Mateo 7: 13 - 14
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso
el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;
porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos
son los que la hallan”.
Dios nos está diciendo que nos
esforcemos a entrar por la puerta estrecha. Jesucristo viene pronto, está a las puertas.
Tenemos que estar preparados para
la venida de Cristo.
Mateo 21 – 23
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos
me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Hay que hacer la voluntad del
padre que está en los cielos: amar a Dios sobre todas las cosas.
Es tener a Dios en el primer
lugar.
No es por los dones, ni por los
milagros que nos vamos a salvar, es por hacer la voluntad de Dios.
Miremos nuestras vidas, si en
realidad estamos haciendo la voluntad de nuestro Padre.
Es un camino de entrega y es
necesario congregarnos para que la palabra de Dios nos limpie y nos transforme.
Dios nos conocerá por los frutos.
Estamos muy relajados por eso
Dios nos dijo: Iglesia, duermes. Despierta es hora de despertar.
No podemos dejar ese primer amor
de cuando recibimos a Cristo en el corazón.
Por eso es que Dios dice los
postreros serán primeros, porque viene con ese gozo a recibir la palabra, pero
los que llevamos más tiempo hemos dejado apagar ese fuego.
Lucas 14: 15 – 24
“Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo:
Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. Entonces Jesús le dijo: Un
hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a
su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El
primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me
excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te
ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su
señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por
las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los
cojos y los ciegos. Y dijo el siervo:
Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve
por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi
casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados,
gustará mi cena”.
Siempre tenemos excusas para las
cosas de Dios.
Dios siempre nos invita a su gran
cena, para escuchar su palabra, para congregarnos y siempre tenemos excusas,
para las cosas de Dios.
La salvación es algo que hay que
cuidar, no descuidemos una salvación tan grande.
Dios dice que él escudriña los
corazones, démosle un corazón dispuesto a Dios.
Dios no quiere la muerte del
hombre sino que se arrepienta de sus malos caminos y se vuelva a él.
Mateo 25: 1 – 13
“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que
tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco
insensatas. Las insensatas, tomando sus
lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus
vasijas, juntamente con sus lámparas. Y tardándose el esposo, cabecearon todas
y se durmieron. Y a la medianoche se oyó
un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! Entonces todas aquellas
vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes:
Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes
respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más
bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban
a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las
bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes,
diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os
digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que
el Hijo del Hombre ha de venir”.
No podemos venir a prender la
lámpara aquí, la lámpara hay que mantenerla prendida.
Que este corazón esté ardiendo.
Dios dice que sus ojos son como llamas de fuego y el fuego busca fuego.
Acá se predica que la salvación
hay que corre cada uno por ella, acá no se predica que vamos a ser prosperados.
Acá la palabra se predica como está, acá venimos a ganar almas para el reino de
los cielos, a limpiarnos y a transformarnos cada día.
Es una gran bendición en el lugar
que Dios nos ha permitido estar. La palabra es pura acá no se le está
predicando a usted otra cosa que no sea la salvación.
Cuántas personas creen que se van
a salvar porque se congregan, porque van a la iglesia, cuantos pastores dicen
que te vas a salvar porque tienes riquezas, no, no nos vamos a salvar por eso.
La salvación es tuya y es mía, es
cada uno correr la carrera.
No despreciemos el maná, no
despreciemos la bendición, no va a haber excusa en aquel día.
Dios dice en su palabra que habrá
dos en el campo: el uno será tomado y el otro será dejado.
Dios no quiere la mediocridad, Dios
quiere un hombre renovado. Dios quiere que renuncie al yo, que renuncie al ego.
Apocalipsis 3: 5
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío
o caliente! Pero por cuanto eres tibio,
y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres
oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte,
y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio,
para que veas. Yo reprendo y castigo a
todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete”.
Cuantas veces decimos que no
tenemos necesidad de leer la palabra, que no tenemos necesidad de buscar la
llenura del Espíritu Santo.
Por eso Dios dice que debemos ser
probados como el oro.
Por muy dura que sea la palabra
abramos nuestro corazón.
No menos preciemos los vasos
porque acá se habla lo que el Espíritu Santo pone a hablar a cada uno. Toda palabra,
no importa del vaso que salga, recibámosla con humildad. Recibamos las cosas con el corazón.
Miqueas 6: 11
“¿Daré por inocente al que tiene balanza falsa y bolsa de pesas engañosas?”
¿Dios dará por inocente al
culpable?
Seremos pesados por nuestras
obras.
Juan 3: 1 – 8
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal
entre los judíos. Este vino a Jesús de
noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de
cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo
viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo
que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es
necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido;
mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del
Espíritu”.
El agua es cuando Cristo llega a
nuestro corazón nos lava con el agua y el Espíritu Santo hace la obra en
nosotros, es el que nos va cambiando y nos va transformando.
El que no es nacido del agua y
del Espíritu no puede entrar al reino de Dios.
Cuando no teníamos a Cristo en
nuestro corazón íbamos donde queríamos, pero al recibir a Cristo otro es el que
nos guía.
Ezequiel 18: 30
“Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de
Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras
transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones
con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué
moriréis, casa de Israel? Porque no
quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y
viviréis”.
Dios nos juzgará por nuestras
iniquidades.
No quiere Dios la muerte del
impío, sino que se convierta.
El que cree, de su interior correrán
ríos de agua vivo.
No rasguemos nuestras vestiduras,
rasguemos nuestros corazones. Humillemos nuestros corazones delante de Dios.
Hebreos 2: 1 – 3
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas
que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los
ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa
retribución, ¿cómo escaparemos nosotros,
si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada
primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,”
No descuidemos esa salvación. Péguese
como cuando se tiene esa necesidad de tomar agua. No nos dejemos robar la
bendición. Seamos diligentes, que no
salgamos de aquí y sigamos siendo los mismos.
No perdamos el tiempo que donde estemos,
así sea en el baño, estemos alabando y glorificando al Señor. Que todo
pensamiento vaya cautivo a la obediencia a Jesucristo.
I Crónicas 28: 7 – 10
“Asimismo yo confirmaré su reino
para siempre, si él se esforzare a poner por obra mis mandamientos y mis
decretos, como en este día. Ahora, pues, ante los ojos de todo Israel,
congregación de Jehová, y en oídos de nuestro Dios, guardad e inquirid todos
los preceptos de Jehová vuestro Dios, para que poseáis la buena tierra, y la
dejéis en herencia a vuestros hijos después de vosotros perpetuamente. Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de
tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová
escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos.
Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para
siempre. Mira, pues, ahora, que Jehová
te ha elegido para que edifiques casa para el santuario; esfuérzate, y hazla”.
Es de corazón voluntario hay que
pagar el precio.
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