jueves, 19 de marzo de 2015

Iglesia, duermes



Hace mucho que venimos escuchando que Cristo viene. Y viene por un cuerpo vivo, por una iglesia que esté preparada

Apocalipsis 3: 1 – 3

Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”.

Dice que viene como ladrón en la noche, pero si estamos preparados no tiene por qué sorprendernos.

Cuantos hay que dicen Cristo vive, pero no siente ese gozo del Señor. El que está en fuego está tratan de ganar almas para el cielo. 

Hay que estar vigilantes, ¿cómo que nacimos de nuevo y todavía le estamos dando entrada a la carne?

Decimos  que Satanás es un enemigo derrotado, ¿entonces qué hacemos cayendo en la derrota del enemigo? ¿Qué cristo de poder tiene usted si de tal forma obra? Tiene más poder Cristo. 

Cristo dice que el venció en la cruz a los principados y los exhibió públicamente triunfando en la cruz, entonces ¿por qué los principados están triunfando sobre nuestras vidas? Y somos nosotros, como pueblo de Dios los que tenemos que vencer al enemigo. 

Dios quiere un pueblo firme, que no vacile, que sepa esperar en Dios.

Vosotros sois el templo del Dios viviente y andaré en medio de ustedes dice el Señor. Y nosotros le estamos dando cabida al enemigo.

Si nosotros nos mantenemos en el fuego esa gloria de Dios se manifiesta en nosotros en todo momento. 

Pedimos un avivamiento y el caso ya no es pedirlo sino meternos en ese avivamiento. ¿Cómo conseguimos ese avivamiento? Con oración, con estudio de la palabra, con ayuno, con santidad, con alabanza, reuniéndonos. 

Acuérdate como Dios te consuela cuando viene a las rodillas.

Aquí venimos a recibir una palabra pura, una palabra que nos consuela, que nos enseña a vivir para Dios, una palabra que no enseña a vivir en libertad.

El Señor nos está llamando a un arrepentimiento, Iglesia, duermes. Y duermes porque éste no es el nivel de oración que quiere el Señor, él quiere un nivel superior.

La orden es velar, vigilar constantemente, vigile su manera de obrar, su manera de pensar, que nuestros pensamientos sean puros para Dios, que nuestra mente sea llena de la palabra de Dios.

Joel 2: 12

“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento”.

Nos pide que nos convirtamos. Si recibimos a Cristo no andemos en pecado.

Nuestro corazón está dividido. Si fuera solo para el Señor viviríamos para el Señor y solo para él.

Corte con lo vejámenes de la carne, ayunemos para que el Señor quite eso.

Quitemos la idolatría, seguramente no tenemos ningún yeso, pero ¿qué hay  en nuestra vida que le está quitando el primer lugar a Dios? Tal vez ese pecado que se está idolatrando tanto. 

Dice el Señor: “convertíos con todo vuestro corazón”.

Examina mi corazón Señor, yo anhelo ser lleno del Espíritu Santo, yo te clamo en este día: limpia mi corazón
Las pequeñas zorrillas son las que dañan la viña.

Laméntese el hombre por su pecado, dice la palabra. No nos lamentemos por las finanzas, o por otra cosa, lamentémonos por el pecado.

Jeremías 6: 16

“Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos”. 

El Señor le está hablando a su pueblo.

El camino que seguimos es un camino bueno, que nos va a dar sanidad, libertad y prosperidad.

Tenemos un Dios que da descanso, entonces ¿por qué nos sentimos perturbados?

Cuando nos volvemos a él de todo corazón él nos dará descanso. 

Jeremías 6: 8

“Corrígete, Jerusalén, para que no se aparte mi alma de ti, para que no te convierta en desierto, en tierra inhabitada”. 

Cuantos acá pueden estar en ese desierto, pero el Espíritu Santo de Dios hoy riega ese desierto, El Espíritu Santo hace cobra vida, nos levanta.

Mateo 26: 36 – 44

“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?  Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras”. 

Cristo se sentía angustiado y no fue a descansar sino a orar, porque en la oración encontraba fortaleza.

Velad y orad para que no entres en tentación, vigilando y orando para no entrar en tentación.

La carne nunca va a querer orar, no va a querer leer la palabra. El espíritu sí quiere. Nosotros tenemos que doblegar la carne.

Cristo no desistió y en Getsemaní obtuvo la victoria en las rodillas. En la oración obtenemos las victorias.
A veces queremos hacer nuestra voluntad porque queremos agradar nuestra carne.

Cuando recibimos a Cristo no lo recibimos para agradarnos a nosotros mismos sino para agradarlo a él. 

Romanos 13: 11 – 14

“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”.

Es hora de levantarnos del pecado. ¿Que usted  no es capaz?, Cristo si es capaz de sacarlo de ahí pídaselo.
Es hora de que nos convirtamos de todo corazón. 

Son tiempos de vivir para el Señor, tiempos de vivir en Santidad.

Ahora está más cerca nuestra salvación, Jesucristo está a las puertas.

A nosotros nos toca desechar las obras de las tinieblas, vistamos las armas de la luz., vistámonos del Señor.
No ande con tristezas, ni con amargura. 

No proveerás los deseos de la carne. No es el enemigo el que provee para los deseos de la carne somos nosotros. 

II Pedro 3: 10 – 14

“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.  Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”.

Debemos estar en santa y piados manera de vivir.

Apresurándonos para que Dios nos encuentre como vírgenes prudentes. 

No hay nada más terrible para el pueblo de Dios que el desánimo.

Apocalipsis 1: 3

“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.

Acá venimos a escuchar palabra de Dios.

Guardar la palabra y las cosas en ellas escritas porque el tiempo está cerca.

Apocalipsis 1:10

Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta”, 

Para oír la palabra tenemos que andar en el Espíritu. 

El hijo de Dios no puede cansarse porque para eso está él para darnos fuerzas. “Fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza” dice la palabra.

Si conocimos a un Cristo vivo no tenemos por qué retroceder. Él no nos ha hecho sino bien no podemos retroceder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario