sábado, 7 de marzo de 2015

Valora la bendición



Somos muy dados a olvidarnos de las bendiciones después de recibir a Cristo en el Corazón. No valoramos no cuidamos la bendición.

Ezequiel 16: 1 – 16
1.        
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, notifica a Jerusalén sus abominaciones, y di: Así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea.  Y en cuanto a tu nacimiento, el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas.  No hubo ojo que se compadeciese de ti para hacerte algo de esto, teniendo de ti misericordia; sino que fuiste arrojada sobre la faz del campo, con menosprecio de tu vida, en el día que naciste. Y yo pasé junto a ti, y te vi sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí, te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive!  Te hice multiplicar como la hierba del campo; y creciste y te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; tus pechos se habían formado, y tu pelo había crecido; pero estabas desnuda y descubierta.  Y pasé yo otra vez junto a ti, y te miré, y he aquí que tu tiempo era tiempo de amores; y extendí mi manto sobre ti, y cubrí tu desnudez; y te di juramento y entré en pacto contigo, dice Jehová el Señor, y fuiste mía.  Te lavé con agua, y lavé tus sangres de encima de ti, y te ungí con aceite;  y te vestí de bordado, te calcé de tejón, te ceñí de lino y te cubrí de seda.  Te atavié con adornos, y puse brazaletes en tus brazos y collar a tu cuello.  Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza.  Así fuiste adornada de oro y de plata, y tu vestido era de lino fino, seda y bordado; comiste flor de harina de trigo, miel y aceite; y fuiste hermoseada en extremo, prosperaste hasta llegar a reinar.  Y salió tu renombre entre las naciones a causa de tu hermosura; porque era perfecta, a causa de mi hermosura que yo puse sobre ti, dice Jehová el Señor.  Pero confiaste en tu hermosura, y te prostituiste a causa de tu renombre, y derramaste tus fornicaciones a cuantos pasaron; suya eras.  Y tomaste de tus vestidos, y te hiciste diversos lugares altos, y fornicaste sobre ellos; cosa semejante nunca había sucedido, ni sucederá más”. 

Está hablando del origen de Abraham.  Inicialmente estábamos en el desamparo. Nosotros estábamos sucios en delitos y pecados. No teníamos un valor para el mundo, pero para Dios tenemos un valor muy grande. Tenemos precio de sangre, para Dios somos reyes, sacerdotes.

Dios nos dio valor y nos levantó la autoestima. Por la palabra de Dios ya no somos los mismos, por ella estamos aquí. Esa palabra transforma los corazones y transforma al que sea. 

Nos recogió, nos limpió y nos hizo crecer por la palabra de Dios. 

A pesar del conocimiento de la palabra a veces andamos desnudos espiritualmente porque no andamos en obediencia.

Nosotros ya le pertenecemos a Jesucristo, ya tenemos dueño. ¿Qué hacemos dándonos vacaciones con el pecado?

Si dice este pasaje que “fuiste hermoseada hasta el extremo”  por qué no nos vemos así por qué no se ve así la Iglesia.

Nosotros debemos estar reinado sobre la situación.

Cuando no estamos reinando sobre las situaciones adversas es porque nuestra fe está muy bajita.

Donde quiera que vayamos somos bendición pues dice que somos de renombre entre todas las naciones. 

Jesucristo nos ve perfectos, pero a causa de la santidad de él, de la hermosura de él. 

Si nosotros tenemos la simiente de Cristo ¿por qué nos subvaloramos? 

Lo que ha pasado con muchas denominaciones que al coger renombre se prostituyen y no predican sino prosperidad.

Nos vestimos con la ropa del mundo. Dios quiere que nos vistamos de Santidad.

2.       La persona de doble ánimo

Santiago 1: 6 – 8

“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.  No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.  El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.

Dios nos manda a que corrijamos pues  podemos ser de doble ánimo.  Muchas veces pedimos y estamos dudando. ¿Cómo queremos ver un milagro si dudamos? El que hizo un milagro ayer lo vuelve a hacer hoy.

Si cuando pedimos dudamos de que suceda,  ¿cómo vamos a esperar un milagro?

Acá somos muy poquitos y son muchos los que se están levantando contra nosotros, pero Dios dice: “no temáis”.

El siervo de Eliseo se atemorizó porque vio un ejército muy grande  que venía contra ellos y Eliseo oró y le dijo a Dios: “Padre mío abre sus ojos espirituales para que vea que son más los que están con nosotros” y el siervo vio que estaban llenos de ángeles a su alrededor.

Cuántas veces hemos perdido bendiciones porque nos cansamos de interceder. 

¿Usted quiere ver la Gloria de Dios? Conságrese a él.

3.       Los leprosos

Lucas 17: 11 – 19

Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.  Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos  y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!  Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados.  Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz,  y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano.  Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado”.

Dios quiere que clamemos, para que nos limpie y nos cambie. Que nos haga agradecidos para valorar las bendiciones que Dios nos da.

Solo uno volvió, los otros nueve no vieron. Dios quiere que nos detengamos a ver sus grandezas en nuestras vidas. 

¿Cuántos recibimos esta palabra, cuántos la viven y cuántos no la viven? 

El que volvió recibió doble milagro la limpieza y por la fe le dio la salvación. 

Génesis 25: 21 – 34

Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer. Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová;  y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor.  Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre. Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú.  Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz.  Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas.  Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob.  Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado,  dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura”.

¿Cuántas veces hemos orado por situaciones estériles? Situaciones que no vemos solución. La actitud de la Iglesia es de orar.

Fue a consultar a Jehová. Siempre debemos consultar a Dios.

La quietud de Jacob era de confiar en Dios. Jacob agradaba a Dios. 

Dios quiere que le creamos a sus promesas.

El enemigo espera que le demos oportunidad. 

Esaú desprecio la primogenitura. ¿Es esa nuestra actitud? Despreciar lo que Dios nos da. Esaú no pensó, ¿cuántas veces hacemos las cosas sin pensar y sin consultar a Dios?

Así despreció Esaú la primogenitura. No se le da valor a las bendiciones de Dios. Dios no quiere que seamos así, cambiemos la actitud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario