Dios: si pasare y
hollare ahí mismo arrebata, pero si usted lo deja pasar se lo quitan.
Dice: “Tu mano se alzará sobre tus enemigos y
todos tus adversarios serán destruidos”, pero si nos levantamos como Dios nos
está diciendo, como el león.
Si vivimos desnudos bajo esa unción dice que
todos los adversarios serán destruidos. La mano levantada representa autoridad.
Mateo 27: 50 – 54
“Mas
Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el
velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las
rocas se partieron; y se abrieron los
sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y
saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la
santa ciudad, y aparecieron a muchos. El
centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y
las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron:
Verdaderamente éste era Hijo de Dios”.
Jesús clamó y entregó. Dios manda que clamemos
a gran voz, qué le falta entregar. En esa unción no podemos dejar reservas hay
que entregar todo.
Dios quiere que nos arrepintamos y que
entreguemos sin reservas.
Cuando clamamos fuertemente, todo se rasga,
todo se estremece, todo cae.
Todo se sacude; su situación económica,
conyugal, todo.
El problema más duro se parte por duro que sea
si usted lo puede creer.
El mismo problema no puede quedar ahí. Eventos
sobrenaturales suceden al clamor de un hijo de Dios.
En ese sepulcro que está viviendo se abre y
cobra vida. Los muertos espirituales tienen que cobrar vida porque llegó la
unción del Espíritu Santo.
Usted se tiene que levantar, usted que es un
hijo de Dios y que está oyendo esta palabra.
Los que nos ven con nada y como nada luego nos verán
levantados porque el Dios que tenemos es vivo y real.
Aparecieron a muchos, así se va a mostrar usted
ante aquellos que se han burlado, ante aquellos que le han negado favores, se
va a mostrar usted en gloria.
Cuando vean ese terremoto en ustedes, van a
decir verdaderamente este si es hijo de Dios.
Por esta palabra usted tiene que irse en
victoria.
Cuando el pueblo de Dios está en la unción es
un pueblo que va en fe, va es para adelante.
Ezequiel 1: 1
“Aconteció
en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo
en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi
visiones de Dios”.
Aconteció en el año 2015, en el mes 11 en el
día 1, estando con el remanente de Dios los cielos se abrieron y vimos visiones
de Dios.
Si Dios trajo esta palabra es para bendecirnos.
Declárele al enemigo: “hoy es un día de
bendición”.
Los cielos se abren para que venga lluvia de
bendiciones para que podamos florecer.
Excelente reflexión.
ResponderEliminarGracias Leonardo
ResponderEliminar