Dios tiene un propósito en nuestras y hay
veces que nos desviamos de ese propósito y hacemos cosas que Dios no nos ha
mandado a hacer.
Esta palabra está basada en:
Salmo 138: 7 – 8
“Si
anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; contra la ira de mis
enemigos extenderás tu mano, y me salvará tu diestra. Jehová cumplirá su
propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la
obra de tus manos”.
Créelo, que Dios en este año cumplirá su
propósito en nuestra vidas. Dios nos formó con un propósito desde antes de
nacer.
Dios nunca nos desampara y nunca nos ha
dejado. Somos nosotros los que nos separamos y nos desviamos del camino.
En medio de la angustia Tú me vivificarás, me
darás vida, me darás gozo, me darás paz.
A pesar de la angustia, a pesar de las penas,
a pesar de las tribulaciones, el salmista estaba convencido de que lo que Dios
había dicho se iba a cumplir en su vida. Estaba declarando que la misericordia
de Dios es para siempre.
Hay una alabanza que dice: Señor la obra que
has empezado en mi vida será terminada.
Somos como la vasija en las manos del
alfarero, pero somos nosotros los que no permitimos que el fuego de Dios nos
transforme, que nos moldee a su imagen y semejanza.
Un propósito de Dios, es una intención, es
una finalidad, es un deseo, es la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Jeremías 29: 11 – 13
“Porque
yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos
de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y
vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me
buscaréis de todo vuestro corazón”.
Vamos a encontrar esa respuesta cuando de
verdad entreguemos todas nuestras cargas. Entreguemos lo que Dios nos está
pidiendo hace mucho rato. Cuando entreguemos la angustia, cuando entreguemos la
aflicción, recibiremos.
La palabra de Dios dice en el salmo 107 que
claman los justos y Jehová los oye. En todo tiempo Israel clamaba y Dios los
libraba de todas sus aflicciones.
Dice la palabra que Dios sabe los
pensamientos que tiene con cada uno de nosotros, son pensamientos de bien y no
de mal porque la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.
Dios cuando nos escogió antes de la fundación
del mundo, dice Jeremías. Antes de que estuvieras en el vientre te conocí y
antes de que nacieras te santifiqué, te di por profeta a las naciones.
Antes de que nos formáramos en el vientre ya
estábamos en los planes eternos de Dios.
En Efesios 1 dice la palabra de Dios que Él
estaba pensando en nosotros antes de la fundación del mundo, ya estábamos es
sus planes antes de la fundación del mundo.
A veces piensa que tú fuiste una casualidad,
que tus padres te desampararon o que fuiste un error en la vida, pero no es así,
Dios te formó con un propósito, ya estaba pensando en nosotros cuando nos formó.
Este libro, por ejemplo, tiene un propósito y
es enseñarnos lo que Jesucristo hizo y que pagó un precio de sangre por cada
uno de nosotros.
En Efesios 1 la palabra de Dios dice que
hemos sido bendecidos con toda clase de bendiciones en los lugares celestiales,
que nos predestinó, tenía todo en su mente, en su corazón. En el salmo 139
dice: “mi embrión vieron tus ojos”.
Las primeras manos que nos tocaron fueron las
manos de Dios. El primer contacto que nosotros tuvimos fue Dios en nuestras
vidas.
Vamos por el mundo, estamos en Egipto, divagando
entre tantas cosas y cuando conocimos de Dios dijimos: Señor, por qué
permitiste que yo me diera tanto contra las paredes.
Yo andaba por el mundo y cuando Jesucristo
llegó a mi vida me mostró ese amor incondicional. Dios es el que me llamó, me
hablo, me dijo que yo era su sierva. Como dice en Isaías 49, tú eres mi siervo.
Yo no sabía qué era sierva, yo no sabía lo que era servir a Dios, no sabía lo
que Dios tenía preparado para mí.
Yo le pedía a Dios dame temor en mi corazón
porque cuando pecamos es porque no hay temor en nuestro corazón, un pecado por
pequeño que sea es grande para Dios, es abominable delante de su presencia.
Lo que los hombres tienen por sublime, para Dios
es abominación: una mentira, un chisme, una murmuración es grande delante del
Señor, es pecado porque él es Santo.
Dios nos ha enseñado a discernir entre lo
bueno y lo malo, entre lo santo y lo profano, tenemos ya el discernimiento del
Espíritu Santo, pero muchas veces endurecemos nuestro corazón.
Cuántos se acuerdan del llamamiento que Dios
les hizo, cuántos se acuerdan que Dios los llamó, evangelistas, profetas,
maestros, pastores.
Salmo 107: (leerlo Todo)
Salmo 107: 1
“Alabad a Jehová,
porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia. Díganlo los
redimidos de Jehová, los que ha redimido del poder del enemigo”,
Nosotros somos esos redimidos.
Veamos Salmos 107: 43
“¿Quién es sabio y
guardará estas cosas, y entenderá las misericordias de Jehová?”
Dios es el único que sacia nuestra alma, lo
dice él en su palabra.
Oseas 11: 1 – 4
Dios se compadece de Israel.
“Cuando
Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más yo los
llamaba, tanto más se alejaban de mí; a los baales sacrificaban, y a los ídolos
ofrecían sahumerios. Yo con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín,
tomándole de los brazos; y no conoció que yo le cuidaba. Con cuerdas humanas
los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de
sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida”.
Muchas veces pensamos que Dios no está al
tanto de nuestra situación. Dios nos cuida en todo momento.
Muchas veces se endurece nuestro corazón.
Dice que por la dureza de sus corazones no le
estaban creyendo a Moisés y a lo que Dios decía por medio de él.
Cuantas veces estamos en angustia y Dios
manda y manda palabras diciendo: entrégame tus cargas y yo te bendigo. Y nosotros
no escuchamos porque está endurecido nuestro corazón, porque se ha ensoberbecido
nuestra vida delante de su presencia.
En el salmo 34 dice: “bendeciré a Jehová en
todo tiempo, su palabra e n mi bica estará” dice busqué a Jehová y de todos mis
temores me libró.
Dice la palabra que el ángel de Jehová acampa
alrededor de los que le temen y los defiende, cómo no amar al Dios tan grande y
tan maravilloso que nosotros tenemos.
¿Cómo está tu alma en esta mañana, estará
enfocada en ese problema? ¿Ese llamamiento, lo dejaste a un lado pensando en tus problemas, pensando en los
deseos de tu corazón?
Es un privilegio ministrar las cosas de Dios.
Estamos enfrascados pidiendo empleo, pidiendo casas, pidiendo carros y se nos
olvidó el llamamiento que Dios nos hizo para servirle.
Hemos sido infieles con el Señor porque si
no lo hubiéramos sido ya estaríamos
volando en las cosas del Señor. Nosotros somos los que retardamos las cosas de
Dios.
Dios no llamó a Pablo para que estuviera
persiguiendo la Iglesia, ese no era el propósito de Dios con Pablo. Era
mostrarle cuanto era necesario padecer por causa del nombre de Jesús. Pablo era
un instrumento precioso en las manos del Señor.
La palabra de Dios dice que si nosotros no
nos negamos a nosotros mismos no somos dignos de ser llamados sus siervos.
Cuántas veces predicamos en este altar y
viene la prueba a nuestras vidas y ya queremos dejar el llamamiento que Dios nos
ha dado. Como siervos de Dios tenemos que servir a Dios en medio de la
dificultad, en medio del desierto, en medio de la prueba. Pues sufrimos
vituperio por causa del nombre de Jesucristo, pero nuestra fortaleza es el Señor.
Jeremías 33:3 dice: clama a mí y yo te
responderé y te enseñare cosas grandes y ocultas que tú no conoces, pero clama
a mí de todo vuestro corazón, porque Dios sí conoce nuestros corazones.
Salmo 139: 13 -18
“Porque
tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré;
porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo
sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui
formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus
ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego
formadas, sin faltar una de ellas. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus
pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican
más que la arena; despierto, y aún estoy contigo”.
Cuando Dios llamó a Jeremías, éste le dijo yo
soy un niño no sé hablar. Dios le dijo no digas soy un niño porque a todo lo
que te mande irás y hablaras.
No podemos nosotros, que somos la vasija,
decirle al alfarero qué hace. Quien diseña algo humano como un juguete sabe que
puede hacer ese juguete, cómo no va a saber Dios que nos ha comisionado para
ser pastores, evangelistas o profetas que nosotros tenemos la capacidad para
hacerlo porque la inteligencia y la sabiduría nos es dada por el Espíritu
Santo. Solo debemos dar un paso de obediencia, un paso de fe y decir: Señor yo
te creo.
Cómo no creerle al Señor que rompe nuestros
miedos, nuestras angustias, nuestra timidez porque no podemos hablarle a un
pueblo sin el poder del Espíritu Santo.
Isaías 49: 1-7
“Oídme, costas, y
escuchad, pueblos lejanos. Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas
de mi madre tuvo mi nombre en memoria. Y puso mi boca como espada aguda, me
cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su
aljaba; y me dijo: Mi siervo eres, oh
Israel, porque en ti me gloriaré. Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano
y sin provecho he consumido mis fuerzas; pero mi causa está delante de Jehová,
y mi recompensa con mi Dios. Ahora pues,
dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer
volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los
ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); dice: Poco es para mí que tú
seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el
remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi
salvación hasta lo postrero de la tierra. Así ha dicho Jehová, Redentor de
Israel, el Santo suyo, al menospreciado de alma, al abominado de las naciones,
al siervo de los tiranos: Verán reyes, y se levantarán príncipes, y adorarán
por Jehová; porque fiel es el Santo de Israel, el cual te escogió”.
En ti me gloriaré. Dios se va a gloriar en
nosotros y que las angustias de hoy son nada delante de Dios y a comparación de la gloria que nos espera.
Nos formó para servirle a él, para adorarle a
él, para caminar en pos de él.
Estimado soy a los ojos de Dios. Dios me ha
mirado con ojos de misericordia, con ojos de amor porque me ha tenido como
valiosa delante de su presencia.
Muchas veces estamos enfocados a agradar al
esposo, a la esposa, a la familia y esperamos que ellos nos den valor a
nosotros y no nos valoramos a nosotros mismos.
Nosotros somos reyes y sacerdotes. Dios nos
liberó de nuestras angustias, rompió cadenas en nuestras vidas, no podemos
volver atrás a yugos de esclavitud.
En el propósito de Dios hay sufrimientos y
angustias. Isaías 53 dice: mi siervo
será puesto muy en alto
Quizás estés recibiendo menosprecio, quizás como
David que recibió menosprecio de la propia Mical.
Nosotros nos refugiamos en el enemigo cuando le
creemos a las circunstancias, cuando le creemos al problema. El enemigo lo que
quiere es desanimarte, pisotearte para que tú entregues lo que Dios te ha dado.
El enemigo quiere que entregues tu bendición, tu ministerio, la salvación tan grande
que Dios nos ha dado.
Si dejamos de orar por nuestros hijos muchas
cosas llegan a nuestros hogares. Si no oramos por el pueblo de Dios cuántas cosas
llegaran a nuestras vidas.
David un día estaba pastoreando, otro estaba
en la cuevas escondiéndose, pero otro día estaba en el palacio gobernando.
José estaba un día soñando, otro estaba en
una cisterna, otro estaba en una cárcel.
Nosotros estamos un día bien y otro día
llegan tentaciones a nuestras vidas. José fue tentado por la esposa de Faraón,
pero él no cayó en esas concupiscencias. Nadie lo estaba viendo, pero él sabía
que los ojos de Dios si lo veía.
A veces pensamos que ese sueño está tan
lejano.
José siempre vio que la mano de Dios estaba
con él, incluso en los momentos difíciles.
No reneguemos de las situaciones que estemos
viviendo. Dios quiere que nuestros corazones sean sanados.
Cuando haya sufrido a lo sumo verá el fruto
de la aflicción de su alma dijo Jesucristo. No es en vano el sufrimiento ni la
pruebas, todo tiene su recompensa.
No importa lo que estemos pasando en este momento,
Dios dice que todas esas cosas nos ayudan a bien.
El pueblo de Dios no solo alaba en los
momentos buenos sino en todo tiempo, en todo momento, en la escasez, en la
abundancia.
Dios quiere que cambiemos esa renegadera. Dios permite muchas veces se
levanten contra nosotros para movernos espiritualmente, para movernos el tapete
y así busquemos soluciones.
Cada vez que Dios nos da una promesa hay
persecución. El diablo huele y siente que viene bendición a tu vida y pone
trabas para que tú no sigas adelante, busca desanimarte.
Génesis 41: 51 – 52
“Y
llamó José el nombre del primogénito, Manasés; porque dijo: Dios me hizo
olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre. Y llamó el nombre del segundo, Efraín; porque
dijo: Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción”.
Dios no hace olvidar nuestras angustias.
¿Si no hay aflicción cómo va a sacar Dios el
fruto de nosotros? ¿Si no tenemos esos vientos esas tormentas cómo vamos a
adquirir esa paz que sobrepasa todo entendimiento?
Cristo va en nuestra barca y él calma esas
olas, el calma esos vientos.
Jacob amaba a José más que a todos y le hizo
una túnica de colores. El enemigo sabe que tenemos un llamamiento santo, que
somos hijos del gran rey, que somos sus sacerdotes, que somos sus ministros.
Los hermanos de José, que lo aborrecían, lo
primero que hicieron fue quitarle la túnica de colores. A Jesucristo le
cambiaron la corona que tenía de toda majestad, por una corona de espinas. Porque
así lo quiso él y así lo permitió y porque era el propósito eterno de Dios.
Así le haya quitado la túnica de colores no
dejó de ser un príncipe.
Puede que las circunstancias de la vida nos
hayan quitado la túnica de colores, pero no dejamos de ser príncipes del pueblo
de Dios, no dejamos de ser siervos de Dios que nos llamó. Somos siervos de Dios
viviente.
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