Somos muy dados a olvidarnos de
las bendiciones después de recibir a Cristo en el Corazón. No valoramos no
cuidamos la bendición.
Ezequiel 16: 1 – 16
1.
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, notifica a
Jerusalén sus abominaciones, y di: Así ha dicho Jehová el Señor sobre
Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue
amorreo, y tu madre hetea. Y en cuanto a tu nacimiento, el día que
naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte,
ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas. No hubo ojo que se
compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino
que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el
día que naciste. Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y
cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en
tus sangres: ¡Vive! Te hice multiplicar como la hierba del campo; y
creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se
habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y
descubierta. Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu
tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez;
y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste
mía. Te lavé con agua, y lavé tus sangres de encima de ti, y te ungí con
aceite; y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te
cubrí de seda. Te atavié con adornos, y puse brazaletes en tus brazos y
collar a tu cuello. Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y
una hermosa diadema en tu cabeza. Así fuiste adornada de oro y de plata,
y tu vestido era de lino fino, seda y bordado; comiste flor de harina de trigo,
miel y aceite; y fuiste hermoseada en extremo, prosperaste hasta llegar a
reinar. Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura;
porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová
el Señor. Pero confiaste en tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu
renombre, y derramaste tus fornicaciones a cuantos pasaron; suya eras. Y
tomaste de tus vestidos, y te hiciste diversos lugares altos, y fornicaste
sobre ellos; cosa semejante nunca había sucedido, ni sucederá más”.
Está hablando del origen de
Abraham. Inicialmente estábamos en el
desamparo. Nosotros estábamos sucios en delitos y pecados. No teníamos un valor
para el mundo, pero para Dios tenemos un valor muy grande. Tenemos precio de
sangre, para Dios somos reyes, sacerdotes.
Dios nos dio valor y nos levantó
la autoestima. Por la palabra de Dios ya no somos los mismos, por ella estamos
aquí. Esa palabra transforma los corazones y transforma al que sea.
Nos recogió, nos limpió y nos
hizo crecer por la palabra de Dios.
A pesar del conocimiento de la
palabra a veces andamos desnudos espiritualmente porque no andamos en
obediencia.
Nosotros ya le pertenecemos a
Jesucristo, ya tenemos dueño. ¿Qué hacemos dándonos vacaciones con el pecado?
Si dice este pasaje que “fuiste
hermoseada hasta el extremo” por qué no
nos vemos así por qué no se ve así la Iglesia.
Nosotros debemos estar reinado
sobre la situación.
Cuando no estamos reinando sobre
las situaciones adversas es porque nuestra fe está muy bajita.
Donde quiera que vayamos somos
bendición pues dice que somos de renombre entre todas las naciones.
Jesucristo nos ve perfectos, pero
a causa de la santidad de él, de la hermosura de él.
Si nosotros tenemos la simiente
de Cristo ¿por qué nos subvaloramos?
Lo que ha pasado con muchas
denominaciones que al coger renombre se prostituyen y no predican sino
prosperidad.
Nos vestimos con la ropa del
mundo. Dios quiere que nos vistamos de Santidad.
2.
La
persona de doble ánimo
Santiago 1: 6 – 8
“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a
la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a
otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del
Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.
Dios nos manda a que corrijamos pues
podemos ser de doble ánimo. Muchas veces pedimos y estamos
dudando. ¿Cómo queremos ver un milagro si dudamos? El que hizo un milagro ayer
lo vuelve a hacer hoy.
Si cuando pedimos dudamos de que
suceda, ¿cómo vamos a esperar un
milagro?
Acá somos muy poquitos y son muchos
los que se están levantando contra nosotros, pero Dios dice: “no temáis”.
El siervo de Eliseo se atemorizó
porque vio un ejército muy grande que
venía contra ellos y Eliseo oró y le dijo a Dios: “Padre mío abre sus ojos
espirituales para que vea que son más los que están con nosotros” y el siervo vio
que estaban llenos de ángeles a su alrededor.
Cuántas veces hemos perdido
bendiciones porque nos cansamos de interceder.
¿Usted quiere ver la Gloria de
Dios? Conságrese a él.
3.
Los
leprosos
Lucas 17: 11 – 19
“Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al
entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales
se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia
de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes.
Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos,
viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y
se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.
Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve,
¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este
extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.
Dios quiere que clamemos, para
que nos limpie y nos cambie. Que nos haga agradecidos para valorar las bendiciones
que Dios nos da.
Solo uno volvió, los otros nueve
no vieron. Dios quiere que nos detengamos a ver sus grandezas en nuestras
vidas.
¿Cuántos recibimos esta palabra,
cuántos la viven y cuántos no la viven?
El que volvió recibió doble
milagro la limpieza y por la fe le dio la salvación.
Génesis 25: 21 – 34
“Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová,
y concibió Rebeca su mujer. Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es
así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; y le respondió
Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos
desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro
pueblo, y el mayor servirá al menor. Cuando se cumplieron sus días
para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio,
y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. Después
salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre
Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz. Y
crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero
Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. Y amó Isaac a Esaú,
porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob. Y guisó Jacob un
potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que
me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado
su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura.
Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la
primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob
su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las
lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la
primogenitura”.
¿Cuántas veces hemos orado por
situaciones estériles? Situaciones que no vemos solución. La actitud de la Iglesia
es de orar.
Fue a consultar a Jehová. Siempre
debemos consultar a Dios.
La quietud de Jacob era de
confiar en Dios. Jacob agradaba a Dios.
Dios quiere que le creamos a sus
promesas.
El enemigo espera que le demos
oportunidad.
Esaú desprecio la primogenitura.
¿Es esa nuestra actitud? Despreciar lo que Dios nos da. Esaú no pensó, ¿cuántas
veces hacemos las cosas sin pensar y sin consultar a Dios?
Así despreció Esaú la
primogenitura. No se le da valor a las bendiciones de Dios. Dios no quiere que
seamos así, cambiemos la actitud.
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