domingo, 28 de junio de 2015

Una medida mayor



Hace ocho días el Señor en la alabaza me dijo por medio de quien dirigía la alabaza que iba a conceder los deseos de mi corazón, yo le había pedido compartir una palabra que él me dio en diciembre del año pasado. Cuando terminó la reunión el Señor me dijo por medio de Carlos que yo iba con la palabra este domingo.

Dios quiere que hoy salgamos de acá con la bendición que él tiene para dar, que salgamos completos. Porque llevamos muchos años comiendo palabra y no nos hemos levantados con esa medida mayor que él quiere por eso la palabra de hoy se llama así: Una medida mayor.

Juan 14: 12

De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre”.

Es una promesa: harán mayores cosas, ¿Cuántas cosas hizo Jesús, cuántos milagros? Si él dijo cosas mayores harás ¿por qué nos hemos estancado tanto? ¿Por qué no está esa unción de los últimos tiempos? Ya es hora de que estemos andando en esa unción. No estamos andando en esa unción por la falta de fe. Las últimas predicaciones han sido acerca de eso, de la falta de fe. 

Si no tenemos fe entonces nos postramos ante el dios dificultad; pues nos llenamos de temor, de desesperanza. Esto y mucho más nos quitan esa unción.

No permanecemos en la vid por lo tanto no damos fruto. No le permitimos a Dios que realmente gobierne en nuestra mente, porque si se lo permitiéramos le declararíamos la palabra al enemigo siempre creyéndola, porque muchas veces se la declaramos, pero no con fe, no está arraigada en nuestro corazón. Cómo decíamos cantando ahora la alabanza: “que lo alabo desde mi quebranto”, pero no es así. 

A veces lo alabamos de boca para fuera, pero en nuestro corazón hay incredulidad.

Anhelamos tantas cosas, pero ahí nos quedamos y no nos levantamos como esos soldados, no nos levantamos como hizo Ana que aunque pasó mucho tiempo ella insistía creyendo.

Levantémonos de todas esas tristezas, de todas esas afugias que no nos dejan seguir como Iglesia, como pueblo de Dios. 

Dios le está hablando hoy a un pueblo que ya conoce que ya ha comido mucha palabra, abramos el corazón hoy, el Señor trae hoy un banquete. 

Ya los milagros más cotidianos no nos emocionan tanto. Los milagros por los cuales Dios nos sustenta a diario ya los consideramos normal.

Solamente nos gozamos con los milagros que para nosotros son grandes. 

Dios está al tanto de nuestras necesidades.

Dios quiere utilizarnos cada día más, de esa agua de vida que él nos da, él quiere que nosotros demos allá afuera.

Dios me ponía el ejemplo de un herido que necesita respiración artificial y usted empieza a darle aire moviendo un papel, eso en lugar de servirle le hace mal. Así mismo si nosotros no estamos llenos de esa palabra entonces qué vamos a dar allá a fuera. 

Cuando yo estaba recibiendo esta palabra, yo estaba pasando por una situación bien dura y llamó por teléfono y él estaba muy mal y a mí me tocó hablarle de la fe y de la valentía.

Dios me decía: “si yo no permito que ustedes pasen por dificultades, entonces ustedes qué van a dar, cómo va a aconsejar. 

Cristo sufrió muchas cosas y nos dice con toda autoridad: “Sed santos porque yo soy santo”.

Juan 16: 33

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

“yo les digo en el mundo tendréis aflicción, pero no les dejé una palabra donde les dije que yo he vencido al mundo”, dice el Señor.

Cuántas veces, todos los que estamos acá, hemos vivido dificultades y él nos dice que confiemos que él ha vencido.

Esta es otra de las razones que nos ha estancado tanto, los problemas, las dificultades, las angustias, en la iglesia en el mundo entero, porque no es solamente para este pequeño grupo que estamos acá.
Estamos estancados porque nos hemos dejado ganar de las angustias. Siempre tenemos dificultades, pero tenemos que aprender a tener gozo en medio de las dificultades. 

Por mucho tiempo no tuve necesidad, ¿ustedes creen que yo podría dar esta palabra si no las hubiera tenido, si hubiera seguido sin necesidades?

Juan Bautista le mandó a decir a Jesús que si él era el Cristo o que si esperábamos a otro. 

El Padre le mostró a Jesucristo todo lo que iba a pasar, por esos sudaba como gotas de sangre en la oración.

Juan 18: 4 -6

“Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?  Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra”.

¿Cuántas veces, en medio de la dificultad que estás pasando, has dicho: “yo soy un hijo del Dios altísimo, con la cabeza en alto? Por el contrario nuestro rostro cambia y estamos deprimidos. Cuando estamos bien en todo especialmente en lo económico, ahí si decimos: “yo soy un hijo del Dios altísimo”. 

Juan 118: 16 – 17

mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.  Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy”.

Hacemos como Pedro y lo negamos, entramos en un período de incredulidad tan tremendo que lo negamos.
Cierren los ojos e imaginémonos a los discípulos: arrestaron a su líder, en qué situación quedaron, ellos. Imaginamos que nuestros líderes se van entonces para dónde vamos a pegar, cuando ellos mismos nos han enseñado que tenemos que tener “los ojos puestos en Jesucristo autor y consumador de la fe”.

Jesucristo lo recordó a sus discípulos antes. Les dijo que él se iba a ir, pero que les iba a dejar un consolador. 

Así nos sentimos muchas veces cuando estamos pasando por tribulación. No tenemos por qué sentirnos así porque él nos dejó una promesa: “no os dejaré solos”.

Es incredulidad es lo que está impidiendo que el pueblo de Dios, aquí y en el mundo entero, tenga una medida mayor, esa llenura, ese estar realmente en su presencia, en ese gozo, en esa paz. 

Juan 21 4: 7

Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús.  Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar”.

Es tanta nuestra incredulidad cuando estamos pasando por una dificultad que hasta nos despojamos de la palabra. Ellos se habían despojado ya de la palabra ya no tenían que dar. 

Esto les sucedió a ellos cuando Jesucristo ya había resucitado y ellos ya habían dejado de creer. Y él vino y ellos se asuntaron en gran manera. Así va a ser en la gran tribulación, ese susto tan tremendo que nos vamos a llevar porque no estamos llenos de la palabra, porque no estamos llenos de su presencia. 

La palabra de Dios dice: “cuando el Hijo de Dios vuelva ¿encontrará fe en el mundo?

Hoy Dios nos da una orden:

Marcos 10:  46 – 48

Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.  Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!  Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!”.

Dios nos da hoy una orden: clamar por esa llenura, por esa medida mayor. No por cosas materiales pues Dios sabe qué nos hace falta, qué necesitamos.

Dios quiere que su Iglesia se llene, que nosotros demos esa medida mayor. Él dice: “¿por qué no me piden esa medida mayor, esa llenura? Esa medida mayor es con la que yo les voy a ayudar a través de mi Espíritu Santo para que se fortalezcan, para que puedan pasar esas pruebas, para que puedan saltar muros”.

Necesitamos ser llenos del Espíritu Santo de Dios. Si no nos llenamos del Espíritu Santo el enemigo nos va a llevar por delante. 

Abramos el corazón. Tomemos como ejemplo esa mujer que fue tantas veces ante el juez injusto.   Hasta que el juez le concedió lo que pedía porque ya le era molesta. 

Lucas 18: 1 – 7

También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.  Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario.  Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,  sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.  Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.  ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles?”

Hay que insistir con Dios hasta que diga: “recibe, recibe”.

Sigue clamando, sigue insistiendo, sigue haciendo la palabra, “señor, dame fe, que cuando venga la dificultad yo tenga de dónde sacar.

Si cada día consignamos oración, fuego, fuego. En la dificultad podemos sacar esa resistencia que Dios puede darnos. 

Marcos 8: 18 – 21

“¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis?  Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Doce. Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de los pedazos recogisteis? Y ellos dijeron: Siete. Y les dijo: ¿Cómo aún no entendéis?”

¿Cuántos milagros, Dios ha hecho por nosotros lo que hace que lo conocimos?

Cristo les hacía recordar como había hecho esos milagros y como ellos había aportado algo. El milagro era multiplicar lo que ellos tenían. 
 
Recordemos testimonios como el que vivió Jota con Laura, Andreita la sanidad de su hijo a través de los médicos; Ivan su carro a través de esa semilla que puso Licinia; Alexa la liberación a través de Carlos y Diana; Diana una matriz sana y poder tener su hijo luego de ser estéril, a través de este vaso que está hablando acá y tantos otros que han ocurrido en todos ustedes. 

El Señor como a los apóstoles quiere hoy recordarnos todo lo que ha hecho por nosotros. 

Cuando Dios nos quiere utilizar ponemos ese granito que nos corresponde, porque si no Dios utiliza a otro y otro se lleva la bendición. 

II Reyes 4: 1 – 2

Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite”.

Declárame lo que tienes

Marcos 3: 4 – 5

“Y les dijo: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien, o hacer mal; salvar la vida, o quitarla? Pero ellos callaban. Entonces, mirándolos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y la mano le fue restaurada sana”.

Hoy el Señor nos dice:

Declárame lo que tienes. Declárame hoy pueblo mí lo que tienes.

Te clamo Señor por esa medida mayor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario