Las cisternas rotas no retiene el
agua, así estamos nosotros no retenemos la palabra que Dios nos da, como la
palabra es viva, en nosotros deberían correr ríos de agua viva.
Tenemos comezón de oír y no hemos
abierto nuestro corazón. Hay que abrir el corazón en todo momento.
Jeremías 2: 13
“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua
viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”.
Hemos dejado las cosas de Dios.
Nos hemos alejado de Dios, creemos que por venir acá estamos con Dios pero no,
Dios escudriña nuestros corazones, debemos venir acá pero con un corazón
dispuesto. Dios dice que el que se humilla ante él, él lo exalta.
No hemos retenido el agua.
En las bodas de Canaán faltó el
vino. Nosotros en todo momento venimos a una fiesta, a unas bodas, a
presentarnos delante del Rey, ¿dónde está nuestro vino? ¿Le hemos permitido a
Dios que convierta esa agua en vino?
En esas bodas estaba faltando el
vino y Jesús dijo: llenad las tinajas de agua. Y él convirtió el agua en vino. ¿Nosotros
estamos llenado esas tinajas de la palabra de Dios, para que
él convierta esa aguan en vino, esa palabra en la unción de Dios? Esta
palabra se tiene que convertir en vino, en la unción, en la presencia del Espíritu
Santo.
Venimos a esta fiesta para que el
agua se convierta en vino, para que la unción de Dios sea derramada sobre
nosotros.
¿Dónde están aquellos hombres
valientes, esforzados que quieren en todo momento agradar a Dios.
La palabra es para todos, en el Antiguo
Testamento el Espíritu Santo venía, pero ahora nosotros lo tenemos en nuestro
corazón. Hay que permitir que el agua se
convierta en vino, pero nuestra incredulidad no lo permite.
Isaías 55: 1 – 3
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero,
venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es
pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien,
y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y
vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes
a David”.
Dios nos está invitando a todos
los sedientos, a los que tienen hambre y sed de su presencia. ¿Dónde están aquellos
que tienen esa hambre de Dios?, esa sede de que Dios cambie sus vidas. Dios no
llama a los saciados sino a los que tienen hambre y sed de su presencia.
Tenemos muchas veces más hambre y
sed de otras cosas del mundo que de Dios.
Tenemos que tener a Dios en todo
momento en nuestro corazón. El enemigo sabe que le queda tanto tiempo.
A veces ponemos más atención a
las cargas que el enemigo pone, que a las promesas de Dios.
No nos dejemos robar la
bendición, hay poco tiempo, Dios toma control de todo. Dios se encarga de todo dediquémonos
a sus cosas. Hay que declarar la palabra.
No es tiempo de sacar excusas
para las cosas de Dios, esforcémonos.
Dios dice: “Esforzaos a entrar
por la puerta angosta porque el camino ancho es el que lleva a la perdición.
Dios no está invitando a esas
cosas espirituales y maravillosas que él tiene para nosotros. Es muy poco de lo
que hemos saboreado de lo que Dios tiene para nosotros, él tiene para nosotros
cosas grandes y poderosas.
¿Dónde están los ministerios que
Dios ha dado, dónde están, han puesto por práctica lo que Dios les ha dado?
¿Cuántas almas han ganado para Dios?
Allá afuera hay almas que se
están yendo a los infiernos porque no hay quien les hable, no hay quien les
predique. ¿Dónde están los evangelistas, los pastores, los profetas, esos que Dios les ha dado ministerio?
Ya Dios dio muchas cosas, pero
somos nosotros que no hemos permitido que esa agua se convierta en vino.
Lo que Dios da, él no lo quita.
Somos nosotros los que dejamos apagar lo que Dios nos ha dado.
Muchas veces ante un enfermo
tenemos temor y ese temor no nos deja actuar, no nos deja imponerle las manos
para que se sane.
Hay echar afuera el temor. Pecado
es no hacer la voluntad de Dios, no creerle a Dios cuando él dijo que nos había
dado tantas cosas.
Lucas 13: 6-9
“Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su
viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que
vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué
inutiliza también la tierra? El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala
todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás
después”.
¿Cuántos años llevamos en el Evangelio
y Dios viene a buscar un fruto en nosotros y no lo hemos dado? Hay que trabajar
para dar el fruto.
Hay que creerle a Dios en todo
momento, no podemos ser de los que entran y salen.
El Espíritu Santo le dice al
Padre, deja que yo haga la obra en esta persona y si no la cortarás.
Dios dice que en el último tiempo
separará el trigo de la cizaña. ¿Qué somos trigo o cizaña?
Mucho tiempo lleva Dios buscando
fruto en cada uno de nosotros.
Sofonías 1: 12
“Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con
linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino
asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal”.
Si nos quedamos quietos el
Espíritu Santo no actúa en nosotros.
Proverbios 6: 6-11
“Ve a la hormiga, oh perezoso, mira
sus caminos, y sé sabio; la cual no
teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge
en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de
dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y
cruzar por un poco las manos para reposo; así vendrá tu necesidad como
caminante, y tu pobreza como hombre armado”.
Nosotros, ¿qué hemos recogido para
cuando llegue la adversidad? ¿No está nuestra palabra escrita en nuestros
corazones para declararla cuando llegue la dificultad?
Si seguimos así, va a venir el
enemigo y no vamos a estar armados, no vamos a tener le palabra viva.
Dios nos trajo a este lugar a
levantarnos, a restaurar nuestras vidas, a ser diferentes.
Dios por su misericordia nos escogió,
a los que quieran su unción Dios la da. Permitámosle a Dios que nos cambie.
Al que no quiere avivarse en este
lugar, Dios traerá a otras personas, pero habrá avivamiento. Que no seamos como
esas vírgenes insensatas que no pudieron entrar a las bodas.
Viene tiempos peligrosos, tiempos
duros y no vamos a soportar si no tenemos la palabra viva en nosotros, no vamos
a soportar si no tenemos esa fe.
Pueblo, ¡despiértate!, despiértate
tú que duermes.
La medida que tenemos no es la
que Dios quiere que tengamos.
Salmos 119: 1 – 3
“Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de
Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón
le buscan; pues no hacen iniquidad los que andan en sus caminos”.
Dios dice que sus mandamientos no
son gravosos. Nosotros somos los que hacemos el camino duro porque no queremos
despojarnos del viejo hombre, no queremos que Dios haga la voluntad de él en
nosotros.
A veces oramos camino al trabajo,
no nos levantamos temprano para hacerlo, estamos dándole migajas a Dios, cuando
a Dios hay que darle lo excelente.
Ezequiel 47: 3-5
“Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y
midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros
mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y
me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no
podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía
pasar sino a nado”.
¿Dónde está tu medida en la fe?
¿Dónde está nuestra medida de oración? ¿Dónde hemos entrado al atrio, al lugar santo o al santísimo?
Dios dice que de nuestro interior
correrán ríos de agua viva. La palabra tiene promesas y demandas, pero más son
las promesas que las demandas.
Dios demanda amarlo a él sobre
todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo. Si cumples estos dos
requisitos esas promesas son para ti. Dios nos ha dicho que pondremos las manos
sobre los enfermo y sanarán. Dios nos ha
dicho que lo que pidiéremos orando lo recibiremos. ¿Por qué no dejamos que eso
se cumpla en nuestras vidas?
La mies es mucha pero los obreros
son pocos.
Apocalipsis 2: 25 - 29
“pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga. Al que venciere y guardare mis obras hasta el
fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán
quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y
le daré la estrella de la mañana. El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
No te dejes quitar tu galardón
Tendremos autoridad sobre las
naciones.
Al que venciere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario