Isaías 6: 8
“Después
oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?
Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”.
Está hablando, Isaías, cuando dice que vio a
Dios sentado en su trono y su gloria y dice que un ángel y pasó carbón
encendido por sus labios y quitó su pecado y su maldad.
Muchas veces venimos con muchas necesidades y
Dios conoce las necesidades de nuestro corazón, pero nos hemos preguntado ¿cuál
es la necesidad del corazón de Dios?
La necesidad del corazón de Dios es
enviarnos. Un misionero es aquel que se despoja de toda su parentela, de su
tierra, de todas sus cosas y se va a un lugar donde el Espíritu Santo nos diga
no donde nosotros queramos. Dios nos dio una gran comisión y es predicar
el Evangelio a todas las naciones, a ir
por esas almas que son importantes para Dios.
A veces se nos endurece tanto el corazón que
no pedimos por las almas, estamos muy cómodos en la casa de oración, pidiendo
por lo que necesitamos y eso no es malo, pero para Dios es importante que
oremos por las almas, dice la palabra que Cristo murió en la cruz del Calvario
para que todo aquel que creyere no se pierda, mas tenga vida eterna.
Cada segundo se están perdiendo las almas,
nuestros vecinos, nuestras familias. Qué estamos haciendo aquí sentados y Dios
dice ¿a quién enviaré y quien irá por nosotros? Dios necesita unas manos, una
boca que hable.
¿Te has preguntada para qué Dios nos ha
llamado a cada uno de nosotros? En jeremías dice que él te llamó, te predestino
para predicar la palabra del Señor.
Será que nosotros podemos decir hoy: heme
aquí, Señor, aquí está mi corazón, sin reserva ni condiciones, pero nosotros
ponemos muchos límites y muchas condiciones a Dios.
Cuando Dios le dijo a Abraham: sal de tu
tierra y de tu parentela, él no cuestionó sino que obedeció.
Atajamos las grandes bendiciones de Dios por no obedecer a su palabra. El mayor gozo es cuando obedecemos y estamos en la perfecta voluntad del Señor.
De qué nos sirve agradar al mundo si se
pierde nuestra alma.
Romanos 10: 13 – 17
“porque
todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán
a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?
Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de
los que anuncian buenas nuevas! Mas no todos obedecieron al evangelio; pues
Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el
oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
Todos hemos sido llamados, hemos sido
comisionados, Dios nos dio poder y autoridad.
Cristo hablo de los grandes galardones que
tendremos por servir al Señor. La palabra de Dios dice: abre tu boca y yo la
llenaré.
Muchas veces el temor y el miedo no nos deja
avanzar y la palabra dice en Romanos: no me avergüenzo del Evangelio porque es
poder de Dios para salvación de los que creen.
Las buenas nuevas en nuestras vidas es
predicar la palabra de Dios.
Decimos yo oro por mi familia que sea salva y
nos la pasamos en la internet, ¿crees que nuestras familias van a ser salvas con
nosotros metidos en la internet y la televisión en todo momento, en esa
mediocridad que muchas veces hay en nuestras vidas?
No todos obedecieron, dice la palabra, Dios
nos llama, pero muchas veces nosotros dudamos en nuestra incredulidad, tenemos
en un último lugar el que Dios utilice nuestras vidas.
Todo el mundo quiere recibir, pero nadie
quiere dar, todo el mundo quiere: “sáname, sáname, provéeme, pero nadie quiere
invertir de su tiempo, nadie quiere invertir de sus finanzas en las cosas del
Señor.
Queremos que nuestras familias sean salvas,
pero no tenemos nada de consagración, nada de oración, nada de ayuno, nada de
intersección, nada de compromiso en nuestras vidas.
La palabra de Dios dice que en toda labor hay
fruto, si nosotros sembramos va a ver fruto, si sembramos con regocijo. Sembrar
en el reino de Dios tiene gran retribución para nuestras almas.
Muchas veces no se aumenta nuestra fe porque
no escudriñamos su palabra donde está su buena voluntad para cada uno de nosotros.
Romanos 10: 18
“Pero digo:
¿No han oído? Antes bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta
los fines de la tierra sus palabras”.
Como dice en Mateo 24 esta palabra será
predicada en todo el mundo y hoy vemos como esto se cumple a través de la
radio, la televisión, la internet, no tenemos excusa ni justificación para
decir que Él no nos ha hablado, que no nos ha advertido para que no nos
desviemos del camino, Dios en todo momento nos habla, pro muchas veces sucede
que se endurece nuestro corazón y cerramos nuestros oídos espirituales para no
oír el consejo y el mandato que Dios tiene para nuestras vidas.
Cuando Dios preguntó que quien estaba
dispuesto hubo un hombre que dijo: “heme aquí Señor”, que nosotros podamos
decir: heme aquí Señor, aquí está mi corazón sin reservas, sin condiciones.
Es el amor de Dios en nuestras vidas el que
nos impulsa cada día a seguir hacia adelante.
Jesucristo murió para ganar almas y si la
iglesia es el cuerpo de Jesucristo, la misión nuestra es ganar almas, una
iglesia que no gana almas es una iglesia muerta.
Por qué no hay amor por las almas, no hay
compasión por las almas.
Las cosas de Dios cuestan sacrificio, las
cosas de Dios cuestan pagar un precio en oración.
Los galardones que Dios tiene para su pueblo ¿van
a ser para un pueblo mediocre, un pueblo tibio y vacío?
Que bendición tan grande que Dios nos llame
como llamó a Pedro: pescador de hombres, pescador de almas.
Mateo 9: 35 – 38
“Recorría Jesús
todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando
el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.
Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y
dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A
la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la
mies, que envíe obreros a su mies”.
Seguramente Jesús se cansaba, pero lo movía
el amor por las almas.
La mies es mucha, la necesidad es grande. Personas
que necesitan de Dios, siervos de Dios que caen y nosotros tan relajados
decimos: “Estoy bien, estoy bendecido”.
Pidámosle a Dios que implante esa necesidad
en nuestro corazón.
Lucas 4: 42 – 44
“Cuando
ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y
llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos. Pero él les
dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino
de Dios; porque para esto he sido enviado. Y predicaba en las sinagogas de
Galilea”.
Jesucristo fue invitado a casas a comer, pero
Jesús tenía que predicar el evangelio e iba a las casas a llevar el evangelio.
Cuando Jesucristo llega a nosotros trae bendición a nuestras vidas.
I Corintios 9: 16
“Pues si anuncio
el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y
¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”
Porque Dios nos va a demandar todo lo que nos
ha enseñado, todo lo que nos ha dado.
I Corintios 9: 17
“Por lo cual, si
lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la
comisión me ha sido encomendada”.
Debemos hacerlo con amor, digamos heme aquí
Señor.
I Corintios 9: 18
“¿Cuál, pues, es
mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio
de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio”.
Mi galardón es de gracia he recibido, de
gracia tengo que dar a los otros.
No merecíamos la salvación, no merecíamos que
Jesucristo muriera por nosotros, por eso debemos hacer lo que Dios nos ha
encomendado.
A
veces queremos bendición, pero no queremos la corrección de Dios, no
queremos que Dios moldee nuestras vidas.
Ezequiel 3: 16 – 17
“Y
aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo
de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la
palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte”.
Una atalaya es una torre para vigilar.
Dios quiere que seamos como esa torre fuerte
para vigilar lo que el enemigo está haciendo a su pueblo y a nuestras vidas y
dar aviso.
Dios te ha llamado a predicar su palabra y a
advertir al pueblo de lo que viene. Si no estamos pegados del corazón de Dios
vamos a dar sonido incierto.
Esos predicadores que siempre dicen todo está
bien, tú estás bien, cuando no estamos bien delante de su presencia, no están
advirtiendo al pueblo de lo que realmente ocurre.
Ezequiel 3: 18
“Cuando
yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares,
para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío
morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.”
Dios nos instruye y no exhorta para que
nuestra alma viva.
Si nosotros no hablamos la palabra de Dios él
nos demandará.
Ezequiel 3: 19 -21
“Pero
si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal
camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se
apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él,
él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias
que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano”.
Si el Señor viene a pedir cuentas de lo que
hemos hecho, El que persevere hasta el fin éste será salvo.
No hay excusa en nuestras vidas para decirle
que no al Señor.
Ezequiel 33: 7
“A ti, pues, hijo
de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de
mi boca, y los amonestarás de mi parte”.
Jesucristo viene pronto y sin santidad nadie
vera el rostro de Dios.
II Corintios 12: 15
“Y yo
con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor
de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos”.
Pablo dijo que aún su propia vida la gastaba
por amor a las almas.
¿Nosotros si gastamos nuestras propias vidas
por amor a las almas?
El verdadero siervo de Dios sabe que
Jesucristo lo comisionó y si Jesucristo sufrió todas esas cosas, sabe que también sufrirá por amor a las almas
y llevar el evangelio que Cristo dejó.
Cuando yo me humillo ante la presencia de
Dios el me exalta en público.
Aquellos que saben que Dios los ha llamado,
que puedan perseverar hasta el final. Que podamos predicar la palabra de Dios en
todo tiempo y en todo momento, a nuestras familias, cada palabra que Dios trae
a este lugar es para que nosotros la hablemos a los demás. No lo estamos
haciendo, no estamos ganando almas para el reino.
El que gana almas alegra el corazón de Dios.
Cuántos dicen en este día, Señor heme aquí,
tengo tanto para dar.
Tenemos mucho que contar, mucho que decir,
mucho que testificar de las maravillas que Dios ha hecho en nosotros, pero
tiene que haber esa necesidad en nuestro corazón.
Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos y el
amor por nuestras familias no puede frenar el trabajar en la obra de Dios.
Digámosle al Señor: Tengo mucho para dar.
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