Hace mucho que venimos escuchando
que Cristo viene. Y viene por un cuerpo vivo, por una iglesia que esté
preparada
Apocalipsis 3: 1 – 3
“Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus
de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes
nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las otras cosas que
están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios.
Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete.
Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré
sobre ti”.
Dice que viene como ladrón en la
noche, pero si estamos preparados no tiene por qué sorprendernos.
Cuantos hay que dicen Cristo
vive, pero no siente ese gozo del Señor. El que está en fuego está tratan de
ganar almas para el cielo.
Hay que estar vigilantes, ¿cómo
que nacimos de nuevo y todavía le estamos dando entrada a la carne?
Decimos que Satanás es un enemigo derrotado,
¿entonces qué hacemos cayendo en la derrota del enemigo? ¿Qué cristo de poder
tiene usted si de tal forma obra? Tiene más poder Cristo.
Cristo dice que el venció en la
cruz a los principados y los exhibió públicamente triunfando en la cruz,
entonces ¿por qué los principados están triunfando sobre nuestras vidas? Y
somos nosotros, como pueblo de Dios los que tenemos que vencer al enemigo.
Dios quiere un pueblo firme, que
no vacile, que sepa esperar en Dios.
Vosotros sois el templo del Dios
viviente y andaré en medio de ustedes dice el Señor. Y nosotros le estamos
dando cabida al enemigo.
Si nosotros nos mantenemos en el
fuego esa gloria de Dios se manifiesta en nosotros en todo momento.
Pedimos un avivamiento y el caso
ya no es pedirlo sino meternos en ese avivamiento. ¿Cómo conseguimos ese
avivamiento? Con oración, con estudio de la palabra, con ayuno, con santidad,
con alabanza, reuniéndonos.
Acuérdate como Dios te consuela
cuando viene a las rodillas.
Aquí venimos a recibir una
palabra pura, una palabra que nos consuela, que nos enseña a vivir para Dios, una
palabra que no enseña a vivir en libertad.
El Señor nos está llamando a un
arrepentimiento, Iglesia, duermes. Y duermes porque éste no es el nivel de
oración que quiere el Señor, él quiere un nivel superior.
La orden es velar, vigilar
constantemente, vigile su manera de obrar, su manera de pensar, que nuestros pensamientos
sean puros para Dios, que nuestra mente sea llena de la palabra de Dios.
Joel 2: 12
“Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro
corazón, con ayuno y lloro y lamento”.
Nos pide que nos convirtamos. Si
recibimos a Cristo no andemos en pecado.
Nuestro corazón está dividido. Si
fuera solo para el Señor viviríamos para el Señor y solo para él.
Corte con lo vejámenes de la
carne, ayunemos para que el Señor quite eso.
Quitemos la idolatría, seguramente
no tenemos ningún yeso, pero ¿qué hay en
nuestra vida que le está quitando el primer lugar a Dios? Tal vez ese pecado
que se está idolatrando tanto.
Dice el Señor: “convertíos con
todo vuestro corazón”.
Examina mi corazón Señor, yo
anhelo ser lleno del Espíritu Santo, yo te clamo en este día: limpia mi corazón
Las pequeñas zorrillas son las
que dañan la viña.
Laméntese el hombre por su
pecado, dice la palabra. No nos lamentemos por las finanzas, o por otra cosa, lamentémonos
por el pecado.
Jeremías 6: 16
“Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las
sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso
para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos”.
El Señor le está hablando a su
pueblo.
El camino que seguimos es un
camino bueno, que nos va a dar sanidad, libertad y prosperidad.
Tenemos un Dios que da descanso,
entonces ¿por qué nos sentimos perturbados?
Cuando nos volvemos a él de todo
corazón él nos dará descanso.
Jeremías 6: 8
“Corrígete, Jerusalén, para que no se aparte mi alma de ti, para que no
te convierta en desierto, en tierra inhabitada”.
Cuantos acá pueden estar en ese
desierto, pero el Espíritu Santo de Dios hoy riega ese desierto, El Espíritu
Santo hace cobra vida, nos levanta.
Mateo 26: 36 – 44
“Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y
dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y
tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a
angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste,
hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. Yendo un poco adelante, se
postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí
esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Vino luego a sus
discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido
velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación;
el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y
oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin
que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque
los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y
oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras”.
Cristo se sentía angustiado y no
fue a descansar sino a orar, porque en la oración encontraba fortaleza.
Velad y orad para que no entres
en tentación, vigilando y orando para no entrar en tentación.
La carne nunca va a querer orar,
no va a querer leer la palabra. El espíritu sí quiere. Nosotros tenemos que
doblegar la carne.
Cristo no desistió y en Getsemaní
obtuvo la victoria en las rodillas. En la oración obtenemos las victorias.
A veces queremos hacer nuestra
voluntad porque queremos agradar nuestra carne.
Cuando recibimos a Cristo no lo
recibimos para agradarnos a nosotros mismos sino para agradarlo a él.
Romanos 13: 11 – 14
“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño;
porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.
La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las
tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. Andemos como de día, honestamente;
no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y
envidia, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la
carne”.
Es hora de levantarnos del
pecado. ¿Que usted no es capaz?, Cristo
si es capaz de sacarlo de ahí pídaselo.
Es hora de que nos convirtamos de
todo corazón.
Son tiempos de vivir para el
Señor, tiempos de vivir en Santidad.
Ahora está más cerca nuestra
salvación, Jesucristo está a las puertas.
A nosotros nos toca desechar las
obras de las tinieblas, vistamos las armas de la luz., vistámonos del Señor.
No ande con tristezas, ni con amargura.
No proveerás los deseos de la
carne. No es el enemigo el que provee para los deseos de la carne somos
nosotros.
II Pedro 3: 10 – 14
“Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los
cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos,
y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas
estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y
piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de
Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos,
siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas,
cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh
amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados
por él sin mancha e irreprensibles, en paz”.
Debemos estar en santa y piados
manera de vivir.
Apresurándonos para que Dios nos
encuentre como vírgenes prudentes.
No hay nada más terrible para el
pueblo de Dios que el desánimo.
Apocalipsis 1: 3
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta
profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.
Acá venimos a escuchar palabra de
Dios.
Guardar la palabra y las cosas en
ellas escritas porque el tiempo está cerca.
Apocalipsis 1:10
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una
gran voz como de trompeta”,
Para oír la palabra tenemos que
andar en el Espíritu.
El hijo de Dios no puede cansarse
porque para eso está él para darnos fuerzas. “Fortaleceos en el Señor y en el
poder de su fuerza” dice la palabra.
Si conocimos a un Cristo vivo no
tenemos por qué retroceder. Él no nos ha hecho sino bien no podemos retroceder.
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