sábado, 15 de abril de 2017

¿A quién enviaré?

Isaías 6: 8

Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí”.

Está hablando, Isaías, cuando dice que vio a Dios sentado en su trono y su gloria y dice que un ángel y pasó carbón encendido por sus labios y quitó su pecado y su maldad.

Muchas veces venimos con muchas necesidades y Dios conoce las necesidades de nuestro corazón, pero nos hemos preguntado ¿cuál es la necesidad del corazón de Dios?

La necesidad del corazón de Dios es enviarnos. Un misionero es aquel que se despoja de toda su parentela, de su tierra, de todas sus cosas y se va a un lugar donde el Espíritu Santo nos diga no donde nosotros queramos. Dios nos dio una gran comisión y es predicar el  Evangelio a todas las naciones, a ir por esas almas que son importantes para Dios.

A veces se nos endurece tanto el corazón que no pedimos por las almas, estamos muy cómodos en la casa de oración, pidiendo por lo que necesitamos y eso no es malo, pero para Dios es importante que oremos por las almas, dice la palabra que Cristo murió en la cruz del Calvario para que todo aquel que creyere no se pierda, mas tenga vida eterna.

Cada segundo se están perdiendo las almas, nuestros vecinos, nuestras familias. Qué estamos haciendo aquí sentados y Dios dice ¿a quién enviaré y quien irá por nosotros? Dios necesita unas manos, una boca que hable.

¿Te has preguntada para qué Dios nos ha llamado a cada uno de nosotros? En jeremías dice que él te llamó, te predestino para predicar la palabra del Señor.

Será que nosotros podemos decir hoy: heme aquí, Señor, aquí está mi corazón, sin reserva ni condiciones, pero nosotros ponemos muchos límites y muchas condiciones a Dios.

Cuando Dios le dijo a Abraham: sal de tu tierra y de tu parentela, él no cuestionó sino que obedeció.


Atajamos las grandes bendiciones de Dios por no obedecer a su palabra. El mayor gozo es cuando obedecemos y estamos en la perfecta voluntad del Señor.

De qué nos sirve agradar al mundo si se pierde nuestra alma.

Romanos 10: 13 – 17

porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?  ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas! Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.

Todos hemos sido llamados, hemos sido comisionados, Dios nos dio poder y autoridad.

Cristo hablo de los grandes galardones que tendremos por servir al Señor. La palabra de Dios dice: abre tu boca y yo la llenaré.

Muchas veces el temor y el miedo no nos deja avanzar y la palabra dice en Romanos: no me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios para salvación de los que creen.

Las buenas nuevas en nuestras vidas es predicar la palabra de Dios.

Decimos yo oro por mi familia que sea salva y nos la pasamos en la internet, ¿crees que nuestras familias van a ser salvas con nosotros metidos en la internet y la televisión en todo momento, en esa mediocridad que muchas veces hay en nuestras vidas?

No todos obedecieron, dice la palabra, Dios nos llama, pero muchas veces nosotros dudamos en nuestra incredulidad, tenemos en un último lugar el que Dios utilice nuestras vidas.

Todo el mundo quiere recibir, pero nadie quiere dar, todo el mundo quiere: “sáname, sáname, provéeme, pero nadie quiere invertir de su tiempo, nadie quiere invertir de sus finanzas en las cosas del Señor.

Queremos que nuestras familias sean salvas, pero no tenemos nada de consagración, nada de oración, nada de ayuno, nada de intersección, nada de compromiso en nuestras vidas.

La palabra de Dios dice que en toda labor hay fruto, si nosotros sembramos va a ver fruto, si sembramos con regocijo. Sembrar en el reino de Dios tiene gran retribución para nuestras almas.

Muchas veces no se aumenta nuestra fe porque no escudriñamos su palabra donde está su buena voluntad para cada uno de nosotros.

Romanos 10: 18

Pero digo: ¿No han oído? Antes bien, por toda la tierra ha salido la voz de ellos, y hasta los fines de la tierra sus palabras”.

Como dice en Mateo 24 esta palabra será predicada en todo el mundo y hoy vemos como esto se cumple a través de la radio, la televisión, la internet, no tenemos excusa ni justificación para decir que Él no nos ha hablado, que no nos ha advertido para que no nos desviemos del camino, Dios en todo momento nos habla, pro muchas veces sucede que se endurece nuestro corazón y cerramos nuestros oídos espirituales para no oír el consejo y el mandato que Dios tiene para nuestras vidas.

Cuando Dios preguntó que quien estaba dispuesto hubo un hombre que dijo: “heme aquí Señor”, que nosotros podamos decir: heme aquí Señor, aquí está mi corazón sin reservas, sin condiciones.

Es el amor de Dios en nuestras vidas el que nos impulsa cada día a seguir hacia adelante.

Jesucristo murió para ganar almas y si la iglesia es el cuerpo de Jesucristo, la misión nuestra es ganar almas, una iglesia que no gana almas es una iglesia muerta.

Por qué no hay amor por las almas, no hay compasión por las almas.

Las cosas de Dios cuestan sacrificio, las cosas de Dios cuestan pagar un precio en oración.

Los galardones que Dios tiene para su pueblo ¿van a ser para un pueblo mediocre, un pueblo tibio y vacío?

Que bendición tan grande que Dios nos llame como llamó a Pedro: pescador de hombres, pescador de almas.

Mateo 9: 35 – 38

“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.

Seguramente Jesús se cansaba, pero lo movía el amor por las almas.

La mies es mucha, la necesidad es grande. Personas que necesitan de Dios, siervos de Dios que caen y nosotros tan relajados decimos: “Estoy bien, estoy bendecido”.

Pidámosle a Dios que implante esa necesidad en nuestro corazón.

Lucas 4: 42 – 44

Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos. Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado. Y predicaba en las sinagogas de Galilea”.

Jesucristo fue invitado a casas a comer, pero Jesús tenía que predicar el evangelio e iba a las casas a llevar el evangelio. Cuando Jesucristo llega a nosotros trae bendición a nuestras vidas.

I Corintios 9: 16

“Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!”

Porque Dios nos va a demandar todo lo que nos ha enseñado, todo lo que nos ha dado.

I Corintios 9: 17

“Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada”.

Debemos hacerlo con amor, digamos heme aquí Señor.

I Corintios 9: 18

“¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio”.

Mi galardón es de gracia he recibido, de gracia tengo que dar a los otros.

No merecíamos la salvación, no merecíamos que Jesucristo muriera por nosotros, por eso debemos hacer lo que Dios nos ha encomendado.

A  veces queremos bendición, pero no queremos la corrección de Dios, no queremos que Dios moldee nuestras vidas.

Ezequiel 3: 16 – 17

Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte”.

Una atalaya es una torre para vigilar.

Dios quiere que seamos como esa torre fuerte para vigilar lo que el enemigo está haciendo a su pueblo y a nuestras vidas y dar aviso.

Dios te ha llamado a predicar su palabra y a advertir al pueblo de lo que viene. Si no estamos pegados del corazón de Dios vamos a dar sonido incierto.

Esos predicadores que siempre dicen todo está bien, tú estás bien, cuando no estamos bien delante de su presencia, no están advirtiendo al pueblo de lo que realmente ocurre.

Ezequiel 3: 18

Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.”

Dios nos instruye y no exhorta para que nuestra alma viva.

Si nosotros no hablamos la palabra de Dios él nos demandará.

Ezequiel 3: 19 -21

Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano”.

Si el Señor viene a pedir cuentas de lo que hemos hecho, El que persevere hasta el fin éste será salvo.

No hay excusa en nuestras vidas para decirle que no al Señor.

Ezequiel 33: 7

“A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte”.

Jesucristo viene pronto y sin santidad nadie vera el rostro de Dios.

II Corintios 12: 15

Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos”.

Pablo dijo que aún su propia vida la gastaba por amor a las almas.

¿Nosotros si gastamos nuestras propias vidas por amor a las almas?

El verdadero siervo de Dios sabe que Jesucristo lo comisionó y si Jesucristo sufrió todas esas cosas,  sabe que también sufrirá por amor a las almas y  llevar el evangelio que Cristo dejó.

Cuando yo me humillo ante la presencia de Dios el me exalta en público.

Aquellos que saben que Dios los ha llamado, que puedan perseverar hasta el final. Que podamos predicar la palabra de Dios en todo tiempo y en todo momento, a nuestras familias, cada palabra que Dios trae a este lugar es para que nosotros la hablemos a los demás. No lo estamos haciendo, no estamos ganando almas para el reino.

El que gana almas alegra el corazón de Dios.

Cuántos dicen en este día, Señor heme aquí, tengo tanto para dar.

Tenemos mucho que contar, mucho que decir, mucho que testificar de las maravillas que Dios ha hecho en nosotros, pero tiene que haber esa necesidad en nuestro corazón.

Ya no nos pertenecemos a nosotros mismos y el amor por nuestras familias no puede frenar el trabajar en la obra de Dios.


Digámosle al Señor: Tengo mucho para dar. 

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